domingo, mayo 31

Sexta poesía vertical


"La campana está llena de viento,
aunque no suene.
El pájaro está lleno de vuelo,
aunque esté quieto.
El cielo está lleno de nubes,
aunque esté solo.
La palabra está llena de voz,
aunque nadie la diga.
Toda cosa está llena de fugas,
aunque no haya caminos.

Todas las cosas huyen
hacia su presencia."

Roberto Juarroz 
(1975)


sábado, mayo 30

Poesía Vertical - 28

"No existen paraísos perdidos.
El paraíso es algo 
que se pierde todos los días,
como se pierden todos los días 
la vida,
la eternidad y el amor.

Así también se nos pierde la edad,
que parecía crecer
y sin embargo disminuye cada día,
porque la cuenta es al revés.
O así se pierde el color 
de cuanto existe,
descendiendo como un animal amaestrado
escalón por escalón,
hasta que nos quedamos sin color.

Y ya que sabemos además
que tampoco existen paraísos futuros,
no hay más remedio, entonces,
que ser el paraíso."


Roberto Juarroz 
(1963)



viernes, mayo 29

Temporalidad y espacialidad

"La palabra hablada se pronuncia en una dimensión, en tiempo real. Una vez enunciada, la frase no puede volver a ser atrapada, salvo al precio de una nueva frase que venga a modificarla. Esta tensión sin fin hasta el después implica una dimensión temporal irrebasable. Sólo la dimensión temporal, de sentido único, constituye el espacio en el que se despliega la palabra hablada, sin espesor ni superficie. Ahora bien, a partir de esta sola palabra se instala la estructura. La estructura da cuenta de que así, con la palabra hablada, se construye, vía lo inconsciente, vía el fantasma, vía el sujeto... La realidad, toda la realidad, tanto el pan que se ha comido al mediodía como el libro que leemos. De lo más concreto a lo más abstracto, esas cosas no son sino efectos de discurso. Lo real es otro asunto".

Granon-Lafont



jueves, mayo 28

La posición del amor

"En la vida estás en la posición del privilegio, la opresión o el servicio. Muchos queremos estar del lado del privilegio a costa de la opresión del otro y se nos olvida lo básico: madurar es asimilar la pérdida del privilegio para servir al otro."

Jonathan R. Ahumada 
Clínica de las emociones 

miércoles, mayo 27

Ofrecerte mi falta

"Es que sí, pequeño lagartito, supongo que ya te has dado cuenta de que no soy un súper héroe, de que no todo lo puedo, ya te desilusioné en varias ocasiones, no puedo darte todo lo que me pides, a veces, porque simplemente no puedo en otras, porque no quiero y en ambas situaciones está la falta. Así construimos los vínculos: con mucho amor y un poco de odio. Suena fuerte esto, pero cuando eras más pequeño lo decías con mayor claridad y libertad, podías liberar el malestar y expresarte: “ya no te quiero...”, “eres malo...”, tal vez, en algunas ocasiones estabas descubriendo tus sentimientos, tal vez en otras ocasiones me lo gané, pero una pizca de desagrado sobre lo que amas nos permite vivir una experiencia afectiva amplia, gracias a eso sabes que no soy lo único ni tu plenitud ni la fuente de tu felicidad y es ese aspecto desagradable que te impulsará lejos de mi, te alejarás y encontrarás tu propio sendero, uno que se parece más a ti y menos a mi, ahí te encontrarás y me encontrarás diferente pero ahí podrás apreciarnos a ambos en una perspectiva distinta, esa perspectiva de madurez te hará tolerar lo desagradable, con suerte comprenderme, pero verás que no soy sólo eso, también soy lo lindo, tus recuerdos bellos, aprendizajes significativos, de repente algo de mí encontrarás en ti, esas sorpresas suceden a la distancia..."


Jonathan R. Ahumada 
Clínica de las emociones



martes, mayo 26

Nueva escuela: humanismo vs tecnocracia

"[...] cuando de verdad nos preocupa el aprendizaje de las nuevas generaciones, cuando nos preocupa de verdad enseñar, en el sentido de mostrar, indicar algo del mundo que valga la pena; atender a esa parte del mundo que vale la pena atender y defendernos de esa otra parte del mundo que es horrorosa, violenta, miserable, es que la idea de dar tiempo es casi como dar para respirar [...] tener la sensación de que todavía no es demasiado tarde, de que todavía no es el fin".


Carlos Skliar





Elogio de las bibliotecas


“La biblioteca nos conecta con la perspicacia y con el conocimiento, penosamente extraído de la naturaleza por las mentes más grandiosas que hayan existido: los mejores maestros, seleccionados de entre el planeta y la historia enteros, nos enseñan sin cansancio alguno y nos inspiran para hacer nuestra propia contribución al conocimiento colectivo de la especie humana. Creo que la salud de nuestra civilización, la profundidad de nuestra percepción acerca de la importancia de la cultura así como la preocupación por el futuro pueden todos ser bien probados por la medida en que apoyamos a nuestras bibliotecas”.



Carl Sagan



lunes, mayo 25

Impulsos

"Te contaré algo, las personas vivimos diferentes impulsos y algunos quedan reprimidos pero latentes, es decir, están buscando un detonador para que puedan salir hacerse manifiestos. Por ejemplo, alguien ha fantaseado y deseado ser infiel pero lo ha reprimido y ese deseo queda latente, entonces es cosa de tiempo para que un mecanismo de defensa permita la liberación del impulso ¿Qué mecanismo puede ser? La racionalización, encontrar una idea lógica que se acomode muy bien a la libre salida del impulso “Oh, mi esposa me ha descuidado mucho, no me quiere, no me desea, me siento tan vulnerable...”. La persona perpetrará la infidelidad y aparecerá la racionalización para defender los actos intencionales del Yo.

Entonces hay muchos impulsos reprimidos que se encuentran en latencia pero también hay miles de detonadores, por ejemplo, el sistema laboral favorece la competencia y esto permitirá que los impulsos tribales de envidia, chismes y agresiones constituyan la dinámica de grupo del entorno laboral, es decir hay entornos que favorecen la fricción social y la liberación de impulsos, combinación tremenda para la aparición de psicopatologías. 

Las redes sociales son otro ejemplo, aquí hay grupos, pero también son sistemas de reforzamiento, publico una cosa y like, una foto y like, es decir, esta dinámica favorece la pertenencia pero también la competencia. También es un hecho que hay mucha gente que no socializa y su única manera de evacuar sus impulsos es mediante las redes sociales. En estos lares abunda la pornografía infantil, la violencia, el acoso y las agresiones de cada día, las redes sociales en ocasiones parecen un baño público mental. 

