« La primera visión del sol de Trántor fue la de una mota dura y blanca, perdida completamente en una miríada de otras iguales, y sólo reconocible porque estaba señalada en la guía de la nave. Las estrellas eran numerosas allí, en el centro de la Galaxia. Pero a cada salto, su brillo se incrementaba, haciendo que el resto se apagara, se enrareciera y empalideciera.
Un oficial se acercó diciendo:
- El mirador estará cerrado durante El resto del viaje. Prepárense para aterrizar.
Gaal le siguió, y agarró la manga del uniforme blanco con el distintivo de la nave espacial y el sol del imperio.
Preguntó:
- ¿No podrían dejarme? Me gustaría ver Trántor.
El oficial sonrió y Gaal se sonrojó ligeramente.
Se le ocurrió pensar que hablaba como un provinciano.
El oficial dijo:
- Aterrizaremos en Trántor mañana por la mañana.
- Me refería a que quiero verlo desde El espacio.
- Oh, lo siento, muchacho. Si esto fuera una nave de recreo no habría inconveniente, pero estamos bajando en picado, de cara al sol. Seguramente no te gustaría quedarte ciego, quemado y afectado por la radiación todo al mismo tiempo, ¿verdad?
Gaal se alejó de él.
El oficial siguió hablando:
- De todos modos, Trántor no sería más que una mancha gris, muchacho. ¿Por qué no haces un viaje espacial turístico cuando llegues a Trántor? Son baratos.
Gaal miró hacia atrás.
- Muchísimas gracias.
Era infantil sentirse decepcionado; pero el infantilismo afecta casi con la misma facilidad a un hombre que a un niño, y Gaal tenía un nudo en la garganta. Nunca había visto Trántor extendido ante él en toda su magnitud, tan grande como la vida, y no había creído tener que aguardar aún más »
El oficial dijo:
- Aterrizaremos en Trántor mañana por la mañana.
- Me refería a que quiero verlo desde El espacio.
- Oh, lo siento, muchacho. Si esto fuera una nave de recreo no habría inconveniente, pero estamos bajando en picado, de cara al sol. Seguramente no te gustaría quedarte ciego, quemado y afectado por la radiación todo al mismo tiempo, ¿verdad?
Gaal se alejó de él.
El oficial siguió hablando:
- De todos modos, Trántor no sería más que una mancha gris, muchacho. ¿Por qué no haces un viaje espacial turístico cuando llegues a Trántor? Son baratos.
Gaal miró hacia atrás.
- Muchísimas gracias.
Era infantil sentirse decepcionado; pero el infantilismo afecta casi con la misma facilidad a un hombre que a un niño, y Gaal tenía un nudo en la garganta. Nunca había visto Trántor extendido ante él en toda su magnitud, tan grande como la vida, y no había creído tener que aguardar aún más »
Isaac Asimov