lunes, diciembre 30

Un sabio punto de vista


Lo que la educación hace en la gente


Terminar un libro


¿Triste?


La vida de un lector


Cada libro tiene su lector


La lectura de Sor Juana


La ladrona de libros


El camino de Alicia


jueves, diciembre 26

Diario de un escritor

« Me gustaría hacer referencia a un asunto. En el número de octubre, informaba del suicidio de la hija de un emigrante: ‘Empapó un algodón en cloroformo, se lo llevó a la cara y se acostó en la cama. Así murió. Antes de morir escribió una nota: “Me apresto a emprender un largo viaje. Si el intento no sale bien, que se reúnan para celebrar mi resurrección con copas de Clicquot. Si sale bien, ruego que no me entierren hasta que esté muerta del todo, pues resulta muy desagradable despertarse en un ataúd bajo tierra. ¡No es nada chic!.” El señor N.P., lleno de arrogancia, se enfada con esa suicida “frívola” y saca la conclusión de que su acto “no es digno de la menor atención”. De buenas a primeras añade: “Me atrevería a afirmar que una persona que desea festejar su vuelta a la vida con una copa de champán en la mano, no ha sufrido mucho en esta vida, cuando la retoma de manera tan solemne, sin alterar sus costumbres y sin pensar siquiera en ellas…”.


¡Qué idea y qué razonamiento tan ridículos! Lo que más le ha fascinado es el champán. No obstante, si le hubiera gustado tanto el champán, habría seguido viviendo para beberlo, pero lo que hizo fue referirse a él antes de morir, antes de morir de verdad, sabiendo muy bien que seguramente iba a morir. No podía tener mucha confianza en sus posibilidades de volver a la vida, y además esa eventualidad no le ofrecía ningún atractivo, porque en su caso volver a la vida significaba enfrentarse a un nuevo intento de suicidio. Aquí el champán no significa nada; seguramente no tenía la menor intención de beberlo… ¿De verdad es necesario explicarlo? Mencionó el champán porque, antes de morir, deseaba permitirse una extravagancia abyecta y repugnante. Eligió el champán porque no pudo encontrar un cuadro más abyecto y repugnante que una borrachera para celebrar su “resurrección de entre los muertos”. Necesitaba escribir algo así para cubrir de barro todo lo que dejaba en el mundo, para maldecir la tierra y su propia vida, para escupir sobre ellas y dejar constancia de ese escupitajo a sus deudos, a quienes abandonaba. ¿Cómo explicar tanto rencor en una muchacha de diecisiete años? ¿Y contra quién iba dirigido ese rencor? Nadie la había ofendido, no tenía necesidad de nada; se diría que murió también sin ningún motivo. Pero es precisamente esa nota, es precisamente el hecho de que en un momento semejante estuviera tan interesada en permitirse una extravagancia tan abyecta y repugnante, es precisamente todo eso lo que lleva a pensar que su vida había sido incomparablemente más pura de lo que sugiere esa ocurrencia abominable, y que el rencor, la inmensa amargura de su ocurrencia, testimonian, por el contrario, los sufrimientos y las torturas a que estaba sometida su alma, así como la desesperación del momento postrero de su vida. Si se hubiera dado muerte llevada de cierto apático hastío, sin saber muy bien por qué, no se habría entregado a esa extravagancia. Para analizar esa disposición de espíritu es necesario adoptar una actitud más humana. En este caso, el sufrimiento es evidente, y no cabe duda de que murió de angustia espiritual, después de muchos tormentos. ¿Cómo pudo atormentarse tanto una criatura de sólo diecisiete años? Pero ésa es la terrible cuestión de nuestro tiempo. He avanzado la hipótesis de que murió de angustia (una angustia demasiado precoz) y del convencimiento de que su vida carecía de sentidoY que ambas afecciones eran consecuencia exclusiva de la depravada educación que recibió en casa de sus padres, una educación basada en un concepto erróneo del sentido supremo y los objetos de la vida, que destruyó deliberadamente en su alma cualquier fe en su inmortalidad. Todo eso no pasa de ser una hipótesis personal, pero lo cierto es que no pudo quitarse la vida con la única intención de dejar esa miserable nota y asombrar a la gente, como parece sugerir el señor N.P. ».


