martes, julio 28

Love is all

"De todas las fuerzas que nos afectan en la vida, al menos para mí, el amor ha sido la más poderosa de todas.

A medida que nuestra población incrementa, nuestro planeta se vuelve cada vez más y más pequeño, por eso es importante que todos aprendamos cómo amarnos y aceptarnos. Y cuando eso no sea posible, al menos aprender a tolerarnos.

Aprendí esa valiosa lección en mi vida debido a cambios culturales. Me mudé de Grecia a los Estados Unidos y hasta el día de hoy, la gente me pregunta "¿eres Griego o Americano?" Soy humano, como todos ustedes. Después soy Griego o Americano o Chino o Indio.

Tenemos que entender y darnos cuenta que hay tantas maneras de vivir la vida como hay personas en este planeta.

Hace 2.500 años Socrates dijo que el ser humano perfecto son todos los seres humanos combinados colectiva mente. Es un nosotros, somos todos nosotros, juntos, los que creamos la perfección."

Yanni


lunes, julio 27

Negación

"Al salir de la habitación noté su mirada. Me recorrió de pies a cabeza con el aire melancólico de los últimos meses. Aun así, mamá se esforzó por que todo fuera como cada mañana; sonrió, me besó la frente y me ofreció el desayuno. “Yo sé lo que te sucede, mamá”, podría decirle, pero no lo haré. Y ella podría decirme: “has cambiado”, pero tampoco lo hará. Ambas seguiremos fingiendo, ella que soy una niña y yo que soy mujer".


Marisol Gamez



"La relación madre- hija es paradójica y, en cierto sentido, trágica..." Erich Fromm.



Crónicas del Mictlán

"Es inevitable; tarde o temprano nos alcanzarán los días sin sol y las noches sin luna. El sendero se oscurecerá y las tinieblas nos bloquearán el paso. Será un momento gris. Parecerá que no hay a dónde ir. No es así. Para dejar la penumbra atrás, solo hay que caminar."


sábado, julio 25

Los libros de Juan Villoro

“-¿Y los has leído todos?

-Claro que no. Una biblioteca no es para leerse entera, sino para consultarse. Aquí los libros están por si acaso. He leído toda mi vida, pero hay muchas cosas de las que no sé nada. Lo importante no es tenerlo todo en la cabeza sino saber dónde encontrarlo. La diferencia entre un presumido y un sabio es que el presumido solo aprecia lo que ya sabe y el sabio busca lo que aún no conoce”. 


Juan Villoro



viernes, julio 24

Gente buena

"Hay gente que te la hace fácil. Que te allana el camino. Que te corre las piedras que tú no viste, porque estabas demorada en otro pantano. Gente que festeja tu sonrisa. Que te pone una manta, porque como tiene frío, se adelanta al tuyo. Gente que te escucha con el corazón y mirándote a los ojos. Gente a la que no le importa gastar un minuto en discutir algo que no le suma a ninguna de las dos partes. Gente que te cuida. Te valora y te respeta, sobretodo cuándo estás ausente.

Es gente que te quiere sin vueltas. Sin enrosques. Sin pedido de facturas ni reproches. Gente que te elige por tu compañia. Por quién eres. Porque acepta tu herida y tu belleza.

Gente buena. Gente que vuela con tu vuelo y te recuerda los tres deseos que te tocan para tu cumpleaños.

Gente que alimenta tu alma. Que se alegra por tu existencia, la celebra. Sana. Cura. Salva.

Esa gente se vuelve imprescindible.
Se cuida como oro.
Esa gente es necesaria y uno tiene que valorarla cuando está,
no cuando hace falta.
A esa gente se le ama. Y punto."


Lorena Pronsky


martes, julio 21

El cambio

«Cuando cambiamos mucho, entonces nuestros amigos que no han cambiado se convierten en fantasmas de nuestro propio pasado: su voz nos suena espantosamente vaga, como si nos oyésemos a nosotros mismos, pero más jóvenes, más duros, más inmaduros».


