jueves, enero 31

El sistema

« Los funcionarios no funcionan.
Los políticos hablan pero no dicen.
Los votantes votan pero no eligen.
Los medios de información desinforman.
Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.
Los jueces condenan a las víctimas. 
Los militares están en guerra con sus compatriotas.
Los policías no combaten los crímenes, 
porque están ocupados en cometerlos.
Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan.
Es más libre el dinero que la gente.
La gente está al servicio de las cosas ».

Eduardo Galeano


miércoles, enero 30

El árbol de la Ciencia

« Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido. Andrés se inclinaba a creer que el pesimismo de Schopenhauer era una verdad casi matemática. El mundo le parecía una mezcla de manicomio y de hospital; ser inteligente constituía una desgracia, y sólo la felicidad podía venir de la inconsciencia y de la locura »








Pío Baroja

El Mito y la Historia

« La aspiración de todo Mito es pasar a formar parte de la Historia; la aspiración de toda Historia es alcanzar el grado de inteligibilidad del MIto. Mito e Historia se necesitan en virtud de lo que respectivamente adolecen: aquél de la mayoría de edad de su hija adusta; ésta de la fascinación que provoca un padre temerario. El Mito educa sin tener que legitimar necesariamente sus presupuestos; la Historia, porque habla desde la legitimidad, no siempre triunfa en su propósito por educar. Pero ambos- Mito e Historia, Historia y Mito-rescatan al hombre del sinsentido. Porque Mito e Historia trabajan con el lenguaje, y el lenguaje del Mito que conspira para ser Historia y el lenguaje de la Historia que anhela convertirse en Mito, son el instrumento que hace tolerable el desconcierto sobre el que la humanidad discurre » 

Ricardo Menéndez Salmón

martes, enero 29

Rosaura- La vida es un sueño

« Con asombro de mirarte, 
con admiración de oírte, 
ni sé qué pueda decirte, 
ni qué pueda preguntarte. 
Sólo diré que a esta parte
hoy el cielo me ha guiado
para haberme consolado, 
si consuelo puede ser, 
del que es desdichado, ver
a otro que es más desdichado. 
Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba, 
que sólo se sustentaba 
de unas yerbas que comía. 
¿Habrá otro -entre sí decía-más
pobre y triste que yo? 
Y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo 
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó. 
Quejoso de la fortuna
yo en este mundo vivía, 
y cuando entre mí decía: 
¿Habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?, 
piadoso me has respondido; 
pues volviendo en mi sentido, 
hallo que las penas mías, 
para hacerlas tú alegrías, 
las hubieras recogido. 
Y por si acaso mis penas
pueden aliviarte en parte, 
óyelas atento, y toma 
las que dellas me sobraren. 
Yo soy ».

Pedro Calderón de la Barca



Los descubridores

« Albert Einstein tenía en la pared de su estudio un retrato de Michael Faraday (1791-1867), y ningún otro hubiera podido ser más apropiado, pues Faraday fue el pionero y el profeta de la gran revisión que hizo posible la obra de Einstein. El mundo ya no sería un escenario newtoniano de «fuerzas a distancia», objetos mutuamente atraídos por la fuerza de la gravedad inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que hay entre ellos. El mundo material se convertiría en una tentadora escena de sutiles y omnipresentes «campos de fuerza». Esta idea era tan radical como la revolución newtoniana, e incluso más difícil de comprender para los legos en la materia ».





Daniel J. Boorstin

lunes, enero 28

Beatriz, la polución

« Dijo el tío Rolando que esta ciudad se está poniendo imbancable de tanta polución que tiene. Yo no dije nada para no quedar como burra pero de toda la frase sólo entendí la palabra ciudad. Después fui al diccionario y busqué la palabra imbancable y no está. El domingo, cuando fui a visitar al abuelo le pregunté qué quería decir imbancable y él se ríó y me explicó con buenos modos que quería decir insoportable. Ahí sí comprendí el significado porque Graciela, o sea mi mami, me dice algunas veces, o más bien casi todos los días, por favor Beatriz por favor a veces te pones verdaderamente insoportable. Precisamente ese mismo domingo a la tarde me lo dijo, aunque esta vez repitió tres veces por favor por favor por favor Beatriz a veces te pones verdaderamente insoportable, y yo muy serena, habrás querido decir que estoy imbancable, y a ella le hizo gracia, aunque no demasiada pero me quitó la penitencia y eso fue muy importante. La otra palabra, polución, es bastante más difícil. Esa sí está en el diccionario. Dice, polución: efusión de semen. Qué será efusión y qué será semen. Busqué efusión y dice: derramamiento de un líquido. También me fijé en semen y dice: semilla, simiente, líquido que sirve para la reproducción. O sea que lo que dijo el tío Rolando quiere decir esto: esta ciudad se está poniendo insoportable de tanto derramamiento de semen ». 


