"El deseo ha descendido tanto que ha dejado ver las piedras del fondo, las pulsaciones pétreas han expuesto un cansancio de la humanidad a los fluidos y a la esperanza de correspondencia entre la primera y segunda persona del singular: “Tú y yo” hemos vivido la mayor bajamar sexual de la historia de la humanidad. La calentura y el virus no se han llevado bien, y nosotros en medio hemos padecido el mayor desencuentro sexual en la historia de la humanidad.
Si el deseo nos ha vuelto seres humanos, este tiempo de comienzos de siglo XXI nos anoticia que lo sexual puede olvidarse, que podría convertirse en una pastilla que se toma cada tanto tiempo. Hemos tomado la decisión que lo sexual deje de molestar, basta a esa incansable historia de desencuentros. Personas dejadas, suicidios amorosas, la expectativa de encontrar al príncipe azul, la esperanza de meternos por esa cueva virgen de pisada humana, todo eso ha pasado a mejor vida. La muerte del deseo sexual ha dejado lugar a prácticas autoeróticas adictivas como sacarse miles de selfies por día, y subir emoyis de los besos que jamás daremos.
Pero ¿no puede ser que estemos confundiendo nuestra realidad con lo que realmente pasó? Ustedes lo dirán, quizás ya veníamos mal y este tiempo de no salir, de no encuentro, de no mezclar manos y órganos sexuales sólo hizo emerger lo que ya estaba en ciernes. La vida capitalista nos deja demasiado exhaustos para pensar en otra cosa que tener una relación sexual de “dorapa” y al paso, sacarse las ganas y seguir adelante en las miles de fiestas donde lo sexual es en la oscuridad y preferentemente sin preguntar nombre y lugar de residencia, por las dudas de que podamos ser extorcionados, engañados, bullineados, grumiedos.
No podemos dejar de pensar que hemos inventado un montón de nuevas palabras que hablan de las nuevas acciones que llevamos a cabo hoy en día dentro de las múltiples pantallas que si faltaba decirlo no son acciones sexuales y preferente se llevan en una mano, en la mano que tenemos nuestro celular que sólo nos deja la otra libre y… es difícil bajar un pantalón, desabrochar un corpiño con una sola mano.
Para algunas actividades humanas son necesarias ambas manos pero gracias al celular me comunico con vos, para qué dejar los encuentros virtuales si se han vuelto tan apasionados y los encuentros presenciales tan dificultosos. Sabemos que en el acto sexual existe la previa, el calentamiento, el momento de la promesa, lo que te voy a hacer, lo que vas a sentir, lo que abriré sólo para vos, lo que entregararemos al altar del ser y no ser.
Siempre lo sexual es la promesa de lo que se encontrará pero ahí van ellos/ellas dos, contrariando las medidas de salud pública a besarse por las calles, a meterse manos hasta dónde alcanzan los dedos, a suplantar el celular que sigue chillando por la falta de interés y suena y suena y desconcentra tanto a él como a ella, o a ellos o a ellas. ¿Quién podrá ser? Nunca se detiene la curiosidad humana, ¿quién se ha acordado de mí en este momento?, seguramente podrá ser alguien que me anoticia de que algo está pasando en otro lugar del que estoy viviendo ahora, y debo detener la pasión para conocer quién manda mensajes.
Desconcentrados frente a tanta curiosidad por lo que no está, cualquier mínimo impedimento les hace pensar que sería mejor dejarlo para otro día. Ya han llegado hasta allí, terminar con la escena sería quizás la demostración de que el ser humano ha perdido algo de ese juego erótico, quizás esperar que en otro siglo, en otra época, en un ratito vuelvan las artes escondidas del placer y de la entrega al otro, cuando la mayor parte del tiempo corremos como locos para terminar las miles de tareas que tenemos pendientes, hoy parece que no es el momento".
Martin Smud
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