¿Pero qué detona tu liberación del impulso? ¿La persona o su representación? Lo más probable es que sea su representación, es decir, una transferencia, lo que significa que una persona te representa rasgos de una figura significativa de tu pasado y esto juega a favor o en contra: simplemente no sabes por qué pero la persona te cae muy bien, o todo lo contrario. Una cosa que te ayudará con tu higiene mental es hacer un registro de tu abanico emocional a manera de diario. 

Ejemplo:

Situación: 

“Hoy estaba comiendo y relataron de una forma que alguien había fallecido por COVID-19. ”

Emoción: 

“Sentí mucha preocupación...” 

Al hacerlo puedes identificar “Estoy angustiado hoy por este tema o molesto por aquello, me surgió un pensamiento agresivo hacia tal persona...” 

Lo primero es comenzar a identificar con honestidad las situaciones y emociones que experimentas. 

Hacerte ciego a tus sentimientos los acumula, los sobrecarga y esos impulsos son sumamente destructivos, es decir, se tornan autodestructivos o se encausan en forma de agresión dirigida a un objeto particular. Por ejemplo, la historia de maltrato de aquel rapero, acumula mucha agresión, sus objetos de ataque en el recurso de sus letras son mujeres y niños, es decir, hay una identificación con el agresor. Él fue agredido y se siente avergonzado y humillado, ahí hay impulsos autodestructivos, por eso desaparece su lado vulnerable y en el Yo queda la imagen de su agresor, por eso él se torna un agresor, pero estos contenidos grotescos los deposita en su música, es decir, al menos los está evacuando, finalmente al hacerlo recibe aprobación y pertenencia de grupo, lo cual lo mantiene funcional. El problema es cuando no tienes en donde desechar esos impulsos y ahí es donde aparecen los comportamientos 𝐀uto y destructivos. 

Así que el impulso que expulsas ya lo traías, tal vez se fugue en forma de sueño, un acto simbólico, un chiste, un acto fallido o un síntoma. Pero si sale ese impulso de manera periódica ya corresponde a un conflicto repetido, tal vez a un tema de años. Salud mental es identificar tus deseos, nombrarlos, darles voz, identificar tus transferencias, tus mecanismos de defensa, tus sentimientos y al menos intentar descifrar las razones de por qué haces lo que haces."


Jonathan Ahumada
Clínica de las emociones 




sábado, mayo 23

Sólo una vez

"Sólo una vez supe para qué servía la vida.
En Boston, de repente, lo entendí;
caminé junto al río Charles,
observé las luces mimetizándose,
todas de neón, 
luces estroboscópicas, 
abriendos sus bocas 
como cantantes de ópera;
conté las estrellas, 
mis pequeñas defensoras,
mis cicatrices de margarita
y comprendí que 
paseaba mi amor 
por la orilla verde noche 
y lloré vaciando mi corazón 
hacia los coches del este 
y lloré vaciando mi corazón 
hacia los coches del oeste 
y llevé mi verdad 
sobre un pequeño puente encorvado
y apresuré mi verdad, 
su encanto, hacia casa
y atesoré estas constantes 
hasta el amanecer
sólo para descubrir 
que se habían ido."


Anne Sexton





jueves, mayo 21

La verdad de Lacan

"La verdad es que no se la puede decir, ya que ella sólo puede decirse a medias. La verdad no se funda, acabo de decirlo, sino en la suposición de lo falso: ella es contradicción. No se funda más que en el no. Su enunciado es sólo la denuncia de la no verdad. Ella se dice nada más que por la mitad. Digámoslo, ella es mi—médica: ella es Imaginario. Y efectivamente por eso nos vemos forzados a pasar por allí, en mi opinión. Ella es Imaginario en tanto que lo Imaginario es lo falso segundo, con relación a lo Real; en tanto que el macho, en el ser hablante, no es la hembra, y que no tiene otro sesgo por donde presentarse. Sólo que no son esos sesgos que puedan satisfacernos. Ello es así al punto de que se puede decir que el inconsciente se define por esto. Y NADA MAS que por esto: que él sabe de ello más que esa verdad, y que el hombre no es la mujer."


Jacques Lacan
(seminario 21, clase 6)


Rayuela (capítulo 93)

"Pero el amor, esa palabra… Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. Tan triste oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la música es posible, la raíz desde donde se podría empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas combadas, crecería la hermosura. Dadora de infinito, yo no sé tomar, perdoname. Me estás alcanzando una manzana y yo he dejado los dientes en la mesa de luz. Stop, ya está bien así. También puedo ser grosero, fájate. Pero fijate bien, porque no es gratuito.

¿Por qué stop? Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto. Pero estoy solo en mi pieza, caigo en artilugios de escriba, las perras negras se vengan cómo pueden, me mordisquean desde abajo de la mesa. ¿Se dice abajo o debajo? Lo mismo te muerden. ¿Por qué, por qué, pourquoi, why, warum, perchè este horror a las perras negras? Miralas ahí en ese poema de Nashe, convertidas en abejas. Y ahí, en dos versos de Octavio Paz, muslos del sol, recintos del verano. Pero un mismo cuerpo de mujer es María y la Brinvilliers, los ojos que se nublan mirando un bello ocaso son la misma óptica que se regala con los retorcimientos de un ahorcado. Tengo miedo de ese proxenetismo, de tinta y de voces, mar de lenguas lamiendo el culo del mundo. Miel y leche hay debajo de tu lengua… Sí, pero también está dicho que las moscas muertas hacen heder el perfume del perfumista. En guerra con la palabra, en guerra, todo lo que sea necesario aunque haya que renunciar a la inteligencia, quedarse en el mero pedido de papas fritas y los telegramas Reuter, en las cartas de mi noble hermano y los diálogos del cine. Curioso, muy curioso que Puttenham sintiera las palabras como si fueran objetos, y hasta criaturas con vida propia. También a mí, a veces, me parece estar engendrando ríos de hormigas feroces que se comerán el mundo. Ah, si en el silencio empollara el Roc…

Logos, faute éclatante. Concebir una raza que se expresara por el dibujo, la danza, el macramé o una mímica abstracta. ¿Evitarían las connotaciones, raíz del engaño? Honneur des hommes, etc. Sí, pero un honor que se deshonra a cada frase, como un burdel de vírgenes si la cosa fuera posible".