Mario Benedetti

domingo, enero 27

Mesa Revuelta

« La comedia estrenada anoche es excelente. Claro que hay en ella momentos que invitan a la agresión personal, pero es excelente, aunque malísima. No negaremos que los caracteres de los personajes están sostenidos con singular acierto, pero haríamos mal en no decir que en muchas escenas esos personajes proceden, obran y reaccionan como no obrarían ni reaccionarían nunca si fueran de carne. La nota cómica está dada con tino, si bien con algo de exceso, y es en todo instante fina y elegante, por más que peque en cierto modo de grosera y plebeya. La parte sentimental conmueve; no obstante lo cual, a veces hace reír. La interpretación, excelente, si bien fue muchos momentos deficientísima. El decorado, bonito, aunque mal pintado. En suma: un éxito rotundo y general, con la excepción de más de media parte del público, que pateó al bajarse el telón después de cada acto » .




Enrique Jardiel Poncela

El Laberinto de la Felicidad

« -¿Ves esos tres escalones? Son los mismos que tiene cada persona en su cabeza y hay que limpiarlos. El primero es la opinión que tenemos de los demás, que solo sirve para crear prejuicios. El segundo es la opinión que creemos que los demás tienen de nosotros, que genera miedos, engaños y malentendidos. El tercero es la opinión que tenemos de nosotros mismos, que hace que nos miremos el ombligo e inventemos problemas. Conviene limpiar de vez en cuando las opiniones de estos tres escalones para lograr una vida autentica y feliz ».

Álex Rovira

sábado, enero 26

Un método peligroso: ¿Qué es el amor?


« "Nada en absoluto es único, 
todas las cosas, por una ley divina
de una u otra forma, se entre mezclan"
--Shelley-- »

Blade Runner

« I shall die, and what I now feel be no longer felt. Soon these burning miseries will be extinct. I shall ascend my funeral pile triumphantly and exult in the agony of the torturing flames. The light of that conflagration will fade away; my ashes will be swept into the sea by the winds. My spirit will sleep in peace, or if it thinks, it will not surely think thus ».


El Maestro y las Magas

« A partir de ese momento me esforcé por convencerme de que el mundo deseaba mi existencia, incluyendo en el mundo a la humanidad entera, pasada y por venir. Mi padre y mi madre se identificaban con sus personalidades adquiridas, influencias familiares, sociales y culturales. Sus ideas locas (heredadas de padres y ancestros) les provocaban sentimientos negativos, deseos insanos y necesidades inútiles... Creían no haberme deseado, no haberme amado. Más que como un feto me vieron como un tumor. Protegido por la placenta, recibí el ataque de anticuerpos que querían asesinarme... Pero la vida que se me había otorgado resistió estos embates. Algo misterioso, profundo, inmenso, desde el comienzo de los tiempos había decidido que yo existiera. Porque deseaban mi presencia en el mundo, todas las fuerzas del universo se confabularon para que naciera. Cada ser viviente es un triunfo del deseo cósmico ».

Alejandro Jodorowsky

Nadie es más de aquí que tú

« ¿Estás mosqueado? Líate a puñetazos con una almohada. ¿Te has quedado satisfecho? Ni pizca. Hoy en día la gente está demasiado mosqueada para limitarse a dar puñetazos. Lo que deberías intentar es apuñalar. Coge una almohada vieja y llévatela al jardín. Apuñálala con un gran cuchillo afilado. Una y otra vez. Con fuerza, para que la punta del cuchillo llegue hasta la hierba. Apuñálala hasta que la destroces, hasta que lo que estés apuñalando sea la tierra, una y otra vez. Como si quisieras matarla por seguir girando, como si te vengaras de ella por tener que vivir en este planeta día tras día, solo.

