sábado, agosto 31

El libro de los pasajes

« El interior es el refugio del arte. El coleccionista es el verdadero habitante del interior. Hace del ensalzamiento de las cosas algo suyo. Sobre él recae la tarea de Sísifo de poseer las cosas para quitarles su carácter mercantil. Pero les otorga sólo el valor de quien las aprecia, no el valor de uso. El coleccionista no se sueña solamente en un mundo lejano o pasado, sino también en uno mejor, en el que ciertamente los hombres tampoco disponen de lo que necesitan, como en el mundo cotidiano, pero en el que las cosas quedan libres de la servidumbre de tener que ser útiles »


Walter Benjamin

La biblia de Tarantino


¿Ese es tu dios?


Gente que piensa


Lo que cuenta es la meta


¿Qué le enseñas a tus hijos?

« Children see, children do »

viernes, agosto 30

50 Sombras de Grey


To the moon


Una mujer feliz


¿Podemos amar sin dios?


Feliz viernes


Héroes

« El chico canta sus canciones y después deja que le pase una noche por encima y hace bien porque estar en medio de una noche, ofreciendo cualquier tipo de resistencia, es como escupirle a las olas,pero la pregunta sigue siendo la misma y a nadie le interesa qué te estás metiendo para frenar el avance irremisible de SEACABARONLASESPERANZAS, y no me refiero a las esperanzas colectivas; colegio para todos, mantas y bocadillos y los chinos como hermanos, sino a las esperanzas personales, secretas y escondidas debajo de ¡YA ESTOY EN CAMINO!, es decir, todas las cerillas que esperan saltar del tren con llamas en la cabeza »

Ray Loriga

jueves, agosto 29

Libro de los abrazos


Voluntad irracional


Ser docente


Los cambios


Deforestación mental


La libertad de dudar



Why not?


The perks of being


The full life of mind


Sentirse fuerte

« Lo único que nos regala el mar son golpes duros. Y, a veces, la posibilidad de sentirnos fuertes. Bueno, no conozco mucho sobre el mar, pero sé que es así. Y también sé que lo importante en la vida no es necesariamente ser fuerte, sino sentirse fuerte... Para medirse a sí mismo, al menos, una vez. Para encontrarse a uno mismo, en las condiciones más primitivas del ser humano. Y enfrentar la ceguera y la sordera a solas, sin más apoyo que  las manos y la cabeza ».

Fragmento de la película "Hacia rutas salvajes"
(Sean Penn, 2007).


Juan Salvador Gaviota

« ¡Si nuestra amistad depende de cosas como el espacio y el tiempo, entonces, cuando por fin superemos el espacio y el tiempo, habremos destruido nuestra propia hermandad! Pero supera el espacio, y nos quedará sólo un Aquí. Supera el tiempo, y nos quedará sólo un Ahora. Y entre el Aquí y el Ahora, ¿No crees que podremos volver a vernos un par de veces? »

Richard Bach

El lobo estepario

« Ya ha escuchado usted su sentencia. No tendrá más remedio que acostumbrarse a seguir oyendo la música de radio de la vida. Le sentará bien. Tiene usted poquísimo talento, querido y estúpido amigo; pero así, poco a poco, habrá ido comprendiendo ya lo que se exige de usted. Ha de hacerse cargo del humorismo de la vida, del humor patibulario de esta vida. Claro que usted está dispuesto en este mundo a todo menos a lo que se le exige. Está dispuesto a asesinar muchachas, está dispuesto a dejarse ejecutar solemnemente. Estaría dispuesto también con seguridad a martirizarse y a flagelarse durante cien años. ¿O no? -¡Oh, sí con toda mi alma!- exclamé en mi estado miserable. -¡Naturalmente! Para todo espectáculo necio y falto de humor se puede contar con usted, señor de altos vuelos, para todo lo patético y sin gracia. Sí; pero a mí eso no me gusta; por toda su romántica penitencia no le doy a usted ni cinco céntimos. Usted quiere ser ajusticiado, quiere que le corten la cabeza, sanguinario. Por este ideal idiota sería usted capaz de cometer diez asesinatos. Usted quiere morir, cobarde; pero no vivir. Al diablo, si precisamente lo que tiene usted que hacer es vivir. Merecería usted ser condenado a la pena más grave de todas ».


