« ¿No te ha pasado que vas en tu coche por la calle, buscando cierta dirección, cuando de repente te pierdes y no sabes dónde estás ni para dónde darle? Es una sensación de inseguridad y un sentimiento de desorientación que provoca nervio y un poco de ansiedad.
Es común en el ser humano la necesidad de control y seguridad del medio ambiente en el que se desenvuelve. Cuando esta seguridad se pierde, aparece un desequilibrio que provoca trastornos emocionales y a veces hasta físicos.
En la vida de pareja también necesitamos sentir seguridad; tenemos la necesidad de conocer lo que sucede a nuestro alrededor, saber en dónde estamos ubicados como pareja y hacia dónde nos dirigimos. Este conocimiento nos proporciona grandes beneficios: tranquilidad, capacidad de comprendernos a nosotros mismos y a nuestra pareja, discernimiento para elegir el mejor camino de acción, noción del desarrollo de nuestra vida como pareja y la habilidad de poder predecir el futuro que nos espera para ir preparándonos para cuando éste llegue.
La familia es entendida como un sistema vivo que se define a través de las relaciones que sus miembros establecen entre si. Hablamos del ciclo vital de la familia porque en su desarrollo y composición pasa por diferentes etapas, donde se combinan diferentes áreas y aspectos como el psicológico, el biológico y el evolutivo.
De acuerdo a lo anterior, puede considerarse a la familia como un “Cromosoma social” al que se le atribuyen características propias de la biología: Nacer, crecer, reproducirse y morir.
La familia como sistema tiene varias funciones. Desde el aspecto económico, hasta el político y social. Sin embargo, nos enfocaremos principalmente en la definición de la familia como un sistema de contención emocional. La familia como sistema debe ser capaz de dar cabida a todo el espectro emocional de los miembros que la conforman. Sentimientos como la rabia, el miedo, la duda, los celos, el placer, la gratitud y el reconocimiento son sólo algunas de las expresiones emocionales que los miembros de un sistema familiar pueden mostrar entre ellos. La expresión y contención emocional en la familia posibilita al individuo a un buen desarrollo social extra familiar y a una correcta adaptación al medio.
Existen familias que por su estilo de comunicación y relación no pueden expresar ciertas emociones como los celos o la ternura. Ésto obtura y limita el aprendizaje de los miembros de situaciones que les permitan resolver ese tipo de conflictos o situaciones en contextos externos a la familia. Las familias que niegan los matices del espectro emocional son asimétricas y desbalanceadas. Incluso pueden producir niños que tengan zonas emocionales ciegas o apagadas.
Normalmente la familia ejerce un mínimo de funciones que adaptan al individuo a las presiones del ambiente. Sin embargo, de acuerdo a Lauro Estrada, existen algunos parámetros que nos permiten determinar el nivel de funcionamiento de una familia. El conocimiento de la ubicación en la que se encuentra una pareja requiere de un conocimiento previo sobre las etapas por las que necesariamente pasan al momento de formar su propia familia. Estas etapas, según el reconocido psicólogo, son seis:
1. El Desprendimiento
Se refiere al desprendimiento que sufre la persona al separarse de su familia, sus costumbres y su estilo de vida (soltero) para buscar un compañero y una nueva forma de vida.
Todos los seres humanos estamos dotados de una fuerza vital extraordinaria que nos invita a desprendernos de nuestros padres y buscar nuevas aventuras en la vida. Gracias a esta fuerza somos independientes y autosuficientes. De no ser por esta fuerza, quizá nunca lograríamos dejar nuestro hogar y las seguridades que ahí encontramos.
El desprendimiento se aprecia sobre todo en la adolescencia cuando queremos dejar el hogar paterno para salir en busca de una pareja que esté fuera de nuestra familia.
El desprendimiento y la separación son el destino del ser humano. Cuando nace, el bebé viene dotado de una extraordinaria fuerza que lo lleva a crecer y a volverse cada vez más independiente y autónomo. El camino hacia la madurez está lleno de desprendimientos y separaciones.