Friedrich Nietzsche


lunes, julio 20

La ciencia jovial

"Preludios de la ciencia. — ¿Acaso creéis vosotros que habrían surgido y progresado las ciencias si no hubiesen existido previamente magos, alquimistas, astrólogos y brujas, cuyas promesas e imposturas crearan antes la sed, el hambre y el sabor agradable por los poderes «ocultos» y «prohibidos»? ¿Acaso, en realidad, se tuvo que «prometer» infinitamente más de lo que jamás se podía llegar a cumplir, para que, en general, se cumpliese algo en el reino del conocimiento? —Puede que del mismo modo que aquí se nos aparecen el preludio y los ejercicios preliminares de la ciencia, que, inicialmente, no fueron practicados ni sentidos en absoluto de esa manera, también aparezca, en alguna época lejana, la totalidad de la «religión» como un ejercicio y preludio parecido: puede que ella sea el extraño medio para que algunos individuos puedan disfrutar alguna vez de la plena autosuficiencia de un dios y de toda su fuerza para redimirse a sí mismo. Es, en efecto, lícito preguntar: ¿habría aprendido el hombre, en general, a sentir esta hambre y esta sed de «sí mismo» y a tomar también de «sí» este hartazgo y plenitud, sin esa escuela religiosa y sin esa prehistoria? ¿Tuvo Prometeo que «creer ilusamente» haber «robado» el fuego, y expiar por ello, para, finalmente, llegar a descubrir que él, «deseando el fuego», había creado ese fuego? ¿No tuvo que hacerlo también para darse cuenta de que no sólo el hombre sino también el «dios » había sido la obra de «sus» manos y de la arcilla en sus manos? ¿Es todo únicamente una imagen del creador? —¿también la ilusión, el robo, el Cáucaso, el buitre y toda la trágica «Prometeia» de todos los que buscan el conocimiento?"


Friedrich Nietzsche



domingo, julio 19

Los dioses

"Un pueblo que continúa creyendo en sí mismo continúa teniendo también su Dios propio. En él venera las condiciones mediante las cuales se encumbra, sus virtudes, — proyecta el placer que su propia realidad le causa, su sentimiento de poder, en eun ser al que poder dar gracias por eso. Quien es rico quiere ceder cosas; un pueblo orgulloso necesita un Dios para hacer sacrificios... Dentro de tales presupuestos la religión es una forma de gratitud. Uno está agradecido a sí mismo: para ello necesita un Dios. —Tal Dios tiene que poder ser útil y dañoso, tiene que poder ser amigo y enemigo, —se lo admira tanto en lo bueno como en lo malo. La antinatural castración de un Dios para hacer de él un Dios meramente del bien estaría aquí fuera de todo lo deseable.

[... ] De hecho, no hay ninguna otra alternativa para los dioses: o son la voluntad de poder — y mientras tanto serán dioses de un pueblo — o son, por el contrario, la impotencia de poder — y entonces se vuelven necesariamente buenos".



Friedrich Nietzsche





viernes, julio 17

El amor de Jane Austen

"A poca gente quiero de verdad y de muy pocos tengo buen concepto. Cuanto más conozco el mundo más me desagrada y confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia."


Jane Austen


jueves, julio 16

Libros

“Entre los muchos mundos que el hombre no recibió como un regalo de la naturaleza, pero que creó con su propia mente, el mundo de los libros es el más grande. [...] Sin palabras, sin escritura y sin libros no habría historia, no habría concepto de humanidad. Y si alguien quiere tratar de encerrar en un espacio pequeño, en una sola casa o habitación individual, la historia del espíritu humano y hacerla suya, solo puede hacerlo en forma de una colección de libros”.



Hermann Hesse


martes, julio 14

Intimidad

"La combinación de exceso de trabajo que limita nuestro volumen social y la tecnología han modificado la posición desde donde fundamos nuestras relaciones de pareja.

El exceso de trabajo ha reducido nuestro tiempo disponible y la capacidad de socialización, las redes sociales son un resultado de éste fenómeno, es la vía mediante la cual interactuamos a lo largo del día.

En las redes sociales mostramos fragmentos de lo que somos, nos sabemos observados y eso influye en nuestro comportamiento virtual, asumimos posturas exageradas. Entonces interactuamos con imágenes, con poses que tratan de mostrar algunas cualidades, filtros que maquillan imperfecciones, entonces ofrecemos un fragmento absoluto de lo que somos.