Hermann Hesse

La insoportable levedad del ser

« Todos necesitarnos que alguien nos mire. Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir. La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. Ese es el caso del cantante alemán, de la actriz norteamericana y también del redactor con largas barbas. Estaba acostumbrado a sus lectores y, cuando un buen día los rusos cerraron su semanario, tuvo la sensación de que el aire era cien veces más enrarecido. Nadie podía reemplazarle la mirada de los ojos desconocidos. Le pareció que se ahogaba. Entonces fue cuando advirtió que la policía vigilaba todos sus pasos, que oían sus conversaciones por teléfono y que hasta le sacaban en secreto fotos en la calle. ¡De pronto los ojos anónimos estaban otra vez en todas partes y él podía respirar de nuevo! ¡Estaba feliz! Se dirigía con voz teatral a los micrófonos de las paredes. Había encontrado en la policía al público perdido. La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría quienes, cuando pierden a su público, tienen la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz. A casi todos ellos les sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas. Entre éstos están Marie-Claude y su hija. Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerrarán los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. Pertenecen a este grupo Teresa y Tomás. Y hay también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores. Por ejemplo Franz. El único motivo de su viaje hasta la frontera de Camboya fue Sabina. El autobús traquetea por la carretera tailandesa y él siente que su larga mirada se fija en él. A la misma categoría pertenece también el hijo de Tomás. Lo llamaré Simón. (Se alegrará de tener un nombre bíblico como su padre.) Los ojos que anhela son los de Tomás. Cuando se comprometió en la recogida de firmas lo echaron de la universidad. La chica con la que salía era sobrina de un cura de pueblo. Se casó con ella, se hizo tractorista en la cooperativa, católico practicante y padre. Después se enteró por medio de algún amigo de que Tomás también vivía en el campo y se alegró: ¡el destino había logrado que sus vidas fuesen simétricas! Aquello lo impulsó a escribirle una carta. No pedía respuesta. Lo único que quería era que Tomás dirigiera su mirada hacia su vida »

Milán Kundera

Cuando ya no importe


miércoles, agosto 28

The perks of being a wallflower


Perros y seres humanos


Héroes

« Sigue con tu historia. Enfermedades, muertes, suerte, millones por casi nada en la televisión, culos, tetas, coños en la televisión, disparos en la cabeza en la televisión, vendedores de alfombras y de remedios contra la impotencia y cirujanos, que gente tan extraña los cirujanos que se meten dentro de los demás y después salen como si nada y bancos, dinero, comisiones, intereses que crecen alrededor de una deuda como una ballena que crece alrededor de Jonás, sida, sobre todo sida, no te vayas a cortar ahora, si no estoy en casa empieza con los curas y después regálate debajo de las tapas de yogures. Big Bang, nuevas teorías acerca de la creación de la vieja mierda y Dios es parapléjico y bienaventurados los homosexuales y los yonquis porque ellos nos precederán en el reino de los cielos, olimpiadas y campeonatos del mundo de fútbol y genocidios y epidemias, las siete plagas, los negros, habrá que ver que hacemos con los negros y las mujeres, también habrá que ver que hacemos con ellas y los enanos, no hay que olvidar a los enanos, y sobre todo no juzgues desde lejos porque a lo mejor el que parece un enano está de rodillas y a lo mejor está rezando, pero a lo mejor la está chupando, así que no te descuides y piensa que un cuello de hombre blanco ya casi no vale nada y joder, sé que no esculpa mía, pero tampoco era culpa suya antes, así que a correr, y culos blancos corriendo y filipinos crucificados con clavos de ferretería como un moisés separando las aguas de una piscina y el Papa a por uvas, carreteras, puentes, ingenieros de caminos, satélites de telecomunicaciones, todas las violaciones del planeta y algunas multinacionales y quemaduras de primer grado en el salón de su casa en menos de diez segundos y planes para algo definitivamente mejor que todavía no tiene nombre; seguir sin mí »

Ray Loriga


Karma

 La doctrina del Karma y la del pecado original son mierda del mismo culo.

El universo no es bueno ni malo, 
en el universo no hay justicia, 
esos son ideales que inventó el humano. 
Dejen de atribuirle sentido antropomórfico 
a lo que no lo tiene.

El Karma sólo es otro pensamiento mágico más. 


Muchos confunden Karma con Ley de Acción y Reacción, pero la verdadera doctrina del Karma implica la existencia de vidas pasadas y futuras

« La creencia en el karma tiene varias corrientes. El karma en el hinduismo está ligado a la creencia en la reencarnación. Consiste en creer que todas nuestras acciones tienen consecuencia en nuestras vidas posteriores, y lo que nos pasa ahora es consecuencia de lo que hicimos en vidas pasadas. Al morir somos juzgados, y se nos asigna una nueva existencia acorde a cómo nos comportamos. Esta creencia se usa como justificación del sistema de castas y para aplacar a la gente y que acepte su situación paupérrima. El concepto es, naciste en una clase baja y estás privado de todo, porque en otra vida hiciste algo malo y ahora tienes que pagar, así que a callarse y a agachar la cabeza.