Julio Cortázar



miércoles, mayo 20

Tango de tanta vuelta

"Uno se va contando despacito las cosas, imaginándolas al principio a base de Flora o una puerta que se abre o un chico que grita, después esa necesidad barroca de la inteligencia que la lleva a rellenar cualquier hueco hasta completar su perfecta telaraña y pasar a algo nuevo. Pero cómo no decirse que a lo mejor, alguna que otra vez, la telaraña mental se ajusta hilo por hilo a la de la vida, aunque decirlo venga de un puro miedo, porque si no se creyera un poco en eso ya no se podría seguir haciendo frente a las telarañas de afuera (...)"


Julio Cortázar 

Del libro "Queremos tanto a Glenda"

martes, mayo 19

Esencia y misión del maestro

"Escribo para quienes van a ser maestros en un futuro que ya casi es presente. Para quienes van a encontrarse repentinamente aislados de una vida que no tenía otros problemas que los inherentes a la condición de estudiante; y que, por lo tanto, era esencialmente distinta de la vida propia del hombre maduro. Se me ocurre que resulta necesario, en la Argentina, enfrentar al maestro con algunos aspectos de la realidad que sus cuatro años de Escuela Normal no siempre le han permitido conocer, por razones que acaso se desprendan de lo que sigue. Y que la lectura de estas líneas –que no tiene la menor intención de consejo- podrá tal vez mostrarles uno o varios ángulos insospechados de su misión a cumplir y de su conducta a mantener.

Ser maestro significa estar en posesión de los medios conducentes a la transmisión de una civilización y una cultura; significa construir, en el espíritu y la inteligencia del niño, el panorama cultural necesario para capacitar su ser en el nivel social contemporáneo y, a la vez, estimular todo lo que en el alma infantil haya de bello, de bueno, de aspiración a la total realización. Doble tarea, pues: la de instruir, educar, y la de dar alas a los anhelos que existen, embrionarios, en toda conciencia naciente. El maestro tiende hasta la inteligencia, hacia el espíritu y finalmente, hacia la esencia moral que reposa en el ser humano. Enseña aquello que es exterior al niño; pero debe cumplir asimismo el hondo viaje hacia el interior de ese espíritu y regresar de él trayendo, para maravilla de los ojos de su educando, la noción de bondad y la noción de belleza: ética y estética, elementos esenciales de la condición humana.

Nada de esto es fácil. Lo hipócrita debe ser desterrado, y he aquí el primer duro combate; porque los elementos negativos forman también parte de nuestro ser. Enseñar el bien, supone la previa noción del mal, permitir que el niño intuya la belleza no excluye la necesidad de hacerle saber lo no bello. Es entonces que la capacidad del que enseña –yo diría mejor: del que construye descubriéndose pone a prueba. Es entonces que un número desoladoramente grande de maestros fracasa. Fracasa calladamente, sin que el mecanismo de nuestra enseñanza primaria se entere de su derrota; fracasa sin saberlo él mismo, porque no había tenido jamás el concepto de su misión. Fracasa tornándose rutinario, abandonándose a lo cotidiano, enseñando lo que los programas exigen y nada más, rindiendo rigurosa cuenta de la conducta y disciplina de sus alumnos. Fracasa convirtiéndose en lo que se suele denominar «un maestro correcto». Un mecanismo de relojería, limpio y brillante, pero sometido a la servil condición de toda máquina.

Algún maestro así habremos tenido todos nosotros. Pero ojalá que quienes leen estas líneas hayan encontrado también, alguna vez, un verdadero maestro. Un maestro que sentía su misión; que la vivía. Un maestro como deberían ser todos los maestros en la Argentina.

Lo pasado es pasado. Yo escribo para quienes van a ser educadores. Y la pregunta surge, entonces, imperativa: ¿Por qué fracasa un número tan elevado de maestros? De la respuesta, aquilatada en su justo valor por la nueva generación, puede depender el destino de las infancias futuras, que es como decir el destino del ser humano en cuanto sociedad y en cuanto tendencia al progreso.

¿Puede contestarse la pregunta? ¿Es que acaso tiene respuesta?

Yo poseo mi respuesta, relativa y acaso errada. Que juzgue quien me lee. Yo encuentro que el fracaso de tantos maestros argentinos obedece a la carencia de una verdadera cultura que no se apoye en el mero acopio de elementos intelectuales, sino que afiance sus raíces en el recto conocimiento de la esencia humana, de aquellos valores del espíritu que nos elevan por sobre lo animal. El vocablo «cultura» ha sufrido como tantos otros, un largo malentendido. Culto era quien había cumplido una carrera, el que había leído mucho; culto era el hombre que sabía idiomas y citaba a Tácito; culto era el profesor que desarrollaba el programa con abundante bibliografía auxiliar. Ser culto era –y es, para muchos- llevar en suma un prolijo archivo y recordar muchos nombres...

Pero la cultura es eso y mucho más. El hombre –tendencias filosóficas actuales, novísimas, lo afirman a través del genio de Martín Heidegger- no es solamente un intelecto. El hombre es inteligencia, pero también sentimiento, y anhelo metafísico, y sentido religioso. El hombre es un compuesto; de la armonía de sus posibilidades surge la perfección. Por eso, ser culto significa atender al mismo tiempo a todos los valores y no meramente a los intelectuales. Ser culto es saber el sánscrito, si se quiere, pero también maravillarse ante un crepúsculo; ser culto es llenar fichas acerca de una disciplina que se cultiva con preferencia, pero también emocionarse con una música o un cuadro, o descubrir el íntimo secreto de un verso o de un niño. Y aún no he logrado precisar qué debe entenderse por cultura; los ejemplos resultan inútiles. Quizá se comprendiera mejor mi pensamiento decantado en este concepto de la cultura: la actitud integralmente humana, sin mutilaciones, que resulta de un largo estudio y de una amplia visión de la realidad.

Así tiene que ser el maestro.

Y ahora, esta pregunta dirigida a la conciencia moral de los que se hallan comprendidos en ella: ¿Bastaron cuatro años de Escuela Normal para hacer del maestro un hombre culto?

No; ello es evidente. Esos cuatro años han servido para integrar parte de lo que yo denominé más arriba «largo estudio»; han servido para enfrentar la inteligencia con los grandes problemas que la humanidad se ha planteado y ha buscado solucionar con su esfuerzo: el problema histórico, el científico, el literario, el pedagógico. Nada más, a pesar de la buena voluntad que hayan podido demostrar profesores y alumnos; a pesar del doble esfuerzo en procura de un debido nivel cultural.