¿Tienes dudas acerca de la vida? ¿no estás seguro de si merece la pena vivir? Mira al cielo: está ahí para ti. Fíjate en la cara de las personas cuando caminas por la calle: esas caras están ahí para ti. Y las calles mismas, y la tierra que hay debajo de las aceras, y la bola de fuego que hay debajo de la tierra: todo eso es para ti. Son tan tuyas como del resto de la gente. Recuerda esto cuando te levantes por la mañana y pienses que no tienes algo. Levántate y ponte de cara al este. Da las gracias por el cielo y da las gracias por la luz que hay dentro de cada persona que vive bajo el cielo. Está bien sentirse inseguro. Pero da las gracias, da las gracias, da las gracias » 

Miranda July

Azul casi transparente

« La cucaracha había metido su cabeza en un plato cubierto con globos de ketchup; su dorso estaba reluciente de grasa. Cuando aplastas cucarachas, sale un jugo de diferentes colores. Las tripas de ésta debían estar llenas de rojo. Una vez, cuando aplasté una cucaracha que andaba sobre una paleta de pintor, salió un líquido color violeta. No había pintura violeta en la paleta, pensé que el azul y el rojo debían haberse mezclado en su diminuto vientre » 







 Ryu Murakami

El libro de arena

« …Thy rope of sands…

George Herbert (1593-1623)

La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas; el volumen, de un número infinito de planos; el hipervolumen, de un número infinito de volúmenes… No, decididamente no es éste, more geométrico, el mejor modo de iniciar mi relato. Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico.

Yo vivo solo, en un cuarto piso de la calle Belgrano. Hará unos meses, al atardecer, oí un golpe en la puerta. Abrí y entró un desconocido. Era un hombre alto, de rasgos desdibujados. Acaso mi miopía los vio así. Todo su aspecto era de pobreza decente. Estaba de gris y traía una valija gris en la mano. En seguida sentí que era extranjero. Al principio lo creí viejo; luego advertí que me había engañado su escaso pelo rubio, casi blanco, a la manera escandinava. En el curso de nuestra conversación, que no duraría una hora, supe que procedía de las Orcadas.

Le señalé una silla. El hombre tardó un rato en hablar. Exhalaba melancolía, como yo ahora.
- Vendo biblias – me dijo.
No sin pedantería le contesté:
- En esta casa hay algunas biblias inglesas, incluso la primera, la de John Wiclif. Tengo asimismo la de Cipriano de Valera, la de Lutero, que literariamente es la peor, y un ejemplar latino de la Vulgata. Como usted ve, no son precisamente biblias lo que me falta.

Al cabo de un silencio me contestó:
- No sólo vendo biblias. Puedo mostrarle un libro sagrado que tal vez le interese. Lo adquirí en los confines de Bikanir.

Abrió la valija y lo dejó sobre la mesa. Era un volumen en octavo, encuadernado en tela. Sin duda había pasado por muchas manos. Lo examiné; su inusitado peso me sorprendió. En el lomo decía Holy Writ y abajo Bombay.

- Será del siglo diecinueve – observé.
- No sé. No lo he sabido nunca – fue la respuesta.

Lo abrí al azar. Los caracteres me eran extraños. Las páginas, que me parecieron gastadas y de pobre tipografía, estaban impresas a dos columnas a la manera de una biblia. El texto era apretado y estaba ordenado en versículos. En el ángulo superior de las páginas había cifras arábigas. Me llamó la atención que la página par llevara el número (digamos) 40.514 y la impar, la siguiente, 999. La volví; el dorso estaba numerado con ocho cifras. Llevaba una pequeña ilustración, como es de uso en los diccionarios: un ancla dibujada a la pluma, como por la torpe mano de un niño.

Fue entonces que el desconocido me dijo:
- Mírela bien. Ya no la verá nunca más.

Había una amenaza en la afirmación, pero no en la voz. Me fijé en el lugar y cerré el volumen. Inmediatamente lo abrí. En vano busqué la figura del ancla, hoja tras hoja. Para ocultar mi desconcierto, le dije:

- Se trata de una versión de la Escritura en alguna lengua indostánica, ¿no es verdad?
- No – me replicó.
Luego bajó la voz como para confiarme un secreto:
- Lo adquirí en un pueblo de la llanura, a cambio de una rupias y de la Biblia.
Su poseedor no sabía leer. Sospecho que en el Libro de los Libros vio un amuleto. Era de la casta más baja; la gente no podía pisar su sombra, sin contaminación. Me dijo que su libro se llamaba el Libro de Arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin.