El karma en el budismo, en cambio, puede tener el mismo efecto pero también puede ser más inmediato y sin mediación de dioses. También creen en el premio y el castigo, y en la reencarnación, lo cual puede ser usado de la misma manera que en el hinduismo, pero también tienen la creencia más lógica que los actos tienen consecuencias, y que esas consecuencias nos alcanzan tal vez no inmediatamente pero sí a la larga. En ese sentido, el karma no es algo mágico ni algo predestinado, sino simplemente observar que vivimos en sociedad y lo que hacemos afecta a los demás, y según cómo afectemos a los demás eso nos volverá a afectar a nosotros más tarde.

La crítica a ésto sería que, por supuesto, mucha gente comete crímenes horribles llegando al fin de su vida natural viviendo en lujos y sin privaciones sin ningún castigo más que su conciencia, si la tiene, mientras que otras personas altruistas, buenas y generosas, sufren desgracias horribles. Ante ésto aparece la doctrina de la reencarnación, lo cual es por supuesto un intento de justificar lo injustificable ».


Lo que enseñan tus padres


Si uno supiera


La fe de Unamuno


martes, agosto 27

La película de nuestra vida


¿Conoces a Brian May?

« Fue el guitarrista de un 'pequeño' y 'poco conocido' grupo de rock llamado... ¡QUEEN! y es considerado uno de los mejores guitarristas de los últimos tiempos.

Apuesto a que no sabías que también tiene un doctorado en Astrofísica. Estudio física y matemáticas en el Imperial College y pasó un tiempo en la isla de Tenerife (España) estudiando distintos fenómenos astronómicos desde el Observatorio del Teide.


En el año 2006, decidió culminar su doctorado en astrofísica y en agosto de 2007 aprobó dicho examen en el Imperial College con su tesis titulada "Radial velocities in the zodiacal dust cloud" (Velocidad radial en la nube de polvo zodiacal), grado que le fue otorgado oficialmente en 2008.


En 2007 fue nombrado Rector honorífico de la Universidad John Moores, en Liverpool, y desde 2008 asiste a los actos solemnes de esta universidad británica como máxima autoridad académica ».



¿Qué hay detrás de una taza con café?

« Uno de los conceptos básicos de la Sociología es la 'Imaginación Sociológica', que consiste en usar un enfoque más amplio y estudiar cosas cotidianas como si fueran algo nuevo desde una perspectiva distante y completa.

Por ejemplo, ¿Qué podríamos decir de beber una taza con café, un hecho que parece tener tan poco interés? Les daré algunos ejemplos que son sumamente interesantes desde un punto de vista sociológico y que posiblemente ni siquiera habían imaginado:


1.- Podríamos señalar que el café no es sólo una bebida, ya que tiene un valor simbólico como parte de las actividades cotidianas humanas. Con frecuencia el ritual al que va unido beber café es mucho más importante que el acto en sí. Para muchos, la taza de café matutina ocupa el centro de una rutina personal, es un primer paso esencial para poder comenzar el día. El café de la mañana suele ir seguido, en otros momentos del día, por cafés junto a otras personas, siendo así la base de un rito social. Dos personas que quedan para tomarse un café probablemente tienen más interés en encontrarse que en lo que van a beber. La comida y la bebida dan lugar en todas las sociedades a oportunidades de interacción social y la ejecución de rituales.

2.- La cafeína tiene un efecto estimulante en el cerebro, mucha gente lo toma para tener ese 'impulso adicional' que proporciona. Las jornadas de trabajo prolongadas y las horas de estudio hasta altas horas de la noche se hacen tolerables con intermedios para tomar café. Beber esta sustancia es una actividad que crea hábito, pero, la mayoría de la gente no considera que los adictos al café consuman droga. Como el alcohol, el café es una droga aceptada socialmente, mientras la marihuana, por ejemplo, no lo es. Sin embargo hay culturas que toleran el consumo de marihuana, pero fruncen el ceño ante el café y el alcohol ¿Por qué existen estos contrastes?

3.- Un individuo, al beber un taza con café, forma parte de una complicada serie de relaciones sociales y económicas que se extienden por todo el mundo. El café es un producto que se consume en grandes cantidades en los países opulentos pero crece sobre todo en los pobres. El café es una de las mercancías más valiosas del comercio internacional; para muchos es una de las principales fuentes de divisas extranjeras. Los procesos de producción, transporte y distribución requieren transacciones continuadas entre personas que se encuentran a miles de kilómetros de distancia. El estudio de esta transacciones globales es una tarea importante, puesto que muchos aspectos de nuestras vidas actuales se ven afectados por comunicaciones e influencias sociales que tienen lugar a escala mundial.