La Escuela Normal no basta para hacer al maestro. Y quien, luego de plegar con gesto orgulloso su diploma, se disponga a cumplir su tarea sin otro esfuerzo, ése es desde ya un maestro condenado al fracaso. Parecerá cruel y acaso falso; pero un hondo buceo en la conciencia de cada uno probará que es harto cierto. La Escuela Normal da elementos, variados y generosos, crea la noción del deber, de la misión; descubre los horizontes. Pero con los horizontes hay que hacer algo más que mirarlos desde lejos: hay que caminar hacia ellos y conquistarlos.

El maestro debe llegar a la cultura mediante un largo estudio. Estudio de lo exterior, y estudio de sí mismo. Aristóteles y Sócrates: he ahí las dos actitudes. Uno, la visión de la realidad a través de sus múltiples ángulos; el otro, la visión de la realidad a través del cultivo de la propia personalidad. Y, esto hay que creerlo, ambas cosas no se logran por separado. Nadie se conoce a sí mismo sin haber bebido la ciencia ajena en inacabables horas de lecturas y de estudio; y nadie conoce el alma de los semejantes sin asistir primero al deslumbramiento de descubrirse a sí mismo. La cultura resulta así una actitud que nace imperceptiblemente; nadie puede despertarse mañana y decir: «Sé muchas cosas y nada más». La mejor prueba de cultura suele darla aquél que habla muy poco de sí mismo; porque la cultura no es una cosa, sino que es una visión; se es culto cuando el mundo se nos ofrece con la máxima amplitud; cuando los problemas menudos dejan de tener consistencia; cuando se descubre que lo cotidiano es lo falso, y que sólo lo más puro, lo más bello, lo más bueno, reside la esencia que el hombre busca. Cuando se comprende lo que verdaderamente quiere decir Dios.

Al salir de la Escuela Normal, puede afirmarse que el estudio recién comienza. Queda lo más difícil, porque entonces se está solo, librado a la propia conducta. En el debilitamiento de los resortes morales, en el olvido de lo que de sagrado tiene es ser maestro, hay que buscar la razón de tantos fracasos. Pero en la voluntad que no reconoce términos, que no sabe de plazos fijos para el estudio, está la razón de muchos triunfos. En la Argentina ha habido y hay maestros: debería preguntárseles a ellos si les bastaron los cuatro años oficiales para adquirir la cultura que poseen. «El genio –dijo Buffon- es una larga paciencia». Nosotros no requerimos maestros geniales; sería absurdo. Pero todo saber supone una larga paciencia.

Alguien afirmó, sencillamente, que nada se conquista sin sacrificio. Y una misión como la del educador exige el mayor sacrificio que puede hacerse por ella. De lo contrario, se permanece en el nivel del «maestro correcto». Aquéllos que hayan estudiado el magisterio y se hayan recibido sin meditar a ciencia cierta qué pretendían o qué esperaban más allá del puesto y la retribución monetaria, ésos son ya fracasados y nada podrá salvarlos sino un gran arrepentimiento . Pero yo he escrito estas líneas para los que han descubierto su tarea y su deber. Para los que abandonan la Escuela Normal con la determinación de cumplir su misión. A ellos he querido mostrarles todo lo que les espera, y se me ocurre que tanto sacrificio ha de alegrarnos. Porque en el fondo de todo verdadero maestro existe un santo, y los santos son aquellos hombres que van dejando todo lo perecedero a lo largo del camino, y mantienen la mirada fija en un horizonte que conquistar con el trabajo, con el sacrificio o con la muerte".


Artículo publicado el 20 de octubre de 1939, en la Revista Argentina, y firmado por Julio Florencio Cortázar, profesor, graduado en letras en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta de Buenos Aires.





lunes, mayo 18

Sans rancunei

"Larmes des yeux,
 les malheurs des malheureux,
malheurs sans intérêt et larmes sans couleurs,
Il ne demande rien, il n’est pas insensible,
Il est triste en prison et triste s’il est libre.

Il fait un triste temps, 
il fait une nuit noire
a ne pas mettre un aveugle dehors. 
Les forts sons assis, 
les faibles tiennent le pouvoir
et le roi est debout près de la reine assise.

Sourires et soupirs, 
des injures pourrissent
fans la bouche des muets et dans les yeux des lâches.
Ne prenez rien : ceci brûle, cela flambe!
Vos mains sont faites pour vos poches et vos fronts.

Une ombre…
Toute l’infortune du monde
et mon amour dessus
comme une bête nue."




Sin rencor

"Lágrimas de los ojos, 
los infortunios de los infortunados,
infortunios sin interés y lágrimas sin color.
Él no pide nada, no es insensible, 
está triste en prisión y triste si está libre.

Hace un muy triste tiempo,
 hace una noche negra
sin lugar para un ciego. 
Los fuertes
están sentados, 
los débiles tienen el poder
y el rey está de pie y la reina sentada.

Sonrisas y suspiros, 
injurias que se pudren
en bocas de mudos y ojos de cobardes.
No toquéis nada: ¡esto quema, esto arde!
Vuestras manos están hechas
para vuestros bolsillos y para vuestras frentes.

Una sombra…
Todo el infortunio del mundo
y encima mi amor
como un animal desnudo."


– Paul Éluard (seudónimo de Eugène Grindel)

De “Morir de no morir”, 1924.

domingo, mayo 17

Las manos más bellas del mundo

"Le decían frecuentemente que sus manos eran feas, que eran ásperas, desagradables. Sus manos le avergonzaban, un buen día uno de sus hijos se percató de que esas manos bellas fueron sacrificadas durante años, esas manos heridas y deterioradas estaban ahí en su título profesional, estaban ahí en cada plato servido en la mesa, estaban en los zapatos nuevos, estaban en los regalos de navidad, esas manos fueron heridas por amor, perdieron su belleza porque esa belleza impregnó a la gente bendecida por esas manos, ese día ese muchacho pudo mirar en ese deterioro, en la aspereza, las manos más bellas del mundo."



