« "No te quieres rendir", Rendirse significa "aceptar este momento como es". Pero no serás capaz de rendirte a menos que estés sufriendo mucho, y ya hayas tenido suficiente. Y en determinado momento reconoces que todo ese sufrimiento es autoinfligido (te lo haces tú), es creado por no querer aceptar las cosas como son, es creado cuando interpretas las cosas a tu manera de algo que ya Es.
El sufrimiento proviene de los pensamientos, de la manera que interpretamos las cosas, no de la situación. Los seres humanos crean su propio sufrimiento. Así que, te das cuenta que ya tuviste suficiente, y solamente cuando ya tuviste verdaderamente suficiente sufrimiento en tu vida, eres capaz de decir: "Ya no necesito este sufrimiento".
El sufrimiento es un gran maestro. Es la única forma de aprendizaje espiritual de muchas personas. El sufrimiento te hace profundizar, poco a poco, te hace interiorizar, te muestra cuál es el ego. Para algunas personas este conocimiento llega cuando sienten que ya tocaron fondo. Lo que hacen es alimentar el sufrimiento hasta que llegan al punto de estar listos para escuchar el mensaje que dice: "Hay otra forma de vivir sin crear más sufrimiento para ti mismo". Cuando estás listo para escuchar este mensaje, que es realmente el mensaje que hay en la espiritualidad, llega el fin de vivir en un estado de sufrimiento.
Por tanto, uno podría decir que necesita sentir el sufrimiento para darse cuenta de que ya no necesita sufrir más. Si no ha sufrido, esta enseñanza no podría existir. Porque como ser humano, no crecería espiritualmente si no hubiera sufrido.
Cuando ya no te causas más dolor a ti mismo, porque recuerda que son tus pensamientos y la forma de ver las cosas lo que te hace sufrir más que todo (no es la situación, sino la interpretación tuya de la situación). Cuando ves eso, ves que hay otra forma de vivir en la cual ya no luchas mentalmente para tratar de cambiar lo que Es, es cuando llega el fin del sufrimiento autoinfligido. Y si ya no lo hago conmigo mismo, tampoco lo haré con los demás ».
Eckhart Tolle