4.- El acto de beber una taza con café supone que detrás hay todo un proceso de desarrollo social y económico. Junto con otros componentes de nuestra dieta habitual (como el plátano, el té, el azúcar, o las patatas), el consumo de café comenzó a extenderse a finales del siglo XIX y, aunque se originó en Medio Oriente, la demanda masiva de este producto data del periodo de la expansión colonial occidental. En la actualidad, casi todo el café que se bebe en los países occidentales proviene de áreas que fueron colonizadas por los europeos (África y Latinoamérica). El legado colonial ha tenido un enorme impacto en el desarrollo del comercio mundial de café.

5.- El café es uno de los productos situados en el centro de los debates que en la actualidad se ocupan de la globalización, el comercio internacional, los derechos humanos y la destrucción del medio ambiente. Al aumentar la popularidad del café, este se ha visto etiquetado y politizado; las decisiones que toman los consumidores de café en cuanto al tipo de café que beben son vitales. Los individuos pueden optar por beber únicamente café orgánico, café descafeinado de forma natural o café obtenido mediante un 'comercio justo' (en el que se paga el precio total del mercado a los productores de los países en vías de desarrollo). Pueden optar por consumir en cafeterías independientes o en grandes cadenas como Starbucks. Los bebedores de café pueden decidir boicotear a ciertos países en los que tanto el respeto por los derechos humanos como la protección al medio ambiente son escasos. Es interesante comprender cómo la globalización aumenta la conciencia que tienen las personas de la existencia de ciertos problemas en rincones lejanos del planeta y cómo les lleva a actual en consecuencia dentro de su vida privada.


Una taza con café no llega a tus manos de manera automática. Tú eliges ir a un determinado establecimiento a comprar determinada marca, o prefieres ir a determinada cafetería, beberlo solo, con leche o de cualquier otro modo. Al tomar esta decisión, junto a otros millones de personas, conformas el mercado del café e influyes en la vida de sus productores y distribuidores, que quizá viven a miles de kilómetros de distancia.

La imaginación sociológica nos permite darnos cuenta de que muchos acontecimientos cotidianos y aparentemente sin interés, como una 'simple' taza conj café, en realidad tienen que ver con asuntos mucho más generales y complejos »


10 minutos


domingo, agosto 25

Sunday

En días lluviosos como hoy, pienso en ti.
Gracias por todo lo que me enseñaste de la vida.
Y donde quiera que estés hoy,  siempre en mi mente,

con tu sabiduría, tu alegría y tu amistad, 
con esas palabras precisas,
acertijos, retos, certezas;
 verdades como puños.
Sigues haciéndome girar por los aires.
Te quiero, Padre



Ateos habladores


La vida privada de los árboles

« Ése es el libro que su padre debería escribir: el libro de las historias que sería mejor no contarle a nadie, no ventilar, llevarse a la tumba; un libro de confesiones que no dirían nada a nadie, que nadie consideraría valiosas. Lo importante sería haberlas guardado, haberse ahorrado el aliento que toma contarlas ».


Alejandro Zambra

La palabra del mudo

« Eramos ilusos entonces y optimistas. Creíamos que bastaba reunir a jóvenes de todo el mundo en una ciudad, hacerlos durante quince días pasear, conversar, bailar, comer y beber juntos para que la paz se instaurara en el mundo. No sabíamos nada del hombre ni de la historia ».


Julio Ramón Ribeyro

Yerma- acto primero

« Al levantarse el telón está Yerma dormida con un tabanque de costura a los pies. La escena tiene una extraña luz de sueño. Un Pastor sale de puntillas, mirando fijamente a Yerma. Lleva de la mano a un niño vestido de blanco. Suena el reloj. Cuando sale el pastor, la luz azul se cambia por una alegre luz de mañana de primavera. Yerma se despierta.



CANTO
Voz (dentro)

A la nana, nana, nana,
a la nanita le haremos
una chocita en el campo
y en ella nos meteremos.

YERMA.Juan. ¿Me oyes? Juan.

JUAN Voy.

YERMA- Ya es la hora.

JUAN- ¿Pasaron las yuntas?

YERMA- Ya pasaron todas.

JUAN- Hasta luego. (Va a salir.)

YERMA- ¿No tomas un vaso con leche?

JUAN- ¿Para qué?

YERMA- Trabajas mucho y no tienes tú cuerpo para resistir los trabajos.

JUAN- Cuando los hombres se quedan enjutos se ponen fuertes, como el acero.

YERMA- Pero tú no. Cuando nos casamos eras otro. Ahora tienes la cara blanca como si no te diera en ella el sol. A mí me gustaría que fueras al río y nadaras, y que te subieras al tejado cuando la lluvia cala nuestra vivienda. Veinticuatro meses llevamos casados y tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés.

