" Nuestro admirado Jung decía: “Mientras el inconsciente no se haga consciente, el subconsciente gobernará tu vida y tú lo llamarás destino”.
Al principio me confundía entre subconsciente e inconsciente y esa primera frase me resultaba todo un misterio, comprendía de ella que existía un subconsciente que tenía que encontrar en mí para ver de qué forma me estaba gobernando.
Einstein decía que si no eres capaz de explicar algo de forma sencilla es que no lo has entendido. Así que, tenía que encontrar la forma de explicarme muy sencillamente a mí misma qué era ese subconsciente.
Lo bueno de nuestro inconsciente es que… si le haces preguntas, te envía las respuestas. Te estará enviando respuestas hasta que, al fin, tú te enteres de que tu inconsciente está intentando contactar contigo.
Cuando descubrí que determinadas cosas que pasaban en mi vida eran producto de mi inconsciente fue como un dejà vu… como conocer el nombre de un amigo que siempre había estado ahí.
Y llegó también otro descubrimiento… había una serie de condicionantes muy fuertes en mí que dificultaban la conexión con mi inconsciente. Comencé a preguntarme sobre el origen de dichos condicionantes y eso fue como abrir la caja de Pandora. Descubrí que tenía un inconsciente de lo más colaborador. Yo solo tenía que preguntar y observar, estar atenta. Comencé a comprender que las casualidades eran causalidades y parte de la forma en que ese inconsciente se comunicaba conmigo.
Sin darme cuenta, mi subconsciente ya estaba siendo removido, ya había comenzado a limpiarse… y esto gracias a la biodescodificación. La biodescodificación llegó antes que la obra de Jung y fue la biodescodificación la que comenzó a generar unos cuestionamientos en mí que me llevarían de forma mágica hasta Jung y la primera obra que leí de él: el inconsciente colectivo.
Wow… con ese libro comencé a comprender tantas cosas que había experimentado que, alucinaba por colores. La obra de Jung narraba lo paranormal de la forma científica que yo necesitaba para dejar de rechazar determinada parte de mí. A mayores, se sumó la Teoría del Desdoblamiento del Tiempo de Jean Pierre Garnier Malet y… lo vi tan claro… entendí tan de golpe lo considerado paranormal que lo paranormal pasó a resultarme algo de lo más normal… y lo que no me parecía normal es que fuese considerado paranormal.
Al aceptar mis capacidades inconscientes fue cuando la caja de Pandora se abrió y, juro que hubo momentos en los que creí que no sobreviviría cuerdamente a ello. Porque, aunque tenía la explicación científica… las cosas que estaban pasando debido a ello me desbordaban. Era esto de que le decía a mi inconsciente: “Para el carro porque ya no sé si estaré loca”. Al respecto, decir que me fui a un importante psiquiatra de donde vivo porque… necesitaba corroborar que no estaba teniendo alucinaciones producto de algún tipo de enfermedad mental.
Fue así como llegué a la primera parte de la frase de Jung que encabeza este texto, este abrirme a vosotros: “Mientras el inconsciente no se haga consciente…”.
Bien… seguía sin entender eso del subconsciente a pesar de que, sin saberlo, ya había comenzado su integración a través de la biodescodificación, la cual estudiaba de forma autodidacta y ponía en práctica (ya que, para mí, una teoría no vale si no compruebo su eficacia).
En la biodescodificación me fallaban cosas o me faltaban datos… por eso empecé a pensar que tenía que haber un origen más sencillo que la biodescodificación y así mi inconsciente me guió hasta Jung. Pero la biodescodificación tenía esa primera misión de comenzar a limpiar mi subconsciente para que la conexión con el inconsciente fuese más fluida.
La biodescodificación se centra en la sanación de la enfermedad… pero comprendí que podía aplicarla a todo tipo de conflicto sin que éste tuviese que ser una enfermedad. Había biodescodificado con éxito algún pánico y mis alergias, también alguna enfermedad menor y tenía entre manos la biodescodificación de una enfermedad mayor que me frustraba. Había comprobado que sí es cierto que la enfermedad física tiene un componente emocional cuyo origen era una programación… que llamaban programación del inconsciente.
Y esto me fallaba. No podía ser que el inconsciente fuese amigo y enemigo a la vez. Ya tenía muy claro que el inconsciente era mi aliado y que tenía que encontrar al enemigo en otro parte. Fue entonces cuando comprendí quién demonios era el subconsciente. Era de él de dónde provenían las piedras de mi camino. Y él era una parte que estaba entre mi consciente y mi inconsciente… él suponía una especie de barrera poderosa que me autoboicoteaba.