En la dinámica familiar siempre existen dos tendencias contradictorias: una que lleva al desprendimiento y a la autonomía y otra que tiende a fijar y a mantener estáticos los procesos de individuación.
El balance que conforman estas dos tendencias es frágil y si la balanza se inclina hacia cualquiera de los dos lados puede darse una patología.
En teoría, cada cónyuge debe llegar al establecimiento de la pareja con una identidad formada a través de los procesos de separación de su propio desarrollo. Sin embargo, en la resolución de los conflictos de desprendimiento se pueden dar problemas y alguno o ambos miembros de la pareja puede buscar ya sea la cercanía y compañía del cónyuge o puede buscar la fusión con el otro, es decir, un estado inmaduro previo a la individuación.
Si alguno de los dos miembros de la pareja no logra la individuación no podrá vincularse adecuadamente con el otro. Le resultará difícil darle a la pareja la libertad necesaria para ser autónomo. Si alguno de los dos no trasciende esta etapa, las demás están destinadas al fracaso.
Presupone la renuncia a la familia anterior así como a sus costumbres y a tener la disponibilidad física y emocional para seguir aventurándose en el quehacer de un nuevo estilo de vida y la formación de una nueva familia.
Supone el encuentro y la elección de una pareja. En esta etapa se deben lograr dos puntos:
o Cambiar todos aquellos mecanismos o costumbres que hasta entonces teníamos.
o Integrar un nuevo sistema de mecanismos y costumbres con el nuevo compañero.
Ser esposo o esposa por primera vez es una situación desconocida de la cual el individuo no sabe nada, más allá de los modelos que aprendió de sus padres.
Cada uno de los nuevos esposos tiene necesidades que proyecta en el otro. Estas necesidades pueden ser realistas o neuróticas y conflictivas.
De estas necesidades surgen lo que Estrada llama “contratos matrimoniales” que son los acuerdos (conscientes o inconscientes) de lo que cada uno piensa será su rol y obligaciones dentro de la pareja.
El contrato abarca cualquier aspecto de la vida conyugal. Desde la vida sexual, el cuidado de los hijos, metas, dinero, familia política, etc. La calidad del matrimonio dependerá en gran parte del nivel de satisfacción que cada uno de los cónyuges encuentre en el otro.
Cuando las expectativas con respecto a la pareja son demasiado fantasiosas o irreales como por ejemplo encontrar a la princesa o al príncipe azul, se piensa que existen aspectos infantiles no resueltos de la personalidad del individuo que se proyectan en el otro.
Ignorar que existe un contrato, operar bajo dos contratos totalmente distintos o incongruentes, tener expectativas imposibles de obtener o donde la fantasía sobrepasa a la realidad, son situaciones de gran peligro para el matrimonio.
Para asegurar un encuentro sano es necesario que, en un primer momento, ambos miembros de la pareja hayan consolidado una madurez emocional con respecto a sus propios padres.
En un segundo tiempo, cuando la relación con la familia de origen ha perdido sus características infantiles, se debe ser capaz de incorporar a la vida propia a una persona ajena al vínculo familiar primario. Ésta es una de las tareas más complejas a las que se debe enfrentar un individuo en desarrollo al formar pareja. El alejamiento de los roles primarios y la elección de una pareja. Esta elección debe estar en sintonía con la propia identidad y con los modelos que conforman al individuo.
La capacidad de enamorarse y de llevar a cabo con una pareja relaciones estables y duraderas habla a favor de una estructura emocional fuerte y sana. La pareja debe funcionar como un anclaje emocional para el individuo.
Es el momento en que la pareja hace espacio físico y emocional para recibir a los hijos. Además de ser esposos, toman ahora el papel primordial de padres. Sin embargo, es muy importante que no olviden que antes de ser padres son pareja y deben buscar los medios para seguir comunicándose y relacionándose como antes.