JUAN- ¿Has acabado?

YERMA- (Levantándose.) No lo tomes a mal. Si yo estuviera enferma me gustaría que tú me cuidases. «Mi mujer está enferma: voy a matar este cordero para hacerle un buen guiso de carne. Mi mujer está enferma: voy a guardar esta enjundia de gallina para aliviar su pecho; voy a llevarle esta piel de oveja para guardar sus pies de la nieve.» Así soy yo. Por eso te cuido.

JUAN- Y yo te lo agradezco.

YERMA- Pero no te dejas cuidar.

JUAN- Es que no tengo nada. Todas esas cosas son suposiciones tuyas. Trabajo mucho. Cada año seré más viejo.

YERMA- Cada año... Tú y yo seguiremos aquí cada año ».


Federico García Lorca


Haz lo que amas

« No encuentras la felicidad, y es tan fácil, sólo debes escuchar a tu corazón antes que intervenga tu cabeza que está condicionada por la memoria, que complica todo con cosas viejas, con órdenes del pasado, con prejuicios que enferman, que encadenan: la cabeza que divide, es decir, empobrece, la cabeza que no acepta que la vida es como es, no como debería ser. Haz sólo lo que amas y serás feliz ».

Facundo Cabral

Cartas a Chepita

« Eres, sin duda, mía. Y soy, sin duda, tuyo. No importa nada. No importa lo que hagamos, lo que deseemos, lo que esperemos. No importa otra vez la distancia, ni esa pequeña muerte de la ausencia; no importa ya ni el tiempo, ni el olvido, ni la sangre buscándote, ni el mutilado encuentro. Eres ya mía, mía, sin palabras, sin giros, sin metáforas; mía ya sin ti misma, como tuyo sin mí: los dos en uno, sin nosotros »


Jaime Sabines
(septiembre 24, 1948)

Elecciones-objetivas


sábado, agosto 24

Venezia

« Io sono il capone della mafia. 
Io sono il figlio della mia mamma. 
Tu sei uno stronzo di merda,
(¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!)
e un figlio di troia in Venezia.

(Quiero spaghetti...) 
Venezia... 
(...Y mozarella) 
Venezia... 
(Quiero tirarme...) 
Venezia... 
(...A Donnatella) 

Lo tengo preparado, tengo las maletas. 
Vamos juntos hasta Italia, 
quiero comprarme un jersey a rayas.
Pasaremos de la mafia, nos bañaremos en la playa.

Stavamo per farci la numero mile 
cuando arrivó la guardia civile. 

Io sono il capo de la mafia (gli dissi), 
se non la senetti ti spacco la faceia.
(Quiero spaghetti y mozarela)
(Quiero tirarme a Donnatella)
¡Cha! ¡Cha! ¡Cha!

Lo tengo preparado, tengo las maletas. 
Vamos juntos hasta Italia, 
quiero comprarme un jersey a rayas.

Pasaremos de la mafia, nos bañaremos en la playa.

Venezia... 
Venezia...
Venezia... 
Venezia... 
Venezia... »
Hombres G


Lectura y felicidad


Dime

« Dime por favor dónde no estás,
en qué lugar puedo no ser tu ausencia 
dónde puedo vivir sin recordarte, 
y dónde recordar, sin que me duela. 

Dime por favor en qué vacío, 
no está tu sombra llenando los centros; 
dónde mi soledad es ella misma, 
y no el sentir que tú te encuentras lejos. 

Dime por favor por qué camino, 
podré yo caminar, sin ser tu huella; 
dónde podré correr no por buscarte, 
y dónde descanzar de mi tristeza. 

Dime por favor cuál es la noche, 
que no tiene el color de tu mirada; 
cuál es el sol, que tiene luz tan solo, 
y no la sensación de que me llamas. 

Dime por favor dónde hay un mar, 
que no susurre a mis oídos tus palabras. 

Dime por favor en qué rincón, 
nadie podrá ver mi tristeza; 
dime cuál es el hueco de mi almohada, 
que no tiene apoyada tu cabeza. 

Dime por favor cuál es la noche, 
en que vendrás, para velar tu sueño; 
que no puedo vivir, porque te extraño; 
y que no puedo morir, porque te quiero ».


Atribuido a Borges
Autor: Gustavo Alejandro Castiñeiras
Nombre original: Poema de un Recuerdo



Instantes

« Si pudiera vivir nuevamente mi vida, 
en la próxima trataría de cometer más errores. 
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. 
Sería más tonto de lo que he sido, 
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad. 
Sería menos higiénico. 
Correría más riesgos, 
haría más viajes, 
contemplaría más atardeceres, 
subiría más montañas, nadaría más ríos. 
Iría a más lugares adonde nunca he ido, 
comería más helados y menos habas, 
tendría más problemas reales y menos imaginarios. 

