«Esta emoción que nos llena de temor y que nos estremece cuando traspasa nuestros corazones es la ley de la Naturaleza -respondí- que guía a la Luna alrededor de la Tierra, y al Sol alrededor de Dios. Enseguida mi amado me puso una mano en la cabeza y me acarició el pelo. Su rostro brillaba, y caían lágrimas de sus ojos, como gotas de rocío en los pétalos de un lirio.
Su mano estaba todavía en mi cabeza mientras decía esto, y no habría cambiado esa mano por una corona real, ni por una guirnalda de gloria; nada me parecía más valioso y amable que aquella hermosa y suave mano, cuyos dedos jugueteaban con mi cabello »
Khalil Gibrán