Se requiere el apoyo mutuo de la pareja para que aprendan a ser padres y para que se pongan nuevas reglas y estatutos en el hogar que incluyan a sus nuevos miembros.
La decisión de tener hijos implica abrir un espacio en la pareja y la reestructuración del contrato matrimonial. Es necesario que la pareja adquiera un nuevo anclaje emocional con el niño y, en el proceso, ayudar al compañero a que lo haga también.
La función del padre es muy importante en esta etapa. Debe cumplir con ciertas funciones maternales de cuidado y protección hacia su propia esposa que se encuentra inmersa en la crianza del hijo. De ahí que un hombre que no haya logrado una identificación sana con su madre, pueda tener problemas para ejercer este rol materno con su esposa. Es probable que se sienta desplazado, celoso y dominado por pulsiones y conflictos infantiles.
Cuando la llegada del hijo desestructura a la pareja, puede ser la época en la que se presente la primera infidelidad.
Puede darse también que la madre desarrolle un vínculo simbiótico con el hijo, que excluya al padre y la mantenga en un estado ilusorio de completud.
Es importante que cada miembro de la familia, tanto la pareja como el hijo, conserven la capacidad para expresar su individualidad y proteger su identidad.
Es importante recordar que los esposos son socios en la tarea de educar a a los hijos; ninguno es más importante que otro. De igual forma, es importante empezar a formar una especie de patrimonio que los ayude en un futuro para los gastos fuertes de educación, comida y vestido de los hijos.
Es una etapa que pone a prueba la flexibilidad de la familia porque afecta el equilibrio emocional de todos sus miembros por las dificultades que se presentan.
Los padres entran al climaterio y la mujer, en particular, comienza la menopausia. Por otro lado, los abuelos se encuentran en una etapa crítica porque comienzan a ser incapaces de mantenerse por sí mismos y requieren de la atención y cuidados de la familia. Todo esto sin contar los comunes problemas de identidad y rebeldía por las que pasan los hijos adolescentes.
La adolescencia de los hijos es el evento de desarrollo que más pone a prueba la flexibilidad del sistema familiar.
Es la adolescencia la etapa en que, con mayor frecuencia, se desarrollan problemas emocionales serios. Los padres reviven su propia adolescencia y los abuelos se acercan a una edad en la que no pueden valerse por si mismos.
Uno de los grandes logros de la adolescencia es la identidad del yo. Para que el adolescente consolide su identidad, es necesario que los padres mantengan un equilibrio (precario en muchos casos) entre los límites de autoridad y el reforzamiento de la independencia. Por ningún motivo el adolescente debe ser abandonado porque “ya está grande”. Es en esta etapa donde más necesita de modelos positivos para identificarse. Dejar demasiado solo al adolescente puede provocar una sensación de abandono y desolación.
Una identidad sana implica principalmente tres aspectos:
A) La capacidad de sentir culpa y preocupación después de una crisis agresiva y saber reconocerla y repararla.
B) La capacidad de establecer relaciones sociales duraderas, no abusivas, con maestros, adultos y amigos.
C) Profundizar en los valores culturales y ponerlos en práctica.
Los padres que tienden a sobreproteger al adolescente impiden que éste encuentre su identidad y su camino, ya que no le permiten el espacio suficiente para experimentar.
También pueden existir aspectos infantiles y regresivos en los padres que lleven a una relación de mucha rivalidad con el hijo adolescente.
En esta etapa se vuelve necesario renovar el contrato matrimonial para que la pareja elabore los duelos que implican la independencia y el crecimiento de los hijos adolescentes.
Es conocido como el nido vacío y se refiere a la etapa en la que los hijos son adultos y ya se han marchado del hogar ya sea para formar una familia, para estudiar fuera o trabajar. Supone el reencuentro de la pareja ya no como padres, sino como esposos.