Yo fui una de esas personas que vivió sensata 
y prolíficamente cada minuto de su vida; 
claro que tuve momentos de alegría. 
Pero si pudiera volver atrás trataría 
de tener solamente buenos momentos. 

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, 
sólo de momentos; no te pierdas el ahora. 

Yo era uno de esos que nunca 
iban a ninguna parte sin un termómetro, 
una bolsa de agua caliente, 
un paraguas y un paracaídas; 
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano. 

Si pudiera volver a vivir 
comenzaría a andar descalzo a principios 
de la primavera 
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño. 
Daría más vueltas en calesita, 
contemplaría más amaneceres, 
y jugaría con más niños, 
si tuviera otra vez vida por delante. 

Pero ya ven, tengo 85 años... 
y sé que me estoy muriendo »
Jorge Luis Borges

Dos almas


El otro

« El hecho ocurrió el mes de febrero de 1969, al norte de Boston, en Cambridge. No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 1972, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí. Sé que fue casi atroz mientras duró y más aún durante las desveladas noches que lo siguieron. Ello no significa que su relato pueda conmover a un tercero.

Serían las diez de la mañana. Yo estaba recostado en un banco, frente al río Charles. A unos quinientos metros a mi derecha había un alto edificio, cuyo nombre no supe nunca. El agua gris acarreaba largos trozos de hielo. Inevitablemente, el río hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de Heráclito. Yo había dormido bien, mi clase de la tarde anterior había logrado, creo, interesar a los alumnos. No había un alma a la vista.

Sentí de golpe la impresión (que según los psicólogos corresponde a los estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento. En la otra punta de mi banco alguien se había sentado. Yo hubiera preferido estar solo, pero no quise levantarme en seguida, para no mostrarme incivil. El otro se había puesto a silbar. Fue entonces cuando ocurrió la primera de las muchas zozobras de esa mañana. Lo que silbaba, lo que trataba de silbar (nunca he sido muy entonado), era el estilo criollo de La tapera de Elías Regules. El estilo me retrajo a un patio, que ha desaparecido, y la memoria de Alvaro Melián Lafinur, que hace tantos años ha muerto. Luego vinieron las palabras. Eran las de la décima del principio. La voz no era la de Álvaro, pero quería parecerse a la de Alvaro. La reconocí con horror.

Me le acerqué y le dije:

-Señor, ¿usted es oriental o argentino?

-Argentino, pero desde el catorce vivo en Ginebra -fue la contestación.

Hubo un silencio largo. Le pregunté:

-¿En el número diecisiete de Malagnou, frente a la iglesia rusa?

Me contestó que si.

-En tal caso -le dije resueltamente- usted se llama Jorge Luis Borges. Yo también soy Jorge Luis Borges. Estamos en 1969, en la ciudad de Cambridge.

-No -me respondió con mi propia voz un poco lejana.

Al cabo de un tiempo insistió:

-Yo estoy aquí en Ginebra, en un banco, a unos pasos del Ródano. Lo raro es que nos parecemos, pero usted es mucho mayor, con la cabeza gris.

Yo le contesté:

-Puedo probarte que no miento. Voy a decirte cosas que no puede saber un desconocido. En casa hay un mate de plata con un pie de serpientes, que trajo de Perú nuestro bisabuelo. También hay una palangana de plata, que pendía del arzón. En el armario de tu cuarto hay dos filas de libros. Los tres de volúmenes de Las mil y una noches de Lane, con grabados en acero y notas en cuerpo menor entre capítulo, el diccionario latino de Quicherat, la Germania de Tácito en latín y en la versión de Gordon, un Don Quijote de la casa Garnier, las Tablas de Sangre de Rivera Indarte, con la dedicatoria del autor, el Sartor Resartus de Carlyle, una biografía de Amiel y, escondido detrás de los demás, un libro en rústica sobre las costumbres sexuales de los pueblos balkánicos. No he olvidado tampoco un atardecer en un primer piso en la plaza Dubourg.

-Dufour -corrigió.

-Esta bien. Dufour. ¿Te basta con todo eso?

-No -respondió-. Esas pruebas no prueban nada. Si yo lo estoy soñando, es natural que sepa lo que yo sé. Su catálogo prolijo es del todo vano.

La objeción era justa. Le contesté:

-Si esta mañana y este encuentro son sueños, cada uno de los dos tiene que pensar que el soñador es él. Tal vez dejemos de soñar, tal vez no. Nuestra evidente obligación, mientras tanto, es aceptar el sueño, como hemos aceptado el universo y haber sido engendrados y mirar con los ojos y respirar.

