(N.de Slesnor: columnista del New York Herald Tribune)
« Quisiera poderle escribir esas siete u ochocientas palabras que me ha pedido, pero sólo conozco seiscientas. Luego, hay también otras razones.
En primer lugar, he sufrido una época de frustración con mi aguacate. Lo planté con la firme esperanza de que algún día estaría completamente cargado de frutos. Pues bien, han transcurrido cinco años y en todo este tiempo ni un solo aguacate ha colgado de sus ramas. Con profunda desesperación fui a un vivero y le expliqué la situación al jardinero. Cuando acabé el relato me miró con mayor desprecio todavía que el habitual y me dijo: "Sr. Marx, ¿no sabe usted que los aguacates se aparean y que si se quiere tener frutos debe tener uno macho y otro hembra?". Bueno, Hy, podrían haberme derribado con un melón de agua. Sé que las estrellas de cine tienen que hacer algo así para dar frutos, pero no tenía la menor idea de que el aguacate macho necesitase al aguacate hembra tan imperiosamente como Lana necesita a Lex, Frankie necesita a Ava y Abbott necesita a Costello. Pensándolo mejor, quite a Abbott y Costello. La naturaleza no actúa así.
Bien, para abreviar más esta breve epopeya, compré la segunda planta y ahora tengo los dos sexos en el traspatio. Han estado juntos poco tiempo y supongo que es demasiado pronto para saberlo, pero hasta ahora debo decir que no he advertido alguna diferencia. Lo que me intriga es que nunca se miran el uno al otro. Están simplemente ahí, con la mirada perdida, severa y distante, sin mover nunca una hoja, sin hacer crujir nunca siquiera una ramita. Quién sabe, quizá se muestran precavidos cuando estoy por allí. Alguna noche cuando la luna esté llena y el abajo firmante también, me deslizaré hasta allí, me plantaré entre los arbustos y permaneceré allí hasta descubrir definitivamente si alguna vez voy a tener aguacates.
Saludos, Groucho ».
En primer lugar, he sufrido una época de frustración con mi aguacate. Lo planté con la firme esperanza de que algún día estaría completamente cargado de frutos. Pues bien, han transcurrido cinco años y en todo este tiempo ni un solo aguacate ha colgado de sus ramas. Con profunda desesperación fui a un vivero y le expliqué la situación al jardinero. Cuando acabé el relato me miró con mayor desprecio todavía que el habitual y me dijo: "Sr. Marx, ¿no sabe usted que los aguacates se aparean y que si se quiere tener frutos debe tener uno macho y otro hembra?". Bueno, Hy, podrían haberme derribado con un melón de agua. Sé que las estrellas de cine tienen que hacer algo así para dar frutos, pero no tenía la menor idea de que el aguacate macho necesitase al aguacate hembra tan imperiosamente como Lana necesita a Lex, Frankie necesita a Ava y Abbott necesita a Costello. Pensándolo mejor, quite a Abbott y Costello. La naturaleza no actúa así.
Bien, para abreviar más esta breve epopeya, compré la segunda planta y ahora tengo los dos sexos en el traspatio. Han estado juntos poco tiempo y supongo que es demasiado pronto para saberlo, pero hasta ahora debo decir que no he advertido alguna diferencia. Lo que me intriga es que nunca se miran el uno al otro. Están simplemente ahí, con la mirada perdida, severa y distante, sin mover nunca una hoja, sin hacer crujir nunca siquiera una ramita. Quién sabe, quizá se muestran precavidos cuando estoy por allí. Alguna noche cuando la luna esté llena y el abajo firmante también, me deslizaré hasta allí, me plantaré entre los arbustos y permaneceré allí hasta descubrir definitivamente si alguna vez voy a tener aguacates.
Saludos, Groucho ».
Groucho Marx