"Cada vez hablo menos. Me siento bien pensando en mis cosas sin decir nada. Hay pocas personas capaces de respetar el silencio hasta el extremo de permanecer mudas la mayor parte del tiempo. Yo estoy a gusto con quienes me relaciono sin tener la obligación de hablar. A veces realizamos un breve comentario en voz alta como si formara parte del sueño, una fantasía, o algo similar. Si alguien me observa desde fuera tal vez piense que mi vida no es real, que no tengo casa, ni amistades, ni familia, que todo lo que me rodea forma parte de la ficción que yo me he creado. Tampoco estimo que sea necesario hablar para manifestar las emociones. Quizá lo que estoy contando sea consecuencia de una cuestión genética que afecta a determinadas personas. Mis padres eran capaces de expresar sus opiniones sin pronunciar ninguna palabra, sobre todo mi madre. No hacía falta subrayar cualquier detalle porque nos conocíamos tan bien que un simple gesto, una mirada, un suspiro, revelaba los sentimientos y lo que pensábamos sobre cualquier asunto.
Cada día me cuesta más trabajo pronunciar palabras. Me pregunto si decidí ser escritor para no tener que hablar. Al escribir tengo tiempo suficiente para pensar lo que voy a decir. Hay una frase que refleja de forma nítida lo que pretendo transmitir: «Al hablar floto y al flotar me pierdo, cuando escribo me realizo». Me gusta escuchar los comentarios de los desconocidos siempre que salgo a la calle. Entro un instante en sus vidas como si fueran lugares sagrados. Después reflexiono sobre lo que he oído. Unas palabras equivocadas pueden ofrecer una imagen falsa de la persona que las haya pronunciado. También los silencios permiten interpretar la realidad a nuestro antojo y por eso favorecen la creatividad. No sé si me explico, porque ahora mismo estoy escribiendo como si hablara en voz alta.
Cuando asisto a una velada siempre termino cayendo en la tentación de romper el silencio para manifestar algún juicio. Entonces hablo más de la cuenta y después me arrepiento. Me quedo con la sensación de haberme comportado igual que si viniera de otro mundo y con la certeza de que los demás sospechan que estoy en babia. No lo dicen, aunque lo piensan en silencio; porque hay silencios que no guardan ninguna relación con el que yo defiendo. Silencios que traicionan, por ejemplo: el silencio de los cobardes y los hipócritas. Los que callan y otorgan. Nunca sabremos lo que verdaderamente piensan de nosotros. El silencio del que perpetra un acto violento. No quiero ni oír hablar de estos silencios. Yo sólo persigo una confortable intimidad que no necesita palabras".
José Antonio Garriga Vela
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