“¿¡Cómo que a Will Smith le va mal en el amor!?” Lo qué pasa es que concluimos eso desde el fragmento que tenemos del actor, construimos un imaginario a partir de sus fotos, películas o personajes, lo imaginamos y pensamos que esa posición de individuo carismático es su posición permanente. No le conocemos, no convivimos con él, sin embargo los seres humanos no sólo somos fragmentos de virtud, cargamos con nuestras dudas existenciales, nuestra historia, nuestros complejos, nuestras oscuridades. Cuando avanzamos en la intimidad conoceremos a un individuo en sus formas más complejas, mucho más allá de un fragmento o de una imagen. Enamorarnos de esa imagen constituye un comportamiento desde una posición histérica, la persona histérica no tolera la desilusión y por eso se ofrece como un fragmento que anhela vincularse con la imagen “perfecta” de alguien pero sin alcanzar la intimidad, una persona en posición histérica está lejos de amar.

Desarrollar intimidad con un individuo implica ir más allá del fragmento de perfección que se ofrece en nuestras interacciones intelectuales, intimar con alguien en primera instancia será decepcionante, descubriremos que la persona no se mantiene como ese fragmento de perfección todo el tiempo; tiene malos hábitos, malestares, irracionalidades, la intimidad puede tornarse intolerable pero amar implica tolerar la frustración, la decepción, la ambigüedad y desde ahí poder dar lugar a que el otro no solo coloque su posición perfecta, sino qué hay lugar para la posición compleja.

Entonces hoy para ligar nos “histerizamos”, es decir nos volvemos una cosa beneficiosa llena de virtudes, una imagen agradable, lo hacemos desde aplicaciones o redes sociales, interactuamos más con imágenes, filtros, frases hechas, nuestro propio ritmo de vida no favorece la convivencia cotidiana, de hecho nuestra convivencia es utilitaria, no pasamos el tiempo, convivimos con algún propósito, para divertirnos, para entretenernos, para sexo y demás. Nos volvemos un objeto “histerizado” que tiene una función específica, no queremos perder el tiempo en nuestra dinámica reducida de tiempo.

Entonces anhelamos la imagen perfecta, el discurso correcto, el tiempo productivo, anhelamos la relación que es como una máquina que opera a la perfección y con potencia, pero no contamos con el tiempo para convivir, no deseamos (o no podemos) pasar tiempo con el otro (aunque no haya un propósito específico), al “histerizarnos” nos ofrecemos como individuos perfectos, negamos y rechazamos nuestra complejidad y la del otro, sólo expertos en las relaciones superficiales, funcionales y utilitarias. 

Pero mira no nos equivocamos que la posición histérica se mueve de un lugar a otro, puedes decir: “todo por eso yo me mostraré auténtico y con toda mi complejidad...” y no te das cuenta que te sigues “histerizando”, porque te quieres seguir ofreciendo como un objeto ideal. El reto es que puedas recuperar el tiempo que no tienes, la disposición de convivir con alguien, de disfrutar esa interacción, de descubrir a alguien con el paso del tiempo y en medio de todo eso se formará una dinámica y un vínculo.

Tampoco sirve de mucho que digas “conoceré mis defectos y cuando conozca a alguien que me interese le advertiré sobre esto...”, mediante la reflexión podemos conocer nuestros desafíos pero la gente que convive con nosotros íntimamente puede descubrir cosas que nosotros no miramos y pueden hacérnoslo notar, esa es una de las cosas dolorosas pero que tienen un potencial de crecimiento en toda relación íntima. No hay amor desde una posición superficial, desde una imagen perfecta, sin convivencia, sin dinámica, sin intimidad. En la intimidad se desbarata esa imagen, muchos aterrorizados huyen y se refugian en el enamoramiento y por eso viven enamorados o más bien renegando o resistiéndose a la intimidad. Mediante la intimidad descubrimos nuestras debilidades, nuestras crisis, nuestras oscuridades, nuestros enredos pero también descubrimos que el amor es nuestra única posibilidad de crecimiento. Pero si nos “histerizamos” dejamos ir esa oportunidad."