Me pidió que buscara la primera hoja. Apoyé la mano izquierda sobre la portada y abrí con el dedo pulgar casi pegado al índice. Todo fue inútil: siempre se interponían varias hojas entre la portada y la mano. Era como si brotaran del libro.

- Ahora busque el final.
También fracasé; apenas logré balbucear con una voz que no era la mía:
- Esto no puede ser.

Siempre en voz baja el vendedor de biblias me dijo:
- No puede ser, pero es. El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita admiten cualquier número.

Después, como si pensara en voz alta:
- Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo.

Sus consideraciones me irritaron. Le pregunté:
- ¿Usted es religioso, sin duda?
- Sí, soy presbiteriano. Mi conciencia está clara. Estoy seguro de no haber estafado al nativo cuando le di la Palabra del Señor a trueque de su libro diabólico.

Le aseguré que nada tenía que reprocharse, y le pregunté si estaba de paso por estas tierras. Me respondió que dentro de unos días pensaba regresar a su patria. Fue entonces cuando supe que era escocés, de las islas Orcadas. Le dije que a Escocia yo la quería personalmente por el amor de Stevenson y de Hume.

- Y de Robbie Burns – corrigió.
Mientras hablábamos yo seguía explorando el libro infinito. Con falsa indiferencia le pregunté:
- ¿Usted se propone ofrecer este curioso espécimen al Museo Británico?
- No. Se lo ofrezco a usted – me replicó, y fijó una suma elevada.

Le respondí, con toda verdad, que esa suma era inaccesible para mí y me quedé pensando. Al cabo de unos pocos minutos había urdido mi plan.

- Le propongo un canje – le dije -. Usted obtuvo este volumen por unas rupias y por la Escritura Sagrada; yo le ofrezco el monto de mi jubilación, que acabo de cobrar, y la Biblia de Wiclif en letra gótica. La heredé de mis padres.

- A black letter Wiclif – murmuró.
Fui a mi dormitorio y le traje el dinero y el libro. Volvió las hojas y estudió la carátula con fervor de bibliófilo.

- Trato hecho – me dijo.

Me asombró que no regateara. Sólo después comprendería que había entrado en mi casa con la decisión de vender el libro. No contó los billetes, y los guardó.

Hablamos de la India, de las Orcadas y de los jarls noruegos que las rigieron. Era de noche cuando el hombre se fue. No he vuelto a verlo ni sé su nombre. Pensé guardar el Libro de Arena en el hueco que había dejado el Wiclif, pero opté al fin por esconderlo detrás de unos volúmenes descabalados de Las Mil y Una Noches. Me acosté y no dormí. A las tres o cuatro de la mañana prendí la luz. Busqué el libro imposible, y volví las hojas. En una de ellas vi grabada una máscara. El ángulo llevaba una cifra, ya no sé cual, elevada a la novena potencia.

No mostré a nadie mi tesoro. A la dicha de poseerlo se agregó el temor de que lo robaran, y después el recelo de que no fuera verdaderamente infinito. Esas dos inquietudes agravaron mi ya vieja misantropía. Me quedaban unos amigos; dejé de verlos. Prisionero del Libro, casi no me asomaba a la calle. Examiné con una lupa el gastado lomo y las tapas, y rechacé la posibilidad de algún artificio.

Comprobé que las pequeñas ilustraciones distaban dos mil páginas una de otra. Las fui anotando en una libreta alfabética, que no tardé en llenar. Nunca se repitieron. De noche, en los escasos intervalos que me concedía el insomnio, soñaba con el libro. Declinaba el verano, y comprendí que el libro era monstruoso. De nada me sirvió considerar que no menos monstruoso era yo, que lo percibía con ojos y lo palpaba con diez dedos con uñas. Sentí que era un objeto de pesadilla, una cosa obscena que infamaba y corrompía la realidad.

Pensé en el fuego, pero temí que la combustión de un libro infinito fuera parejamente infinita y sofocara de humo al planeta.

Recordé haber leído que el mejor lugar para ocultar una hoja es un bosque. Antes de jubilarme trabajaba en la Biblioteca Nacional, que guarda novecientos mil libros; sé que a mano derecha del vestíbulo una escalera curva se hunde en el sótano, donde están los periódicos y los mapas. Aproveché un descuido de los empleados para perder el Libro de Arena en uno de los húmedos anaqueles. Traté de no fijarme a qué altura ni a qué distancia de la puerta.

Siento un poco de alivio, pero no quiero ni pasar por la calle México ».