sábado, mayo 16

Una apuesta

"En vuestros libros he escalado las cimas del Everest y del Mont-Blanc, desde donde he contemplado la salida del sol al alba y su puesta al atardecer, inundando de un oro carmesí el cielo, el océano y la cumbre de las montañas; he visto, por encima de mí, brillar al relámpago rasgando las nubes; he visto los verdes bosques, los campos, los ríos, los lagos, las ciudades… He oído el canto de las sirenas y el caramillo de los pastores; he sentido las alas de prodigiosos demonios que han descendido hasta mí para hablarme de Dios. Con vuestros libros me he arrojado a precipicios sin fondo, he hecho milagros, he matado, he incendiado ciudades, he predicado nuevas religiones, he conquistado reinos enteros… Vuestros libros me han dado la sabiduría. Cuanto el espíritu humano ha sido capaz de crear a través de los siglos está comprimido en mi cerebro. Sé que soy más inteligente que todos vosotros, y desprecio vuestros libros y bienes y toda la sabiduría del mundo… Todo es inútil, vago, engañoso y vano como un espejismo. Y por muy orgullosos que estéis, por muy sabios y hermosos que seáis, la muerte no dejará de borraros de la faz de la tierra como a ratas, y las generaciones de vuestros descendientes, vuestra historia, la inmortalidad de vuestros genios, ¡todo quedará helado o arderá con la tierra entera!"


Antón Chejov





viernes, mayo 15

Reflexiones sobre una caja de cartón

"Es una fría mañana de llovizna, once días antes del fin del siglo veinte. Estoy sentado en mi casa en Brooklyn, contento de no tener que salir a meterme en ese desapacible clima de diciembre. Puedo quedarme aquí sentado tanto tiempo como quiera, y aun si tengo que salir luego en algún momento del día, sé que más tarde podré regresar. En cuestión de minutos, estaré calentito y seco otra vez.

Soy propietario de esta casa. La compré hace siete años reuniendo a duras penas el dinero suficiente como para cubrir la quinta parte del valor total. El otro ochenta por ciento lo pedí prestado a un banco. El banco me ha dado treinta años para pagar el préstamo, y cada mes yo me siento a escribirles un cheque. Después de siete años, apenas he logrado hacer mella en el capital. El banco me cobra el servicio de mantener la hipoteca, y casi cada centavo que les he dado hasta ahora ha ido a reducir el interés que les debo. No me quejo. Estoy contento de gastar este dinero extra (más del doble del valor del préstamo) porque me da la oportunidad de vivir en esta casa. Y me gusta aquí. 

Especialmente en una fea mañana como ésta, no puedo pensar en ningún otro lugar en el mundo donde preferiría estar.

Me cuesta un montón de dinero vivir aquí, pero no tanto como podría parecer a primera vista. Cuando pago mis impuestos en abril, se me permite deducir la suma completa de lo que he gastado en intereses a lo largo del año. Se descuenta directamente de mis ingresos, sin que se me hagan preguntas. El gobierno federal hace esto por mí, y le estoy inmensamente agradecido. ¿Por qué no debería estarlo? Me ahorra miles de dólares cada año.

En otras palabras, acepto el bienestar social que me ofrece el gobierno. Han arreglado las cosas como para que sea posible para una persona como yo tener esta casa. Todo el mundo en el país está de acuerdo con que es una buena idea, y ni una sola vez he oído de un congresista o de un senador que diera un paso al frente para proponer que esta ley sea cambiada. En los últimos años, los programas de seguridad social para los pobres han sido completamente desmantelados, pero los subsidios para vivienda de los ricos siguen en su lugar.

La próxima vez que veas un hombre viviendo en una caja de cartón, recuerda esto.

El gobierno estimula que cada uno sea propietario de su propia casa porque es bueno para los negocios, bueno para la economía, bueno para la moral pública. Es también el sueño universal, el sueño americano en su forma más pura y esencial. Los Estados Unidos se miden a sí mismos como civilización de acuerdo a este standard, y cuando queremos demostrar cuán exitosos somos empezamos por sacar a relucir nuestras estadísticas mostrando cómo un porcentaje de nuestros ciudadanos mayor que en ningún otro lugar del mundo es propietario de su propia casa. "Anticipos para vivienda" es el término económico clave, el indicador de base de nuestra salud financiera. Cuantas más casas construyamos, más dinero haremos, y cuanto más dinero hagamos, más feliz será todo el mundo.

Y sin embargo, como todo el mundo sabe, hay millones de personas en este país que nunca poseerán una casa, que luchan cada mes tan sólo para llegar a pagar la renta. También sabemos que hay muchos otros que no llegan a pagarla y son arrojados a la calle. Los llamamos "sin techo", pero de lo que realmente estamos hablando es de gente sin dinero. Como todo lo demás en América, acaba siendo una cuestión de dinero.

Un hombre no vive en una caja de cartón porque quiera hacerlo. 

Quizás se encuentre mentalmente trastornado, o sea drogadicto, o alcohólico, pero no está en la caja porque sufra ninguno de estos problemas. He conocido docenas de dementes en mi vida, y muchos de ellos vivían en casas hermosas. Muéstrenme el libro en el que está escrito que un alcohólico está destinado a dormir en la vereda. Igualmente podría llevarlo por la ciudad un chofer de sombrero negro. No hay una relación de causa y efecto en esto. Vives en una caja de cartón porque no puedes permitirte vivir en ningún otro sitio.

Estos son tiempos difíciles para los pobres. Hemos entrado en un período de enorme prosperidad, pero mientras nos precipitamos por la carretera de los beneficios mayores y aún mayores, olvidamos que cantidades no declaradas de personas van cayéndose a la cuneta. La riqueza crea pobreza. Esa es la ecuación secreta de una economía de libre mercado. No nos gusta hablar del tema, pero a medida que los ricos se vuelven más ricos y se encuentran con cantidades de dinero más y más grandes para gastar, los precios van subiendo. A nadie le han dicho lo que ha pasado con el mercado inmobiliario neoyorquino en los últimos años. Los costos de vivienda se han elevado más de lo que nadie hubiera creído posible hasta hace muy poco tiempo. Ni yo mismo, orgulloso propietario que soy, sería capaz de pagar mi propia casa si tuviera que comprarla hoy en día. Para muchos otros, el aumento han significado la diferencia entre tener y no tener un lugar donde vivir. Para alguna gente, ha sido la diferencia entre la vida y la muerte.

