"Después de pasar semanas, meses, incluso años, delante del ordenador con la mirada perdida y sin ideas, resuelvo cambiar de sitio la mesa de trabajo. Soy un hombre paciente, pero cuando tomo una decisión no hay marcha atrás. Imagínense un pintor delante del lienzo blanco un día y otro día sin efectuar ni un solo trazo, pues lo mismo me ocurre a mí con las palabras. Llevo casi tres años esperando escribir la segunda línea de una novela. Ahora dejo la ventana a mi espalda y miro hacia el interior de la casa. Justo enfrente tengo el cartel de la película Sunset Boulevard con la caricatura de Gloria Swanson mirándome irritada y algo más cerca, sobre la librería que estaba en casa de mis padres cuando nací, permanece el rostro esculpido de Dante Alighieri que heredé de los abuelos. El aspecto sereno de Dante me relaja mientras que la expresión colérica de Gloria me obliga a poner en guardia.
Ignoro el tiempo que ocuparé este lugar. Quizás pase otros tres años escrutando el rostro de Dante y rogando que cuente una historia. Pero la literatura ni se hereda ni se contagia como las esculturas y los estados de ánimo. Ahora en lugar de ver el paisaje a través de la ventana, lo recuerdo e imagino; dos manera distintas de enfrentarse al arte y la vida. Me doy cuenta lo importante que es elegir un lugar en el mundo. Me refiero a tomar una posición. Esto es lo primero que escribo desde que he cambiado de sitio. Mañana volverá la pantalla en blanco y seguiré aguardando que surja la historia definitiva. Una cuestión de paciencia. Últimamente pienso que no volveré a escribir ninguna novela. Sólo pequeños relatos, una página, dos, quizás diez, y ya está. No me altero, al contrario. Siento curiosidad por saber qué pasará en la novela de mi vida.
Oigo un sonido raro a mi espalda, pero no vuelvo la cara. Buster Keaton también me acompaña. Mi padre me llamaba Pamplinas cuando yo era pequeño. “Qué Pamplinas eres”, me decía, “Pamplinas ven, Pamplinas corre, Pamplinas despierta.” Entonces no sabía el significado, ahora me identifico con el apodo. Me atrae el nombre. Soy alguien sin importancia. Esta es la imagen que quiero dar, la que me hace grande. La que mi padre me inspiró. Estoy satisfecho con el cambio. Gracias Gloria, gracias Dante, gracias Buster. Un leve ruido sigue sonando a mi espalda, como si alguien golpeara con delicadeza el cristal para que abra la ventana y lo deje entrar. Alrededor sólo hay pájaros y fantasmas, o sea que tengo claro quién llama. Nos conocemos desde hace tiempo. Mañana, sin duda, empezaré la novela".
José Antonio Garriga Vela
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