Si las cosas han ido bien, a los padres les será más fácil sobrellevar las futuras etapas. Aquí los esposos deben comenzar a aceptar el rol de abuelos lo cual requiere la aceptación del deterioro físico.
Comienza a presentarse la muerte de las generaciones anteriores, lo cual los convierte ahora en una generación adulta que ya no se encuentra en primer plano.
Es importante que desde que llegan los hijos, la pareja no olvide realizar actividades que les permitan seguir llevando una relación de pareja. Es muy común que los roles de padres desplazan lo roles de esposos, lo cual hace muy difícil la etapa del reencuentro. En esta fase no hay otra salida que dejar ir a los hijos y enfrentarse nuevamente con uno mismo y con la pareja.
La madurez en la pareja conlleva normalmente la salida de los hijos del hogar paterno o la independencia y autonomía con respecto a los padres.
Normalmente los hijos se van a formar sus propias familias y a seguir su propio ciclo vital de la familia. El convertirse en abuelo conlleva una serie de cambios adaptaciones que implican llegar a término de aceptación con la vejez y con la pérdida de capacidades físicas.
La unión de la pareja es ahora más importante que nunca. Algunos problemas que podían estar latentes durante la etapa de crianza de los hijos se reeditan y reactivan en la fase del reencuentro. Son comunes las parejas que se separan después de que los hijos se van.
El apoyo y afecto mutuo es importante para lidiar con los duelos que acompañan la adultez madura. Los propios padres seguramente han muerto ya. Algunos amigos y coetáneos quizá ya no están tampoco. De nuevo el anclaje emocional del compañero es imprescindible para lograr superar esta etapa con optimismo y buscando nuevos retos.
En todos nosotros existe el temor a llegar a ser viejos y dependientes de los demás. Es importante que vayamos creando conciencia de que esta etapa llegará ineludiblemente.
Supone un adaptamiento de costumbres ya que la pareja ha cambiado física, emocional e intelectualmente. Hace falta más paciencia, comprensión y cuidados.
Unos de los problemas más comunes en esta etapa es que el esposo se jubila y regresa al hogar permanentemente (todo el día). Esto interfiere con las actividades cotidianas de la esposa y cambia el sistema que hasta entonces le había funcionado. Esto puede ser superado mediante el establecimiento de límites claros de espacio y actividades para que puedan seguir funcionando independiente y cordialmente.
Estas son las etapas por las que toda pareja pasa, a menos que sucedan situaciones como: ausencia de hijos o muerte prematura de uno de los dos cónyuges. De cualquier forma debemos resaltar la importancia de que las fases de la pareja no son situaciones aisladas si no que son elementos que forman parte de un todo: el ciclo vital de la pareja.
La recta final de la vida ha sido poco estudiada. El anciano enfrenta la muerte desde un espectro sumamente complejo de emociones.
La edad avanzada debería ser una grata aceptación de las lecciones de vida, de lo bueno y lo amargo, de la felicidad y de las lágrimas.
Tener un compañero hasta el final de la vida implica un legado y una permanencia como patrimonio de la propia cultura.
Decía Erikson que los niños sanos no temen a la vida si sus abuelos han tenido la integridad suficiente para no temer a la muerte. De ahí concluimos que para que un niño camine en dirección a la individuación, debe tener un abuelo que haya abierto ese camino para las generaciones que le siguieron.
Podemos concluir que la pareja es el eje central de la familia. En la medida en que los cónyuges permitan la individualidad y la autonomía de los miembros, sin perder de vista la cohesión que da el afecto, los lazos emocionales y el apoyo mutuo.
De ahí la importancia de elaborar un contrato matrimonial explícito pero flexible, que se adapte a las diferentes etapas de la pareja y de la familia.
Vale la pena preguntarnos ¿En qué estado se encuentra nuestro contrato matrimonial? ¿Qué tan fantasiosas son mis expectativas con respecto a lo que el otro me puede dar en todas las áreas de la pareja?
He ahí dos buenas preguntas para terminar…»
Lauro Estrada
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