La mala suerte puede golpear a cualquiera de nosotros en cualquier momento. No hace falta mucha imaginación para pensar en las diversas cosas que podrían fulminarnos. Cada persona vive con la idea de su propia destrucción, y hasta el más feliz y exitoso tiene algún rincón oscuro en su cerebro donde se representan historias de horror en continuado. Imaginas que tu casa arde hasta los cimientos. Imaginas que pierdes tu trabajo. Imaginas que alguien que depende de ti cae enfermo, y las facturas del médico se llevan todos tus ahorros. O te juegas los ahorros en una mala inversión o en una mala tirada de dados. La mayoría de nosotros vive a sólo un desastre de afrontar auténticas privaciones. Una serie de desastres puede arruinarnos. 

Hay hombres y mujeres vagabundeando por las calles de Nueva York que una vez estuvieron en posiciones de manifiesta seguridad. Tienen títulos universitarios. Han tenido empleos de responsabilidad y mantenido a sus familias. Ahora están atravesando tiempos duros y, ¿quiénes somos para pensar que semejantes cosas nunca podrían ocurrirnos?

Durante los últimos meses, un terrible debate ha estado envenenando el aire de Nueva York acerca de qué hacer con ellos. De lo que deberíamos estar hablando es de qué hacer con nosotros mismos. Es nuestra ciudad, después de todo, y lo que les pasa a ellos también nos pasa a nosotros. Los pobres no son monstruos por no tener dinero. Son gente que necesita ayuda, y a ninguno de nosotros sirve castigarlos por ser pobres. Las nuevas reglas propuestas por la administración actual, en mi opinión, no son sólo crueles sino que no tienen ningún sentido. Si ahora duermes en la calle, serás arrestado. Si vas a un refugio, tendrás que trabajar por tu cama. Si no trabajas, serás arrojado de nuevo a la calle -y allí serás arrestado otra vez. Si eres padre, y no cumples con las regulaciones laborales, tus hijos te serán quitados. La gente que defiende estas ideas proclama ser, todos ellos, devotos hombres y mujeres temerosos de Dios. 

¿Por qué nadie se ha molestado en decirle a esta gente que son unos hipócritas?

Mientras tanto, se hace tarde. Varias horas han pasado desde que me he sentado en mi escritorio y empecé a escribir estas palabras. No me he movido en todo este tiempo. El calor traquetea en las tuberías, y el cuarto está templado. Afuera, el cielo está oscuro, y el viento está azotando el costado de la casa con la lluvia. No tengo respuestas, ni consejos para dar, ni sugerencias. Todo lo que pido es que pienses el clima. Y luego, si puedes, que te imagines dentro de una caja de cartón, tratando lo mejor que puedas de conservar tu calor. En un día como hoy, por ejemplo, once días antes del fin del siglo veinte, afuera en el frío y el griterío de las calles de Nueva York".


Paul Auster





Despegue profesional


miércoles, mayo 13

Lost on you

LP

La epidemia del filósofo Marco D'eramo

“No habrá recuperación. Habrá disturbios sociales. Habrá violencia. Habrá consecuencias socioeconómicas: un desempleo dramático. Los ciudadanos sufrirán drásticamente: algunos morirán, otros se sentirán muy mal.”

Éste no es un escatólogo hablando, sino Jacob Wallenberg, vástago de una de las dinastías más poderosas del capitalismo global, que prevé una contracción económica mundial del 30% y un altísimo desempleo como resultado del “cierre general” del coronavirus. Si bien los filósofos temen que nuestros gobernantes estén explotando la epidemia para imponer una disciplina biopolítica, la clase dominante en sí misma parece tener la preocupación opuesta: “Tengo pánico de las consecuencias para la sociedad… Tenemos que sopesar los riesgos de que el medicamento afecte drásticamente al paciente”. El magnate sueco se hace eco del pronóstico de Trump de que la terapia matará al paciente. Si bien los filósofos ven las medidas contra el contagio (toques de queda, fronteras cerradas, restricciones a las reuniones públicas) como un mecanismo de control siniestro, los gobernantes temen que los bloqueos les hagan perder su control.

Al evaluar el impacto de Covid-19, los filósofos en cuestión han citado las páginas extraordinarias sobre la plaga de Disciplina y castigo, donde Foucault describe las nuevas formas de vigilancia y regulación ocasionadas por el brote a fines del siglo XVII. Quien ha tomado la posición más clara sobre la pandemia es Giorgio Agamben, en una serie de artículos combativos que comienzan con ‘La invención de una epidemia‘, publicado por el 26 de febrero de 2020. En este artículo, Agamben describe las medidas de emergencia implementadas en Italia para detener la propagación del virus como “frenéticas, irracionales y completamente infundadas”. “El miedo a la epidemia da rienda suelta al pánico”, escribía, “y en nombre de la seguridad aceptamos medidas que restringen severamente la libertad, justificando el estado de excepción”. Para Agamben, la respuesta del coronavirus demuestra una “tendencia a usar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno”. “Es casi como si, con el terrorismo agotado como origen de medidas excepcionales, la invención de una epidemia ofreciera el pretexto ideal para defenderlos más allá de cualquier limitación”. Agamben reafirmó estas ideas en otros dos textos que aparecieron en el sitio web de la editorial italiana Quodlibet a mediados de marzo.

Ahora, Agamben está equivocado y tiene razón; o más bien, está drásticamente equivocado y en cierto sentido, acertado. Está equivocado porque los hechos básicos lo contradicen. Incluso los grandes pensadores pueden morir de contagio —Hegel falleció de cólera en 1831— y los filósofos tienen el deber de revisar sus puntos de vista cuando las circunstancias lo exigen: si el negacionismo del coronavirus era débilmente posible en febrero, ya no es razonable a fines de marzo. Sin embargo, Agamben tiene razón en que nuestros gobernantes usarán todas las oportunidades para consolidar su poder, especialmente en tiempos de crisis. Que el coronavirus se está explotando para fortalecer la infraestructura de vigilancia masiva no es ningún secreto. El gobierno de Corea del Sur ha analizado la propagación de la infección al rastrear la ubicación de sus ciudadanos a través de sus teléfonos móviles, una política que causó alboroto cuando sacó a la luz una serie de asuntos extramaritales. En Israel, el Mossad pronto implementará su propia versión de este rastreador, mientras que el gobierno chino ha duplicado la vigilancia por vídeo y los dispositivos de reconocimiento facial (no es que las agencias de inteligencia del mundo estuvieran esperando la excusa de una epidemia para comenzar a seguirnos digitalmente). Muchos gobiernos europeos están decidiendo actualmente si imitar los programas de monitoreo digital de Corea del Sur y China, y la Oficina del Comisionado de Información de Gran Bretaña aprobaba esta medida a fines de marzo. Agamben no es el primero en argumentar que uno de los objetivos de la dominación social es atomizar a los dominados; Guy Debord escribió en La sociedad del espectáculo que el desarrollo de utopías de capitalismo-mercancía nos aislaría en una “separación perfecta”.