Jonathan R. Ahumada 
Clínica de las emociones 







domingo, julio 12

En busca del tiempo perdido

"Hace ya muchos años que, de mi infancia en Combray, solo existía para mí la tragedia cotidiana de acostarme. Un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso tomar, contra mi costumbre, un poco de té. Dije que no, primero, pero luego, no sé por qué, cambié de opinión. Mandó a comprar uno de esos bollos pequeños y rollizos que se llaman magdalenas, y que parecen haber sido moldeados en las valvas con ranuras de una concha de Santiago. Pronto, maquinalmente, agobiado por el día triste y la perspectiva de otro igual, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había dejado reblandecer un trozo de magdalena. Pero, en el instante mismo que el trago de té y migajas de bollo llegaban a mi paladar, me estremecí, dándome cuenta de que pasaba algo extraordinario. Me había invadido un placer delicioso, aislado, sin saber por qué, que me volvía indiferente a vicisitudes de la vida, a sus desastres inofensivos, a su brevedad ilusoria, de la misma manera que opera el amor, llenándome de una esencia preciosa; o, más bien, esta esencia no estaba en mí sino que era yo mismo. Y no me sentía mediocre, limitado, mortal. ¿De dónde podía haberme venido esta poderosa alegría? Me daba cuenta de que estaba unida al gusto del té y del bollo, pero lo sobrepasaba infinitamente, no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Cómo apresarla?

(...)

“Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de misa) cuando iba a darle los buenos días a su cuarto. Ver la magdalena no me había recordado nada, antes de que la probara; quizá porque, como había visto muchas sin comerlas, en las pastelerías, su imagen se había separado de aquellos días de Combray para enlazarse a otros más recientes; ¡quizá porque de esos recuerdos por tanto tiempo abandonados fuera de la memoria, no sobrevive nada y todo se va disgregando! 

(...)

En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar el porqué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de caza que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té."



Marcel Proust 

Sobre héroes y tumbas

"De modo que no eran las ideas las que salvan al mundo, no era el intelecto ni la razón, sino todo lo contrario: aquellas insensatas esperanzas de los hombres, su furia persistente para sobrevivir, su anhelo de respirar mientras sea posible, su pequeño, testarudo y grotesco heroísmo de todos los días frente al infortunio."


Ernesto Sabato

sábado, julio 11

Sólo ser


Reescribir la realidad

"Sólo los idiotas creen en la realidad del mundo, lo real es inmundo y hay que soportarlo”, aseguró Jacques Lacan.

Nuestra realidad es psíquica, se trata de un enlace entre lo real, lo imaginario y lo simbólico que nos determina. Esto hace que cada mirada, cada opinión que proferimos sea tan subjetivo y original como lo somos nosotros.

Por eso es difícil ponerse de acuerdo. Puede resultar un esfuerzo enorme respetar la perspectiva del otro. Realmente el que cree que tiene la verdad al opinar es un idiota. Claro, también es lo que suele creer alguien del otro que no piensa igual que uno.

Si configuramos las cosas como lo hacemos, es porque lo real suelto, sin el soporte en los otros registros, es inmundo, no es algo de nuestro mundo simbólico, y adquiere un carácter insoportable. Encima lo imaginario muchas veces no ayuda.

Es notable cómo el análisis permite desinflar lo imaginario, cómo el yo deja de rechazar lo insoportable como acostumbraba a hacerlo, lo que llevaba a tornarlo en algo aún más difícil de tolerar al trocarlo en síntomas. El análisis permite que las determinaciones inconscientes, cargadas de goce, se desprendan.
Nuestra realidad es algo que llevamos escrito. Y suele ser bastante estúpida.

Poner a trabajar el inconsciente implica que se descifre para que algo se reescriba. El analista como soporte es una suerte de cuaderno en blanco donde podemos realizar nuestro trabajo. A medida que se escribe cambia la realidad con los movimientos que se van produciendo en los diferentes registros que nos permiten dar cuenta de la misma. La ventana nos va mostrando otros horizontes a medida que atravesamos nuestro fantasma fundamental.

