« Para Goethe, la idea de llegar a amarse a uno mismo es irrealizable, sin embargo, admite la posibilidad de que el hombre pueda encontrarse con ciertos rasgos propios que lo ayuden a uno a reconocerse y eso ya es ganancia. Por otro lado, Chesterton, ahora recuerdo, en una de sus cartas mencionaba la idealización del amor a uno mismo como un propósito significativo pero inasequible. Desde una perspectiva disidente, Nietzsche, plantea a través de Zaratustra, que amarse mucho a sí mismo es un signo de fecundidad, al que sí alcanzan a llegan ciertos hombres. Aunque, más adelante, Nietzsche dirá lo siguiente en La voluntad de dominio: «Para que el hombre pueda tenerse respeto a sí mismo es necesario que sea capaz también de ser malo». Y esto que dice es algo interesante. Esto último sería, hasta cierto punto, avalado por muchos otros intelectuales (entre psiquiátras y filósofos) como Jung, que postulan el reconocimiento y asimilación de nuestra luz y sombra; pues, de otro modo, como el ser humano tiene una tendencia casi inconquistable a ocultar los rasgos de su personalidad que no le gustan o que no son socialmente aceptables, tiende a desconocerse a sí mismo. Y si uno no se acepta tal y como es, con aquellos pequeños rasgos de maldad, de egoísmo, de hastío temporal, que nacen y mueren tan de pronto en algunos casos, y que perduran en otros hasta llevar su desapego al plano cotidiano (que sería el caso de los inadaptados), uno acaba por encontrarse con una valla que le imposibilitará amarse a sí mismo. Porque, ¿cómo podría amarse alguien, a sí mismo, si primero no se acepta tal y como es? De ahí que uno idealice lo perfecto, la vida de otros a través de las pantallas, donde no se muestran esas pequeñas cosas que sólo viven en nuestra mente ».
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