Al final de esta crisis, entonces, los poderes de vigilancia de los gobiernos habrán aumentado diez veces. Pero, en contra de lo escrito por Agamben, el contagio sigue siendo real, mortal y destructivo a pesar de este hecho. El hecho de que los servicios de seguridad puedan beneficiarse de la pandemia no justifica un salto al conspirismo paranoico: la Administración Bush no necesitaba destruir las Torres Gemelas para aprobar la Ley Patriota; Cheney y Rumsfeld podrían legitimar el secuestro y la tortura simplemente aprovechando las oportunidades que presentó el 11 de septiembre.

Menciono el ataque a las Torres Gemelas porque revela un segundo defecto en el trabajo de Agamben, que explica todas las técnicas de control social que utilizan el modelo de represión estatal contra una lucha armada insurreccional. A fines de los años setenta y principios de los ochenta, varios países europeos impusieron un estado de excepción presuntamente para combatir el terrorismo, una tendencia que afectó directamente a la generación de Agamben y a sus descendientes. Pero no todos los estados de excepción son iguales. Como enseña Aristóteles, si todos los gatos son mamíferos, no todos los mamíferos son gatos. El estado de excepción impuesto en nombre del terrorismo es similar a la política diseñada para contener la lepra: es decir, la división de la sociedad en dos grupos separados, con leprosos/terroristas excluidos de la comunidad de ciudadanos sanos/respetuosos de la ley. Por el contrario, el estado actual de excepción reproduce, en principio, lo que Foucault teoriza para la peste, basado en el control, la inmovilización y el aislamiento de toda la población.

A diferencia del modelo de la lepra, este régimen no distingue entre buenos y malos ciudadanos. Todos somos potencialmente malos; Todos debemos ser monitoreados y supervisados. El panóptico abarca a toda la sociedad, no solo la prisión o la clínica.

Es cierto que estamos presenciando un experimento gigantesco y sin precedentes en la disciplina social, con tres mil millones de personas que actualmente tienen órdenes de permanecer en sus hogares, la mayoría de las cuales han aceptado estas restricciones a su libertad con poca resistencia activa. Hace cuarenta años, esto habría sido impensable. En muchos casos, este experimento se lleva a cabo a ciegas y al azar, como en India, donde Modi ha dado instrucciones a todo el país para que se quede en casa, a pesar de la presencia de 120 millones de trabajadores migrantes flotantes que a menudo se ven obligados a vivir en las calles.

En gran parte del mundo, el confinamiento en el hogar sólo es concebible para la clase más rica, mientras que para la mayoría conduce directamente al desempleo y al hambre. La India es un caso extremo, pero en todos los países se percibe una respuesta de clase a la epidemia. Esta es una “cuarentena de cuello blanco”, como lo dice The New York Times. Los privilegiados se encierran en casas con internet de alta velocidad y refrigeradores llenos, mientras que el resto continúa viajando en metros abarrotados y trabajan codo a codo en lugares con ambientes contaminados. La industria alimentaria, el sector energético, los servicios de transporte y los centros de telecomunicaciones deben continuar funcionando, junto con los que producen medicamentos vitales y equipos hospitalarios. La separación física es un lujo que muchos no pueden permitirse y las reglas para el “distanciamiento social” están sirviendo para ampliar el abismo entre las clases.

Lo que nos lleva al punto principal que Agamben ignora: la dominación no es unidimensional. No es sólo control y vigilancia; también es explotación y extracción (un poco de Marx, además de Schmitt, no dañaría su análisis). El grave daño que esta epidemia puede infligir al capital explica la reticencia de los políticos a imponer el aislamiento y la cuarentena: Boris Johnson (inicialmente) y Trump son los ejemplos más llamativos: se resistieron a anunciar una cuarentena durante el mayor tiempo posible y desean levantarla lo antes posible, incluso a costa de unos cientos de miles de muertes. En este caso, el lento ritmo de las políticas de salud pública debe contrastarse con la rapidez de la respuesta financiera. Naturalmente, las medidas presupuestarias “generosas” reflejan parcialmente las preocupaciones de Wallenberg: su objetivo es evitar grandes trastornos sociales al dar a los trabajadores lo suficiente para que puedan sobrevivir. Ningún capitalista quería verse forzado a esta posición keynesiana. Pero, como comentó el jefe de gabinete de Obama, Rahm Emanuel, “nunca dejes que se desperdicie una crisis grave”. Por lo tanto, si bien se realizan ampliaciones exiguas a la remuneración legal por enfermedad, los estados también han tomado medidas extraordinarias para apuntalar sus sectores financieros o “echar espuma en la pista de aterrizaje de los bancos”, en palabras del ex Secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner. Hasta ahora, los gobiernos de la OCDE han prometido más de $ 5 billones, y esa cifra aumentará.

Los gobernantes también se están aprovechando de la pandemia para impulsar políticas que causarían indignación en tiempos normales. Trump le ha dado a la industria estadounidense un billete gratis para romper las leyes de contaminación durante la emergencia, mientras que Macron ha desmantelado uno de los principales logros del movimiento laboral al extender la semana laboral máxima a 60 horas. Sin embargo, de alguna manera, la mezquindad de estos trucos legislativos -demasiado localizados y limitados para rescatar un orden neoliberal en crisis-, muestran que la pandemia ha cogido desprevenidas a las clases dominantes: aún no han comprendido la dimensión de la recesión que nos espera y su capacidad para acabar con las ortodoxias económicas. Así como Agamben ve todas las emergencias como antiterroristas, nuestros gobernantes ven esta crisis sistémica como una mera crisis financiera: responden a la pandemia como si fuera un nuevo 2008, imitando a Bernanke y prescribiendo la expansión monetaria de Friedman. Presos de la ortodoxia monetarista, no entienden que esta vez el shock de la demanda supondrá mucho más que una simple crisis de liquidez.

