« Es evidente que lo que en nosotros influye no son los hechos concretos, sino tan sólo nuestra opinión sobre ellos. Nuestra mayor o menor seguridad de que nuestras opiniones corresponden a los hechos reales, radica por completo y más aún en los niños inexpertos o en los adultos asociales- en la propia experiencia, siempre insuficiente, así como en la falta de contradicción entre nuestras opiniones y en el resultado de las acciones que de ellas se derivan. Es fácil comprender que estas opiniones son frecuentemente insuficientes, sea porque el sector de nuestra actividad resulta limitado, sea porque los pequeños errores y contradicciones suelen ser eliminados sin esfuerzo y hasta con el auxilio de nuevas faltas que remedian mejor o peor las anteriores, todo lo cual contribuye a mantener, de un modo permanente, el emprendido plan de vida. Únicamente los fracasos mayores obligan a reflexionar con mayor agudeza. Pero esto sólo da resultados positivos en aquellas personas que, sin objetivos fijos de superioridad, aspiran a resolver los problemas de la vida en fraternal comunidad con los demás hombres. Así llegamos a la conclusión de que cada individuo tiene su opinión acerca de sí mismo y acerca de las tareas de la vida; de que obedece a un plan de vida y a una determinada ley de movimiento, sin que él mismo se dé cuenta de ello. Esta ley de movimiento se origina en el ámbito limitadísimo de la niñez y se desenvuelve dentro de un margen de elección relativamente amplio mediante la libre disposición -no limitada por ninguna acción matemáticamente formulable- de las energías congénitas y de las impresiones del mundo circundante. La orientación y explotación de los instintos, impulsos e impresiones del mundo circundante y de la educación es la obra de arte del niño, que no ha de ser interpretada desde el punto de vista de una psicología de posesión (Besitzpsychologie), sino de una psicología de uso o de utilización (Gebrauchspsychologie). El hallazgo de tipos, analogías y coincidencias es, por lo general, o un producto de la pobreza del idioma humano -incapaz de expresar fácilmente las diferencias de matiz que siempre existen-, o el resultado de una probabilidad estadística. Su aparición no debe en ningún caso servir de pretexto para establecer reglas que nunca pueden proporcionarnos la comprensión del caso concreto, sino a lo sumo proyectar cierta luz en el campo dentro del cual es preciso encontrar el caso concreto en su individualidad. La comprobación de un sentimiento de inferioridad muy acusado, por ejemplo, no nos dice aún nada acerca de la índole y de las características de un caso concreto, ni mucho menos nos indica la más mínima deficiencia en la educación recibida o en las relaciones sociales. En la conducta del individuo frente al mundo que le rodea, se presentan siempre en forma distinta, como fruto de la conjunción entre la fuerza creadora del niño y la opinión que de ella depende, siempre distinta en el plano individual ».
Alfred Adler
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