Jorge Luis Borges

viernes, enero 25

El Cable Nocturno- The Night Wire-1926

« New York, 30 de Septiembre CP FLASH

"El embajador Holliwell murió hoy. El final le llegó súbitamente cuando el embajador estaba solo en su estudio..."

Había algo extraño sobre este negocio de los cables nocturnos. Uno se sienta aquí en el último piso de un rascacielos y escucha los murmullos de la civilización. Nueva York, Londres, Calcuta, Bombay, Singapur... eran todos mis vecinos cuando se apagaban las luces de la calle y cuando el mundo se había ido a dormir.

Solo, en la quietud de la noche, entre las dos y las cuatro, las operadoras abrían sus auriculares y las noticias le llegaban. Fuegos, desastres y suicidios. Asesinatos, multitudes, catástrofes. Algunas veces un terremoto con una lista de muertos tan larga como un brazo. El hombre del cable nocturno podía llegar casi a dormirse, mientras escribía en su máquina con un dedo.

Una vez en un largo tiempo uno abría sus oídos y escuchaba. Podía escuchar cosas sobre alguien que conocía en Singapur, Halifax o París. Tal vez habría sido promovido, pero más probablemente habría sido asesinado o ahogado. Quizá, habría decidido renunciar y tomar alguna salida bizarra. Muchas cosas interesantes había en las noticias.

Pero no pasaba seguido. La mayoría del tiempo uno se sentaba y dormitaba un poco, y tap, tap en la máquina de escribir y siempre deseando estar en casa para poder dormir en una cama.

Algunas veces, sin embargo, cosas extrañas pasaban. Una pasó la otra noche, y todavía no se repitió. Eso espero.

Ustedes saben, yo manejo la oficina nocturna de una ciudad occidental marítima; el nombre no importa.

Había solamente un operador nocturno en mi staff, un compañero llamado John Morgan, de unos cuarenta años de edad, un tipo sobrio, que trabaja duro.

Él era uno de los mejores operadores que jamás conocí, era como un hombre "doble". Esto significa que podía manejar dos instrumentos a la vez, y tipear las historias en diferentes máquinas al mismo tiempo. Solo conocí a otros dos hombres que podían hacer esto consistentemente, hora tras hora, sin jamás llegar a cometer un error.

Generalmente, acostumbrábamos a recibir un solo cable nocturno, pero algunas veces, cuando era tarde, y las noticias venían rápido, las oficinas de Chicago y Denver abrían un segundo cable, y entonces Morgan hacía lo suyo. Era un mago, un autómata mecánico que funcionaba maravillosamente, pero sin imaginación.

La noche del 16 él se mostró cansado. Fue la primera y última vez que lo escuché decir una palabra acerca de sí mismo, y lo traté por tres años.

Eran justo las tres de la mañana y teníamos solo un cable. Estaba cabeceando sobre los reportes en mi escritorio y sin prestar mucha atención, cuando habló:

- Jim - dijo -, ¿no sientes como que estamos muy encerrados aquí?

- ¿Por qué? No, John - respondí -, pero abre la ventana si lo deseas.

- No importa - dijo -, supongo que solo estoy un poco cansado.

Eso fue todo lo que dijo, y yo continué trabajando. Cada diez minutos, más o menos, yo caminaba y tomaba una pila de copias de las que él había tipidiado por triplicado.

Debieron haber pasado unos veinte minutos desde que habló cuando me di cuenta que tenía abierto el segundo cable y que estaba usando ambas máquinas de escribir. Pensé que era muy inusual, ya que no estaba pasando nada que fuera "caliente". En mi siguiente caminata tomé las copias de ambas máquinas y las llevé a mi escritorio, para ordenar los duplicados.

El primer cable tenía el tipo de cosas normales y solo lo miré apresuradamente. Luego miré la segunda pila de copias. La recuerdo particularmente, ya que la historia era sobre una ciudad de la que jamás había escuchado hablar antes: "Xebico". Este era el despacho. Salvé un duplicado de esto de nuestros archivos:

"Xebico, Sept 16 CP BOLETIN

"La niebla más pesada en la historia de la ciudad se extendió sobre el poblado a las 4 en punto de la tarde de ayer. Todo el tráfico se paró y la bruma cayó como una tela sobre todo. Las luces de intensidad ordinaria no podían atravesar el fenómeno, que está creciendo constantemente."