Muy pronto, se perderán fortunas enteras a medida que los capitalistas vean que sus negocios (aerolíneas, compañías de construcción, fábricas de automóviles, circuitos turísticos, producciones cinematográficas) se van por el desagüe. Pero en este contexto, la “caída de dinero desde helicópteros” de Friedman, la inyección de cantidades astronómicas de liquidez en la economía, iniciará una destrucción de capital a gran escala, ya que esta moneda recién emitida no corresponde a ningún valor real. Durante la guerra, se demuelen tanto el capital financiero como el material: infraestructuras, fábricas, puentes, puertos, estaciones, aeropuertos, edificios. Pero una vez que la guerra termina, comienza un período de reconstrucción, y es esa reconstrucción la que provoca un repunte económico. Sin embargo, la epidemia actual se parece más a una bomba de neutrinos, que mata a los humanos y deja intactos los edificios, carreteras y fábricas (si están vacías). Entonces, cuando termine la epidemia, no habrá nada que reconstruir y, por tanto ninguna, no habrá recuperación consecuente.

Después de que se levante la cuarentena, la gente no volverá de forma automática a comprar automóviles y billetes de avión en una escala como la anterior a la crisis. Muchos perderán sus empleos, mientras que aquellos que los mantengan tendrán dificultades para encontrar consumidores y clientes en una economía con problemas de liquidez. Mientras tanto, alguien tendrá que pagar la factura del gasto masivo relacionado con el virus, especialmente una vez que la acumulación de deudas resultante debilite la confianza de los inversores, momento en el cual el temor de Wallenberg a la inestabilidad social estará justificado: cualquier tratamiento de choque que se dispense después de la crisis -cuando, en nombre de la necesidad económica, el público debe pagar por esta ‘generosidad’-, puede servir para empujar a la gente a la revuelta. La epidemia aumentará el control y la vigilancia de arriba hacia abajo; reconvertirá a la sociedad como laboratorio de técnicas disciplinarias. Pero en esta situación, el papel de nuestros gobernantes será montar el tigre: aquellos que quieran supervisarnos y controlarnos preferirían hacerlo por medios menos costosos. Al final, revocar la cuarentena será fácil. Reiniciar la economía será más problemático".

Artículo original publicado en New Left Review el 4 de abril de 2020

martes, mayo 12

El amor de Miller

"Para amar, hay que confesar su falta y reconocer que se necesita al otro, que le falta. Aquéllos que creen estar completos solos o quieren estarlo, no saben amar." 

J. A. Miller

lunes, mayo 11

Primera fila

"Prefiero no hablar de ti, cuando lo hago te deformo, te destruyo, te invento. Por eso mi refugio es enmudecer y contemplarte para protegerte."


Jonathan R. Ahumada



domingo, mayo 10

Recuerdos de 10 de mayo

"Mi madre conservó hasta su muerte los dibujos que yo hacía cuando era chico para regalarle cada 10 de mayo. No eran dibujos hechos especialmente para el día de las madres, ni sobre un tema alusivo a la fecha —gracias a Dios—, ni especialmente bien hechos. 

Yo dibujaba con frecuencia al llegar el 10 de mayo, escogía entre mi producción reciente un dibujo que me pareciera mejor que los demás, le escribía en la esquina inferior derecha ‘a mi mamá’, ponía la fecha, le agregaba un cuarto de chocolates de Lady Baltimore y estaba yo del otro lado.

[…]

Pero estos regalos corresponden a una época en la que yo le había encontrado el modo al 10 de mayo. Los primeros años fueron más dolorosos para mi madre y para mí. Por ejemplo, un año tuve que bailar el jarabe tapatío. Me recuerdo —todavía con un estremecimiento— a mí mismo en un cuarto verde, frente a unos espejos, probándome pantalones de charro ante la mirada escéptica de mi madre. La agencia de ropa alquilada ha de haber estado en las calles de Uruguay o de El Salvador. Mi madre tuvo siempre la idea de que cualquier ropa me quedaba chica y de que había pocas cosas tan ridículas en el mundo como un hombre vestido de charro. Acabé con unos pantalones muy raros, con una especie de botones de cobre a los lados, que producían un leve campanilleo al andar.

El 10 de mayo siguiente fue más satisfactorio, debido a que durante ese año crecí más que los demás niños y acabé representando el papel de lobo en Los Tres Cochinitos. Tengo la impresión de que me dejé arrastrar por la actuación, hice cosas que no estaban en el libreto y los tres cochinitos, por más que se empeñaron, no lograron vencerme. Al terminar la representación, ni mi propia madre me felicitó. 

En un 10 de mayo siniestro una maestra emprendedora se empeñó en que sus alumnos mostraran su amor filial haciendo objects d’art con papel cartoncillo y engrudo. La experiencia que adquirí en esos días fue valiosa: sirvió para convencerme de que no había yo nacido para ejercer ninguna de las artes manuales. 

Pasó el tiempo. De un niño redondo, como la familia de mi madre, me convertí en un joven alargado, como la de mi padre. Un 10 de mayo llevé a mi madre a comer en el Centro Vasco y después fuimos al cine Alameda. Había un tumulto de ‘cabecitas blancas’.

—Es la última vez que salimos en 10 de mayo —dijo ella".

Jorge Ibargüengoitia

sábado, mayo 9

La actividad amorosa

"Hay quienes consideran que la actividad amorosa solamente va a generar sentimientos y emociones “positivas”, eso es falso, la única actividad amorosa que provocará un placer inmediato es ser amado y esa condición corresponde al narcisismo primario.

La actividad amorosa que trasciende el ser amado por el ser amante implica haber asimilado nuestra primera desvinculación, somos imperfectos, no estamos plenos ni lo estaremos, la vida es finita, no todo lo que me constituye es lo único que existe, asimilar esto te permite amar. 

Sabes que el acto de amar va incluso más allá del placer, ya no te mueves bajo esos principios, si sólo nos moviéramos por placer viviríamos paralizados como algunos neuróticos o viviríamos como algunos perversos narcisistas: solo se movilizan por el placer. 

Por ejemplo, amar te va a situar en experimentar fuertes sentimientos de inferioridad, no saber manejarlos te llevará a desarrollar complejos de inferioridad o complejos de superioridad. Desarrollar cualquier tipo de complejos (inferioridad-superioridad) te impide la capacidad de amar. Si no eres capaz de contactar, asimilar, tolerar y lidiar tus propias vulnerabilidades jamás podrás desarrollar un vínculo amoroso, así puedes tener vínculos de dependencia, de entretenimiento, de conveniencia, sexuales y demás, pero no vínculos de amor."

Jonathan R. Ahumada