No se trata de cambiar lo real. Sino de poder soportarlo, de poder arreglársela con eso. Saber-hacer es el sintagma que da cuenta de un arreglo diferente.

También esto se pone a prueba en los tiempos que corren."




viernes, julio 10

XXVII


"Nada de lo que se va

se lleva todo

ni en lo que regresa

vuelve lo perdido.

Es siempre entre pedazos

que palpamos la vida,

es solo entre resquicios

                  que la inmensidad                       se asoma."


Hugo Mujica 

La brújula interior


"Querido jefe:

Hace un buen rato que intento acabar el informe que me has pedido, pero no puedo concentrarme. Ya sabes que suelo responder con eficacia a tus indicaciones, pero algo en mi interior se niega hoy a seguir redactando fríos y descorazonados memorándums. Por contra, cuando me he puesto a escribirte esta carta, mi pulso se ha acelerado y mis dedos han empezado a danzar livianamente sobre el teclado del ordenador.

Seguro que te preguntarás por qué te escribo una carta en lugar de enviarte un e-mail o simplemente llamarte al móvil. No estoy seguro, pero creo que tiene que ver con la distancia y la ausencia de prisas. Dicho de otra manera, la carta me da la posibilidad de escribir pensando, de volver atrás y rectificar, de explicarme sin la incómoda sensación de que tengo que ser breve para no hacer perder el tiempo a mi interlocutor. Sin la premura de otros medios, en definitiva. Y lo que te quiero explicar, como verás, no admite prisas.

El caso es que hay una cosa que me tiene preocupado, a ratos estupefacto y a ratos cabreado, y que no me deja conciliar el sueño desde hace semanas. Es algo sencillo y fácil de entender, pero a la vez terriblemente profundo. Quizá te parezca banal a simple vista, pero tengo razones para pensar que es esencial para nuestro futuro como personas y como sociedad.

Te lo diré sin rodeos: la gente no es feliz. Por supuesto, es una generalización, pero más extendida de lo que muchos creen.

Desde hace algún tiempo, cuando pregunto a mis amigos y compañeros algo tan simple como «¿qué tal?», obtengo respuestas como éstas:

«Pues, tirando» (del carro, evidentemente, con lo que la identificación con un animal de tracción es obvia).

«Ya ves» (que en realidad quiere decir: «Decídelo tú, por que yo ni me veo»).

«Vamos haciendo» (en un gerundio sin fin). Fíjate, «vamos» y no «voy», porque en esta situación es mejor sentirse acompañado.

«Luchando» (como si la vida fuera una guerra).

«Pasando» (¿por el tubo?).

«No me puedo quejar» o su versión extendida «No nos podemos quejar», donde el que responde asume, en un alarde de masoquismo, que podría estar peor.

O el ya frecuente «jodido, pero contento», en el que se manifiesta que el estado natural de uno es estar jodido.

Son muy pocos los que contestan «¡bien!» y casos aisladísimos los que espetan un asertivo, sincero y convencido «¡muy bien!»

Así que está claro que alguna cosa falla.

La realidad, la de hoy, la que percibo a mi alrededor, es que millones de personas van cada día a trabajar con tristeza y resignación, sin otra esperanza para salir de su desgraciada circunstancia que acertar en la lotería y llegar por un atajo a la felicidad. Son muchos los que trabajan en oficios que no les realizan, que andan estresadísimos, que sienten profunda y tristemente que cobran menos de lo que valen y que, en definitiva, se sienten mercenarios de una hipoteca. 

Y dicen…

… «No puedo cambiar.»

… «Tengo una hipoteca a treinta años.»

… «Tengo una familia a la que sacar adelante.»

… «Soy un profesional con unos compromisos muy fuertes que debo mantener, ¿qué otra cosa podría hacer?»

Llevo tiempo dándole vueltas y creo que esta infelicidad tiene mucho que ver con una frasecita perversa que todos conocemos bien. Yo la he oído a lo largo de toda mi vida, desde que era un crío. Es una expresión que forma parte de nuestro lenguaje aceptado y compartido. Está en el centro de nuestra vida y, probablemente por eso mismo, nunca reflexionamos sobre sus implicaciones.

