« Ella se sentó en el sofá de piel blanco y cerró los ojos, la luz inmaculada del suave atardecer iluminaba su delicado rostro mientras su ausencia la consumía. Sintió sus labios imaginarios posarse sobre su cuello y sus manos fantasmales pasearse por su espalda desnuda. "Te quiero", escuchó al viento susurrar en su oído con el perfecto tono de voz de aquel hombre que le atormentaba en sus sueños, mientras dos lágrimas amargas brotaban de sus ojos. Entraba la brisa por la ventana acariciando sus senos, su abdomen, sus piernas y su sexo, con el tacto de aquellos dedos que la llevaban al cielo con sólo rozarla. Extasiada, perdida en sus recuerdos, dejó que el último rastro de su cordura se desvaneciese mientras su cuerpo se movía al compás de aquel cuerpo etéreo. El ardor que dejaban en su piel las caricias de su pasado era sublime y la llenaban de un infinito placer que estallaba a su paso, mientras un débil "quédate" se escapó de sus labios y el estruendo de la realidad la sacó del pozo de recuerdos en el que más que nada deseaba vivir. Abrió sus ojos y la noche la abrazaba mientras la lluvia caía haciendo retumbar los grandes ventanales de su departamento. Lentamente se puso de pie y se acercó a la ventana y el frío viento acarició su rostro suavemente e hizo bailar su largo cabello oscuro mientras una tenue sonrisa se apoderaba de su boca. Despacio se dirigió al sofá de piel blanco, se sentó, y ella, cerró los ojos ».
Jessica Agudelo
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