"Una vida que funcione con excesiva comodidad nos adormece. El viaje mítico de la vida de cada persona requiere de obstáculos y de un ego que, de vez en cuando, quede sumergido junto a sus pretensiones en la ciénaga del devenir, de modo que, cuando resurjamos del barro, lo hagamos más libres y sabios. Necesitamos atravesar pasos estrechos, recibir acicates, vivir complicaciones que nos impulsen, exijan y muevan de nuestro lugar de comodidad. Somos requeridos por pasajes hacia lo desconocido. Escuchamos la voz de nuestra misión interior para que la concretemos en el mundo. La mayoría de las personas reconocen fácilmente al menos un área de su vida como compleja, difícil, frustrante o exigente: la pareja, los padres, la salud, el trabajo, el dinero, los hijos, el propio carácter, algunas emociones... ¡Caballos de batalla!
Tener dificultades puede, por tanto, resultarnos muy útil. Tal vez no las deseemos, pero las necesitamos. Con suerte, nos hacen más humildes y humanos: adelgazan el ego y enseñan que, en lo esencial, no somos aquello en lo que nos invertimos o con lo que nos identificamos. Cuando no nos parten ni nos destruyen, nos hacen más fuertes. Como lo expresaba Nietzsche: «Lo que no nos mata nos fortalece». Las dificultades nos empujan a generar recursos, a madurar, a abandonar viejos postulados, a cambiar algunas gastadas visiones del mundo o de nosotros mismos. Todo es transitorio, y muy a menudo somos expulsados de los viejos sofás en los que nos apoltronamos, como una invitación a afrontar el siguiente paso hacia delante. ¡Bienvenida, vida! "
Joan Garriga
Del libro DECIR SÍ A LA VIDA