Tiene apariencia inofensiva, la muy puñetera, pero no hay que fiarse. Si la escuchas sin prestar mucha atención, dices: «Vale, ¿y qué?». Pero si te paras a pensarla, a rebuscar entre las palabras, sacas conclusiones escalofriantes.

Voy directo al grano. La frase en cuestión es corta, sólo tiene cinco palabras y es: «Hay que ganarse la vida».


¿Qué, cómo la ves? ¿Alguna reacción a bote pronto? ¿Te dice algo? ¿Se activa alguna alerta en tu mente?

Lo cierto es que a mí no me decía nada hasta que hace un par de semanas, en una reunión con unos clientes, se la oí decir resignadamente a uno de ellos. 

Entonces, de pronto, me vino a la cabeza el siguiente pensamiento:

DECIR QUE NOS TENEMOS QUE GANAR LA VIDA IMPLICA PARTIR DE LA PREMISA DE QUE LA VIDA ESTÁ PERDIDA.

Has leído bien, sí, ¡perdida! ¡Y esto es fuerte, muy fuerte! Y, sin embargo, todos o casi todos lo tenemos asumido como normal, como lo que toca, como lo que es, como lo que hay.

Y si asumimos la perversión de esta frase tan socialmente aceptada y muy escasamente pensada, lo mejor que podemos esperar de nuestra existencia, el mejor de los futuros imaginables, es recuperar algo que, en realidad, nos es consustancial. Para no vivir como muertos, nos pasaremos la vida intentando «ganárnosla». Con resignación y, rondar ya por tu cabeza y has llegado a conclusiones que a mí se me escapan (por algo eres el jefe).

Así que espero con ansia tu respuesta a estas líneas.


Con un afectuoso abrazo, 
Álex


P. D. Ya lo decía el sabio escritor estadounidense Henry David Thoreau… ¡en el siglo XIX!: «No hay nadie tan equivocado como aquel que pasa la mayor parte de su vida ganándose la vida»."



El arte de amar


jueves, julio 9

"Para algunos, serás un místico.
Para otros, serás un loco.
Para unos, serás un sabio.
Para otros, serás un incomprendido.
Para unos cuantos, 
serás un buen ejemplo.
Para otros, serás un peligro.
Para algunas personas, 
serás un buen amigo.
Para otras, 
tendrás la culpa de todo.

¿Te das cuenta?

Tan sólo ERES EL REFLEJO DEL ESTADO DE CONSCIENCIA DE LOS DEMÁS.

Por tanto, SÉ SIEMPRE TÚ mismo, sin importarte lo que otros opinen de ti, porque no hay mayor grandeza en toda la existencia, que la libertad de expresar tu escencia."


martes, julio 7

¿Qué es el amor?

"Freud supo presentarnos aquello que Miller ha denominado cómo una lógica de la vida amorosa. Jacques Lacan, por su parte, llegó a una definición que no tiene precedentes.

En el verbo DAR encontramos la dimensión ilusoria en el amor donde se juega algo del orden de la entrega, de la donación.

Pero DAR LO QUE NO SE TIENE... Ahí la cosa se complica.

Dar lo que se tiene es sencillo, lo hace cualquiera. En ocasiones se plantea que se trata de una perspectiva fálica. Es verdad, se pone en juego la castración, pero se trata también de algo del orden de la transmisión, de trasmitir una imposibilidad.

... A ALGUIEN QUE NO ES.

Sí, no nos va a completar el Otro. ¿O acaso tampoco es ese Otro a quien creo que me dirijo?

Si me preguntan qué es el amor, diría en principio esto: El amor es un juego de ilusiones que nos puede proporcionar una verdad. Esa verdad es el vacío.

La fórmula de Lacan nos enfrenta a la imposibilidad. Pero también al desafío de hacer algo con la misma.

El verdadero acto de amor implica saber trasmitir esa imposibilidad de completar al Otro. Pero esto puede depararle problemas a las partes interesadas en una relación. 

Salvo que se haga amorosamente, que uno tenga un vínculo con el vacío, no para rechazarlo, sino para que opere como causa. Son muchas las cuestiones que estorban. Y el psicoanálisis permite abordarlas.