Fedor Dostoievski


Mortalidad

« El conocido modelo de las etapas de Elisabeth Kübler-Ross, según el cual uno progresa de la negación a la ira y luego pasa de la negociación y la depresión hasta la bendición final de la "aceptación", no se ha aplicado mucho en mi caso por el momento. En cierto modo, supongo, he estado "negando" durante un tiempo, quemando a sabiendas la vela por sus dos extremos y descubriendo que a menudo produce una luz preciosa. Pero, precisamente por esa razón, no me veo golpeándomela frente conmocionado ni me oigo gimotear sobre lo injusto que es todo: he retado a la Parca a que alargue libremente su guadaña hacia mí y ahora he sucumbido a algo tan previsible y banal que me resulta incluso aburrido. La ira estaría fuera de lugar por la misma razón. En cambio, me oprime terriblemente la persistente sensación de desperdicio. Tenía auténticos planes para mi próximo decenio y me parecía que había trabajado lo bastante como para ganármelo. ¿Realmente no viviré lo suficiente para ver cómo se casan mis hijos? ¿Para ver cómo el World Trade Center se alza de nuevo? ¿Para leer -si no escribir- las necrologías de viejos villanos como Henry Kissinger y Joseph Ratzinger? Pero entiendo esta clase de no pensamiento como lo que es: sentimentalismo y autocompasión. Por supuesto, mi libro entró en la lista de los más vendidos el día que recibí el más sombrío de los boletines informativos, y el último vuelo que hice como persona que se siente sana (para dirigirme a un público numeroso y estupendo en la Feria del Libro de Chicago) fue el que me convirtió en un million miler de United Airlines, lo que me ofrecía la perspectiva ilusionante de toda una vida de ascensos de categoría gratuitos. Pero la ironía es mi oficio y aquí no veo ninguna ironía: ¿habría sido menos patético tener cáncer el día que mis memorias se hubieran saldado por ser un fracaso de ventas, o cuando me hubieran echado de un asiento de clase turista y me hubiesen abandonado en la pista de despegue? A la pregunta estúpida de "¿Por qué yo?" el cosmos apenas se molesta en responder "¿Por qué no?"

Y ahora llega la etapa de la negociación. Quizá ahí haya alguna laguna. La negociación oncológica es que, a cambio de al menso la oportunidad de unos cuantos años útiles más, aceptas someterte a la quimioterapia y luego, si tienes suerte con eso, a la radiación e incluso la cirugía. Así que ahí va la apuesta: te quedas por aquí un tiempo, pero a cambio vamos a necesitar unas cosas tuyas. Esas cosas pueden incluir tus papilas gustativas, tu capacidad de concentración, tu capacidad de digerir y el pelo de tu cabeza. Sin duda, parece un intercambio razonable. Desgraciadamente, también entraña afrontar uno de los clichés más atractivos de nuestro idioma. Lo has oído. La gente no tiene cáncer: se informa de que luchan contra el cáncer. Ninguna persona que te comunique sus buenos deseos omite la imagen combativa: puedes vencerlo ».

Christopher Hitchens

Égloga del naufragio

« Tan oscuras las estrellas 
-en nuestros ojos, naufragio- 
tejen las playas de noche 
-en los recuerdos, naufragio- 
que dejan en nuestra sangre 
-última espuma, naufragio- 
llantos de cristal sombrío, 
herida carne del llanto. 
El jardín de nuestros padres 
es ortiga del ocaso, 
y nuestras lágrimas tienen 
un calor no superado, 
lágrimas de las entrañas 
que las aguas despertaron. 
Enfrente de mi camino, 
huellas tersas en los lagos, 
y una presencia de luz 
en tus ojos de naufragio. 
Húndeme entre tus paisajes, 
en tus silencios amargos, 
donde yo sienta en mi piel 
ambiente de joven árbol, 
y la flor brote desnuda 
con sus perfumes alados. 
Verte, sí, sobre el invierno, 
silencioso vuelo pálido 
de tu figura tan clara 
de ser nieve, ardor temprano, 
mirarte sobre el abismo 
de los vencidos espacios, 
como incienso de alborada 
en el sueño naufragado: 
Tu mirada es el destino 
en la sombra de mi paso. 
Mirarte, sí, dócil fuego 
de mi corazón flotando, 
encima de las montañas 
dulces del tiempo cercano. 
Ya lejos las horas tristes, 
yo arrancaré de los años 
tierra firme en las miradas 
quebradas por el naufragio. 
Y veremos la madera 
de los caudalosos álamos, 
y amanecidas gozosas 
en nuestros mutuos abrazos. 
¡Qué plenitud del vacío 
-sangre oculta del naufragio-, 
anunciación de la playa 
-caricia siempre, naufragio-! » 