-¿Y si el sueño durara? -dijo con ansiedad. 

Para tranquilizarlo y tranquilizarme, fingí un aplomo que ciertamente no sentía. Le dije:

-Mi sueño ha durado ya setenta años. Al fin y al cabo, al recordarse, no hay persona que no se encuentre consigo misma. Es lo que nos está pasando ahora, salvo que somos dos. ¿No querés saber algo de mi pasado, que es el porvenir que te espera?

Asintió sin una palabra. Yo proseguí un poco perdido:

-Madre está sana y buena en su casa de Charcas y Maipú, en Buenos Aires, pero padre murió hace unos treinta años. Murió del corazón. Lo acabó una hemiplejía; la mano izquierda puesta sobre la mano derecha era como la mano de un niño sobre la mano de un gigante. Murió con impaciencia de morir, pero sin una queja. Nuestra abuela había muerto en la misma casa. Unos días antes del fin, nos llamo a todos y nos dijo: "Soy una mujer muy vieja, que está muriéndose muy despacio. Que nadie se alborote por una cosa tan común y corriente."Norah, tu hermana, se casó y tiene dos hijos. A propósito, ¿en casa como están?

-Bien. Padre siempre con sus bromas contra la fe. Anoche dijo que Jesús era como los gauchos, que no quieren comprometerse, y que por eso predicaba en parábolas.

Vaciló y me dijo:

-¿Y usted?

No sé la cifra de los libros que escribirás, pero sé que son demasiados. Escribirás poesías que te darán un agrado no compartido y cuentos de índole fantástica. Darás clases como tu padre y como tantos otros de nuestra sangre. Me agradó que nada me preguntara sobre el fracaso o éxito de los libros.

Cambié. Cambié de tono y proseguí:

-En lo que se refiere a la historia... Hubo otra guerra, casi entre los mismos antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterllo. Buenos Aires, hacía mil novecientos cuarenta y seis, engendró otro Rosas, bastante parecido a nuestro pariente. El cincuenta y cinco, la provincia de Córdoba nos salvó, como antes Entre Ríos. Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del planeta; América, trabada por la superstición de la democracia, no se resuelve a ser un imperio. Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní.

Noté que apenas me prestaba atención. El miedo elemental de lo imposible y sin embargo cierto lo amilanaba. Yo, que no he sido padre, sentí por ese pobre muchacho, más íntimo que un hijo de mi carne, una oleada de amor. Vi que apretaba entre las manos un libro. Le pregunté qué era.

-Los poseídos o, según creo, Los demonios de Fyodor Dostoievski -me replicó no sin vanidad.

-Se me ha desdibujado. ¿Que tal es?

No bien lo dije, sentí que la pregunta era una blasfemia.

-El maestro ruso -dictaminó- ha penetrado más que nadie en los laberintos del alma eslava.

Esa tentativa retórica me pareció una prueba de que se había serenado.

Le pregunté qué otros volúmenes del maestro había recorrido.

Enumeró dos o tres, entre ellos El doble.

Le pregunté si al leerlos distinguía bien los personajes, como en el caso de Joseph Conrad, y si pensaba proseguir el examen de la obra completa.

-La verdad es que no -me respondió con cierta sorpresa.

Le pregunté qué estaba escribiendo y me dijo que preparaba un libro de versos que se titularía Los himnos rojos. También había pensado en Los ritmos rojos.

-¿Por qué no? -le dije-. Podés alegar buenos antecedentes. El verso azul de Rubén Darío y la canción gris de Verlaine.

Sin hacerme caso, me aclaró que su libro cantaría la fraternidad de todos lo hombres. El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época. Me quedé pensando y le pregunté si verdaderamente se sentía hermano de todos. Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros, de todos buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos los afónicos, etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los oprimidos y parias.

-Tu masa de oprimidos y de parias -le contesté- no es más que una abstracción. Sólo los individuos existen, si es que existe alguien. El hombre de ayer no es el hombre de hoy sentencio algún griego. Nosotros dos, en este banco de Ginebra o de Cambridge, somos tal vez la prueba.

Salvo en las severas páginas de la Historia, los hechos memorables prescinden de frases memorables. Un hombre a punto de morir quiere acordarse de un grabado entrevisto en la infancia; los soldados que están por entrar en la batalla hablan del barro o del sargento. Nuestra situación era única y, francamente, no estábamos preparados. Hablamos, fatalmente, de letras; temo no haber dicho otras cosas que las que suelo decir a los periodistas. Mi alter ego creía en la invención o descubrimiento de metáforas nuevas; yo en las que corresponden a afinidades íntimas y notorias y que nuestra imaginación ya ha aceptado. La vejez de los hombres y el ocaso, los sueños y la vida, el correr del tiempo y del agua. Le expuse esta opinión, que expondría en un libro años después.

