« Ciertamente es extraño no poder habitar más la tierra,
dejar para siempre de practicar unas costumbres apenas aprendidas,
no dar a las rosas y a las otras cosas, que de suyo
eran ya una promesa, la significación de un futuro humano;
no ser más que lo que se era en unas manos infinitamente angustiadas,
y tener que desprenderse aun del propio nombre
como quien arroja, lejos de sí, un juguete roto.
Extraño no seguir deseando los deseos. Extraño
ver todo aquello que nos concernía como flotando
suelto en el espacio. Y penosa la tarea de estar muerto,
penoso ese recobrarse plenamente, hasta llegar a sentir poco a poco
una huella de eternidad. Pero los vivientes cometen
el error de querer distinguir con demasiada nitidez.
Los ángeles (se dice) no saben a menudo si se mueven
entre los vivos o entre los muertos. La eterna corriente
arrastra consigo, a través de los dos reinos, todas las edades,
y sobre ambos se extiende, acallándolos, el poderío de su voz »
dejar para siempre de practicar unas costumbres apenas aprendidas,
no dar a las rosas y a las otras cosas, que de suyo
eran ya una promesa, la significación de un futuro humano;
no ser más que lo que se era en unas manos infinitamente angustiadas,
y tener que desprenderse aun del propio nombre
como quien arroja, lejos de sí, un juguete roto.
Extraño no seguir deseando los deseos. Extraño
ver todo aquello que nos concernía como flotando
suelto en el espacio. Y penosa la tarea de estar muerto,
penoso ese recobrarse plenamente, hasta llegar a sentir poco a poco
una huella de eternidad. Pero los vivientes cometen
el error de querer distinguir con demasiada nitidez.
Los ángeles (se dice) no saben a menudo si se mueven
entre los vivos o entre los muertos. La eterna corriente
arrastra consigo, a través de los dos reinos, todas las edades,
y sobre ambos se extiende, acallándolos, el poderío de su voz »
Rainer María Rilke