Germán Bleiberg



Nunca se deja de aprender


Orgullo y prejuicio


domingo, diciembre 22

El tiempo debe detenerse

« La Esclavitud del pensamiento a la vida es uno de nuestros temas favoritos. Bergson y los Pragmatistas, Adler y Freud, los muchachos del materialismo Dialéctico y del Objetivismo, todos enuncian sonoramente sus variaciones en torno a él. La mente no es sino instrumento para fabricar instrumentos, está controlada por fuerzas inconscientes ya sea sexuales o agresivas, es el producto de presiones económicas y sociales, un montón de reflejos condicionados, Todo absolutamente cierto hasta aquí; pero falso si no va más allá... El pensamiento es el esclavo de la vida. Esto es evidente. Pero si al mismo tiempo no fuese algo más, no podríamos hacer ni siquiera esta generalización parcialmente válida. El significado de la segunda cláusula es principalmente práctico. La vida es juguete del tiempo. Por el mero hecho de esfumarse, el tiempo convierte en un absurdo todo el planteamiento consciente de la vida. Y sin embargo, la única fe de una mayoría de europeos y de los americanos del siglo veinte es una fe en el futuro... por el cual están dispuestos a sacrificar su única posesión tangible; el Presente... Pero... el tiempo debe detenerse... Solamente tomando en cuenta el hecho de la eternidad podremos liberar al pensamiento de la esclavitud de la vida. Y solamente entregando deliberadamente nuestra atención y nuestra fe a la eternidad podemos impedir que el tiempo convierta nuestras vidas en una bufonada diabólica »



Aldous Huxley

Patas arriba

« Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia. 

(...)

Muchos de los grandes negocios promueven el crimen y del crimen viven. Nunca hubo tanta concentración de recursos económicos y de conocimientos científicos y tecnológicos dedicados a la producción de muerte. Los países que más armas venden al mundo son los mismos países que tienen a su cargo la paz mundial. Afortunadamente para ellos, la amenaza de la paz se está debilitando, ya se alejan los negros nubarrones, mientras el mercado de la guerra se recupera y ofrece promisorias perspectivas de carnicerías rentables. Las fábricas de armas trabajan tanto como las fábricas que elaboran enemigos a la medida de sus necesidades ».

Eduardo Galeano

La psicología individual y la escuela

« Los hombres han comprendido instintivamente que sólo sueña el que no esté completamente seguro de su situación. Estudiando nuestra vida onírica podríamos ver que cuando alguien está seguro y sabe siempre lo que debe hacer, no sueña. Una persona sueña cuando cree que no podrá resolver en la vida despierta alguna dificultad, algún problema, porque necesita algo para dominarlo. La psicología individual ha comprobado que en el sueño se produce un afecto, una emoción, una dirección psíquica que marca un camino determinado, el cual quíere seguir el soñador. Lo que se intenta en el sueño es producir un estado afectivo que nos arrastre para poder resolver cuestiones y problemas de la vida cotidiana, que no se pueden solucionar en la vida diurna sin este estado afectivo. Cuando nos encontramos ante un problema se produce en el sueño un estado afectivo, una línea directriz en la cual nos debemos mover, y que conduce a la solución de esta dificultad que no se podía dominar en la vida diurna con los procedimientos de la lógica, conservando al mismo tiempo el sentido de su estilo de vida. En realidad, no hay ninguna diferencia fundamental entre la vida de los sueños y la vida despierta; trabajamos también con sentimientos y afectos cuando nos queremos persuadir de algo. Sirve, por ejemplo, una novela de Chéjov, La sirena, en la cual muestra cómo se puede producir cierto estado afectivo, de tal modo que se despierte el hambre por la descripción de manjares suculentos, hasta tal punto, que un empleado puntual interrumpe su trabajo y se marcha de la oficina para satisfacer su necesidad. Ha conseguido que el empleado abandone su trabajo, despertando un estado afectivo que hace que se olvide de su deber. El alma humana está inclinada a dejarse conducir, no por la lógica, sino por los sentimientos y los afectos; puede producir estados afectos que contradigan a sus consideraciones lógicas. Yo creo que todos nosotros somos de la misma opinión: renunciamos a la solución lógica de las cuestiones de la vida para intentar una solución menos lógica mediante la aportación de nuestros sentimientos y afectos. No podemos comprender lógicamente muchas acciones. En la vida diurna podemos también producir afectos; cuando pensamos en un acontecimiento triste, cuando desviamos nuestro pensamiento sobre una desgracia que se aproxima, que podría afectar a una persona cercana, nuestra afectividad estará en consonancia con nuestros pensamientos. Coué, por ejemplo, pretende auxiliar al hombre con su método, produciendo en él, por autosugestión, el sentimiento de que va cada vez mejor. Comprendemos que un niño se abandone a sentimientos y afectos que no están de acuerdo con la lógica. Hay también límites para estos estados afectivos, y no es un procedimiento recomendable producirlos por la selección de fantasías y situaciones, provocando de una manera concreta excitaciones psíquicas que tienen como fin el llegar a la superioridad personal; por ejemplo, inculcando los ideales del héroe o de la divinidad. Poseemos distintos procedimientos para saber, por ejemplo, que se trata de un niño que no confía en nada y tiene su estilo de vida que tiende a sentirse oprimido por sus dificultades; en efecto, todos sus afectos y sentimientos nos muestran que se adaptan a este estilo de vida ».


