« -Hanna, ¿crees que la predisposición a la desgracia se hereda?- le preguntó.
-No, hijo, no- respondió la anciana con convicción, aunque, mientras lo decía, juntó precavidamente el meñique y el íncide de ambas manos en un gesto de conjuro gitano que Ismaíl no llegó a advertir-. Uno es igualmente responsable de su felicidad y de su infortunio. Es cierto que nadie puede negar la importancia del azar, pero si lo piensas bien, te darás cuenta de que la fatalidad llega siempre a nuestras vidas por la puerta que nosotros mismos le hemos abierto »
-No, hijo, no- respondió la anciana con convicción, aunque, mientras lo decía, juntó precavidamente el meñique y el íncide de ambas manos en un gesto de conjuro gitano que Ismaíl no llegó a advertir-. Uno es igualmente responsable de su felicidad y de su infortunio. Es cierto que nadie puede negar la importancia del azar, pero si lo piensas bien, te darás cuenta de que la fatalidad llega siempre a nuestras vidas por la puerta que nosotros mismos le hemos abierto »
Susana Fortes