Y, sí, al principio yo también creía que el subconsciente era mi enemigo, era mi lado demonio. Al principio yo también creía que el famoso término de la sombra denominaba a la peor parte de mí.
No tenía ni idea de que, en la oscuridad de mi subconsciente se escondía tanta luz y tardaría unos añitos en así comprenderlo. Porque, desprogramar cincuenta años de vida no es moco de pavo. Desaprender cincuenta años de vida es tela marinera. Despejar cincuenta años de espejismos es... puffff, y me ha dado la risa.
Llegó ese momento en el que me harté… y si me harté fue gracias a la importante enfermedad que no conseguía sanar con la biodescodificación. La enfermedad me puso entre la espada y la pared hasta que lo vi claro… si tenía que enfadarme, me iba a enfadar, si tenía que gritar, iba a gritar, si tenía que ser el demonio que sentía en mi interior… lo iba a ser. Si eso conseguía que la enfermedad desapareciese, que el horrible dolor físico que me provocaba, desapareciese… así lo haría y que los demás se cuidaran de mí porque yo ya no era responsable de ellos.
Sin saberlo, estaba aceptando e integrando todo lo que había reprimido en mi subconsciente, todo lo negado, todo lo rechazado de mi personalidad. Estaba abrazando mi sombra, estaba dejándola ser, consciente de serla. Me había convertido en el guerrero capaz de reinar en el infierno… y no en plan “soy un angelito que viene a poner luz en las tinieblas” sino en plan “yo soy el mismísimo demonio y os voy a espabilar a todos para espabilar yo”. Porque es mejor morir de pie que vivir de rodillas.
Acepté tener un enorme ego. Acepté la furia y la ira que habitaban en mí y que me había negado a contemplar. Acepté que todo aquello que me había molestado en los demás era mío y que, si lo veía en los demás era para que dejase de reprimirlo. Era para que comprendiese a través de la experiencia directa que no pasaba nada si me enfadaba y lo mandaba todo a la mierda. No pasaba nada por dar un portazo e incluso alguna merecida bofetada a un estupendo espejo. NO PASABA NADA SI ME CONVERTÍA EN TODO LO QUE RECHAZABA.
Pero sí pasó algo. La enfermedad que convertía mi vida en una pesadilla… desapareció. Desapareció porque había dejado de contenerme, de reprimirme, de negarme. Ya no veía a los demonios fuera… ya era consciente de que… los demonios ni tan siquiera existían.
Comprendí e integré un montón de programaciones que me habían estado limitando a nivel subconsciente. Comprendí que cada energía, positiva y negativa, tenía una razón de ser en mi interior. Comprendí que si rechazaba una de ellas y me quedaba en el extremo de la otra… sería la pila que no funciona. Comprendí tantas y tantas cosas. Comprendí que en mi subconsciente había escondido un enorme potencial que comenzaba a brillar gracias a su desprogramación.
Jung decía: “Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz sino haciendo consciente su oscuridad” y comprendí lo que él quería decir con esta frase porque me convertí en esta frase haciendo consciente mi oscuridad, viviendo mi oscuridad, abrazando mi oscuridad. Esa oscuridad gracias a la cual uno puede contemplar las estrellas y esa preciosa luna con su cara oculta.
La sombra está configurada por contenidos que han sido relegados a nuestro subconsciente debido al rechazo, a la negación, a la represión que recibimos a través de una educación de lo más equivocada. Y si esto es así es porque al principio de los tiempos nuestro cerebro no tenía las mismas capacidades que hoy en día a la hora de razonar, por ello comenzó a realizar una serie de asociaciones que lo llevaron a conclusiones equivocadas que comenzaron a dar forma a una programación subconsciente que ha estado gobernando al ser humano desde el principio de los tiempos.
De pequeño te decían que la autoridad era algo externo a ti y le debías obediencia, y así relegaste al mundo de las sombras tu propia autoridad. Y es tan solo un ejemplo del gran potencial que has relegado a la sombra, al subconsciente. Es solo un ejemplo del tesoro que encontrarás si te animas a desprogramar tu subconsciente.
He escrito un montón pero… con que solo a una persona le resuene, lo escrito habrá tenido una razón de ser ".
No hay comentarios:
Publicar un comentario