Miller ha planteado que se trata de despojar al amor de sus virtudes analógicas, es decir de elevación o arrobamiento. El psicoanálisis avanza por la vía del amor, pero se trata de la vía del detalle. De esos detalles que conforman una serie que nos permite llegar a su corazón, a aquello que denominamos castración y que, a partir de su tratamiento, podemos redefinir en términos de vacío.

También eso es el amor: Ese vacío que nos permite establecer un lazo donde el goce le puede dar lugar al deseo."


Luis D. Salamone



lunes, julio 6

sábado, julio 4

"La verdad"

"Está “la verdad” (con minúsculas), es lo que ha configurado la cosmovisión del sujeto, sus construcciones que le dan sentido a las cosas incluso cuando son falsas, pero digamos que “la verdad” al sujeto le hace sentir seguro. Por otra parte está “La Verdad”, que son aquellos elementos que vamos descubriendo y que incluso refutan “la verdad”. “La Verdad” nos horroriza y huimos de ella y nos refugiamos en “la verdad”, de ahí qué hay mucha gente que es prisionera de sus propias ideas."


Jonathan R. Ahumada 


viernes, julio 3

El horror

"Todo ser humano va formando una estructura psicológica que se constituye por diferentes registros, entre ellos el amor, las reglas, el humor, el sexo, la frustración, la creatividad y el horror, éste último está asociado de manera importante a la angustia.

Una persona que padece trastorno de angustia o ataques de pánico sabe que el nivel de horror experimentado es potente e intenso, de la nada aparece una idea irracional y una especulación sobre la muerte, esta es una respuesta a un detonante que nos remonta a una experiencia infantil.

¿De dónde proviene tu relación con el horror? De dos sentimientos constantes que aparecerán con frecuencia en nuestra vida:

✅ Sentimientos de indefensión o vulnerabilidad.
✅ Sentimientos de incompetencia.

En donde hay indefensión e incompetencia hay angustia y en donde aparece la angustia hay un punto de quiebre: correremos hacia lo que nos brinda seguridad (neurosis) o avanzaremos hacia lo desconocido (tolerar la angustia).

El horror sobrecoge y recuerda el fin de la vida, de ahí nace el miedo a morir, también es común el miedo a ser encerrado o inmovilizado, asociado a algunos castigos en la infancia, ese encierro detona angustia para quienes viven el “encierro” de la cuarentena, también está el miedo a ser mutilado, a perder alguna parte del cuerpo, el miedo al abandono “¿qué voy a hacer sin ti?”, todos estos miedos tienen la misma base: indefensión e incompetencia.

Le tenemos miedo al monstruo debajo de la cama, no queremos mirar, pero ¿cómo le podemos temer a algo que no hemos visto?, el monstruo es constituido por una mezcla de elementos internos: ¡nosotros somos el monstruo y no lo sabemos! Entonces después se adquiere insomnio, un temor a dormir en la cama, la cama y la habitación se convierten en lo horroroso. 

Piénsalo, muchos de nosotros hemos optado por “lo seguro” para frenar la angustia: trabajos, amistades, relaciones de pareja que son “seguras”, por eso repetimos los mismos conflictos, para evitar la angustia. La persona que deja su relación inestable descubre una angustia intensa, sumando la indefensión e incompetencia esto nos hace correr a los brazos de los/las ex.

La angustia aparece, pero según Kierkegaard es un afecto noble, te recuerda que necesitas movilizarte para dejar de ser un individuo indefenso, necesitas aprender, caminar, encontrar respuestas y volverte un individuo capaz, alguien que descubre respuestas, inventa soluciones y crea caminos. En resumen, esto constituye un acto de fe. ¿Cómo enfrentamos el horror a la muerte? Viviendo hasta que ya no se pueda."


Jonathan R. Ahumada 
Clínica de las emociones 






jueves, julio 2

Desear o querer

"Desear y querer no es lo mismo, la gente pasiva desea mucho pero no se moviliza. Querer implica movilidad y compromiso, por eso no queremos todo lo que deseamos."


Jonathan R. Ahumada