Alfred Adler

El sentido de la vida

« Es evidente que lo que en nosotros influye no son los hechos concretos, sino tan sólo nuestra opinión sobre ellos. Nuestra mayor o menor seguridad de que nuestras opiniones corresponden a los hechos reales, radica por completo y más aún en los niños inexpertos o en los adultos asociales- en la propia experiencia, siempre insuficiente, así como en la falta de contradicción entre nuestras opiniones y en el resultado de las acciones que de ellas se derivan. Es fácil comprender que estas opiniones son frecuentemente insuficientes, sea porque el sector de nuestra actividad resulta limitado, sea porque los pequeños errores y contradicciones suelen ser eliminados sin esfuerzo y hasta con el auxilio de nuevas faltas que remedian mejor o peor las anteriores, todo lo cual contribuye a mantener, de un modo permanente, el emprendido plan de vida. Únicamente los fracasos mayores obligan a reflexionar con mayor agudeza. Pero esto sólo da resultados positivos en aquellas personas que, sin objetivos fijos de superioridad, aspiran a resolver los problemas de la vida en fraternal comunidad con los demás hombres. Así llegamos a la conclusión de que cada individuo tiene su opinión acerca de sí mismo y acerca de las tareas de la vida; de que obedece a un plan de vida y a una determinada ley de movimiento, sin que él mismo se dé cuenta de ello. Esta ley de movimiento se origina en el ámbito limitadísimo de la niñez y se desenvuelve dentro de un margen de elección relativamente amplio mediante la libre disposición -no limitada por ninguna acción matemáticamente formulable- de las energías congénitas y de las impresiones del mundo circundante. La orientación y explotación de los instintos, impulsos e impresiones del mundo circundante y de la educación es la obra de arte del niño, que no ha de ser interpretada desde el punto de vista de una psicología de posesión (Besitzpsychologie), sino de una psicología de uso o de utilización (Gebrauchspsychologie). El hallazgo de tipos, analogías y coincidencias es, por lo general, o un producto de la pobreza del idioma humano -incapaz de expresar fácilmente las diferencias de matiz que siempre existen-, o el resultado de una probabilidad estadística. Su aparición no debe en ningún caso servir de pretexto para establecer reglas que nunca pueden proporcionarnos la comprensión del caso concreto, sino a lo sumo proyectar cierta luz en el campo dentro del cual es preciso encontrar el caso concreto en su individualidad. La comprobación de un sentimiento de inferioridad muy acusado, por ejemplo, no nos dice aún nada acerca de la índole y de las características de un caso concreto, ni mucho menos nos indica la más mínima deficiencia en la educación recibida o en las relaciones sociales. En la conducta del individuo frente al mundo que le rodea, se presentan siempre en forma distinta, como fruto de la conjunción entre la fuerza creadora del niño y la opinión que de ella depende, siempre distinta en el plano individual ».


Alfred Adler