Casi no me escuchaba. De pronto dijo:

-Si usted ha sido yo, ¿cómo explicar que haya olvidado su encuentro con un señor de edad que en 1918 le dijo que él también era Borges?

No había pensado en esa dificultad. Le respondí sin convicción:

-Tal vez el hecho fue tan extraño que traté de olvidarlo.

Aventuró una tímida pregunta:

-¿Cómo anda su memoria?

Comprendí que para un muchacho que no había cumplido veinte años; un hombre de más de setenta era casi un muerto. Le contesté:

-Suele parecerse al olvido, pero todavía encuentra lo que le encargan.

Estudio anglosajón y no soy el último de la clase.

Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño.

Una brusca idea se me ocurrió.

-Yo te puedo probar inmediatamente -le dije- que no estás soñando conmigo.
Oí bien este verso, que no has leído nunca, que yo recuerde.

Lentamente entoné la famosa línea:

L'hydre - univers tordant son corps écaillé d'astres. Sentí su casi temeroso estupor. Lo repitió en voz baja, saboreando cada resplandeciente palabra.

-Es verdad -balbuceó-. Yo no podré nunca escribir una línea como ésa.

Hugo nos había unido.

Antes, él había repetido con fervor, ahora lo recuerdo, aquella breve pieza en que Walt Whitman rememora una compartida noche ante el mar, en que fue realmente feliz.

-Si Whitman la ha cantado -observé- es porque la deseaba y no sucedió. El poema gana si adivinamos que es la manifestación de un anhelo, no la historia de un hecho.

Se quedó mirándome.

-Usted no lo conoce -exclamó-. Whitman es capaz de mentir.

Medio siglo no pasa en vano. Bajo nuestra conversación de personas de miscelánea lectura y gustos diversos, comprendí que no podíamos entendernos.

Eramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el dialogo. Cada uno de los dos era el remendo cricaturesco del otro. La situación era harto anormal para durar mucho más tiempo. Aconsejar o discutir era inútil, porque su inevitable destino era ser el que soy.

De pronto recordé una fantasía de Coleridge. Alguien sueña que cruza el paraíso y le dan como prueba una flor. Al despertarse, ahí está la flor. Se me ocurrió un artificio análogo.

-Oí -le dije-, ¿tenés algún dinero?

-Sí - me replicó-. Tengo unos veinte francos. Esta noche lo convidé a Simón Jichlinski en el Crocodile.

-Dile a Simón que ejercerá la medicina en Carouge, y que hará mucho bien... ahora, me das una de tus monedas.

Sacó tres escudos de plata y unas piezas menores. Sin comprender me ofreció uno de los primeros.

Yo le tendí uno de esos imprudentes billetes americanos que tienen muy diverso valor y el mismo tamaño. Lo examinó con avidez.

-No puede ser -gritó-. Lleva la fecha de mil novecientos sesenta y cuatro. (Meses después alguien me dijo que los billetes de banco no llevan fecha.)

-Todo esto es un milagro -alcanzó a decir- y lo milagroso da miedo. Quienes fueron testigos de la resurrección de Lázaro habrán quedado horrorizados. No hemos cambiado nada, pensé. Siempre las referencias librescas.

Hizo pedazos el billete y guardó la moneda. 

Yo resolví tirarla al río. El arco del escudo de plata perdiéndose en el río de plata hubiera conferido a mi historia una imagen vívida, pero la suerte no lo quiso.

Respondí que lo sobrenatural, si ocurre dos veces, deja de ser aterrador. Le propuse que nos viéramos al día siguiente, en ese mismo banco que está en dos tiempos y en dos sitios.

Asintió en el acto y me dijo, sin mirar el reloj, que se le había hecho tarde. Los dos mentíamos y cada cual sabía que su interlocutor estaba mintiendo. Le dije que iban a venir a buscarme.

-¿A buscarlo? -me interrogó.

-Sí. Cuando alcances mi edad habrás perdido casi por completo la vista.

Verás el color amarillo y sombras y luces. No te preocupes. La ceguera gradual no es una cosa trágica. Es como un lento atardecer de verano. Nos despedimos sin habernos tocado. Al día siguiente no fui. EL otro tampoco habrá ido.

He cavilado mucho sobre este encuentro, que no he contado a nadie. Creo haber descubierto la clave. El encuentro fue real, pero el otro conversó conmigo en un sueño y fue así que pudo olvidarme; yo conversé con él en la vigilia y todavía me atormenta el encuentro.

El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente. Soñó, ahora lo entiendo, la imposible fecha en el dólar »


Jorge Luis Borges