"Los científicos hasta ahora no han podido ponerse de acuerdo sobre su origen, y la oficina meteorológica local declara que nunca antes había ocurrido algo así en la historia de la ciudad.

"A las 7 P.M. de anoche las autoridades municipales...

(más)

Esto era todo lo que había. Nada fuera de lo normal en la oficina, pero, como dije antes, me fijé en la historia a causa del nombre de la ciudad.

Debieron haber pasado unos quince minutos hasta que me acerqué por otro destajo de copias. Morgan se había dejado caer en su silla y había corrido su lámpara eléctrica de manera que no le llegue a los ojos y solo alumbre la parte superior de las dos máquinas.

Solo las cosas usuales en la pila de la derecha, pero en la de la izquierda había otro cable de Xebico. Todos los despachos venían en "tomas", o sea que las partes de varias historias diferentes estaban unidas todas entre sí; solo eran uno o dos párrafos de cada una por vez. Esta segunda historia estaba marcada como "Sube la niebla". Esta es la copia:

"A las 7 P.M. la niebla ha aumentado marcadamente. Todas las luces son ahora invisibles y la ciudad entera está cubierta por la oscuridad más absoluta.

"Como una peculiaridad del fenómeno, la neblina es acompañada por un olor malsano, comparable a nada experimentado anteriormente."

Abajo estaba la acostumbrada indicación de la hora, 3:27, y las iniciales del operador, JM.

Hubo solamente una historia más en la pila del segundo cable. Esta es:

"2a. Niebla Xebico.

"La explicación del origen de la niebla difiere grandemente. Entre lo más inusual está la del sacristán de la iglesia local, que anda a tientas buscando el camino a su oficina en condición histérica. Él declaró que la niebla se originó en el camposanto del pueblo.

"'Lo primero que se vio fue una suave neblina gris que surgió desde el interior de la tierra de las tumbas', declaró. 'Luego comenzó a subir cada vez más alto. Una brisa subterránea pareció extenderla, ya que se cuarteó y luego se volvió a unir.

"'Niebla fantasma, contorsionándose en angustiosas y extrañas formas y figuras. Y luego, en el espeso centro del grueso de la niebla, algo se movió.

"'Me volví y corrí de ese maldito lugar. Detrás mío escuché gritos viniendo de las casas que bordeaban el cementerio'.

"A pesar de que la versión del sacristán ha sido desacreditada, una partida está investigando. Inmediatamente luego de contar esto, el sacristán colapsó y ahora está en el hospital local, inconciente.

No era una extraña historia, ya que estábamos acostumbrados a este tipo de cosas, ya que muchas historias inusuales venían en los cablegramas. Pero por alguna razón, quizás por la quietud general de esa noche, el reporte de la niebla me causó una gran impresión.

Fui casi con espanto sobre las pilas de copias. Morgan no se movió, y el único sonido en la habitación fue el tap-tap de la sonda. Era ominoso y exasperante.

Hubo otra historia desde Xebico en la pila de copias. La tomé ansiosamente.

"Nueva versión Niebla Xebico CP

"La partida de rescate que llegó a las 11 P.M. para investigar la extraña versión sobre el origen de la niebla que desde ayer ha estado opacando la ciudad, no ha regresado. Otra partida más numerosa ha sido despachada.

"En mientras, la niebla se ha puesto más abundante. Se cuela a través de las grietas en las paredes y llena los ambientes con un depresivo olor a putrefacción. Es opresivo, aterrorizante, trae la impresión sutil de cosas muertas durante mucho tiempo.

"Los pobladores de la ciudad han dejado sus casas y han ido a tientas hacia la iglesia local, donde los curas llevan a cabo servicios de oración. La escena está más allá de toda descripción. Tanto los niños como los adultos están asustados y muchos entran en pánico.

"Entre el vapor que cubre parcialmente el auditorio de la iglesia, un viejo sacerdote reza por el bienestar de su grey. Del público alternadamente se ven escenas de llanto y desesperación.

"Desde las afueras de la ciudad se escuchan llantos de voces desconocidas. Su eco a través de la niebla provoca extrañas cadencias menores. Los sonidos se parecen al sonido del viento silbando en un gigantesco túnel. Pero la noche está calma y no hay viento. La segunda partida de rescate... (más)"

Soy un hombre calmado y nunca, en los últimos doce años que llevaba con los cables, me había excitado tanto. Pero igual me levanté de mi asiento y caminé hacia la ventana.

Podía estar equivocado, ¿o allá a lo lejos, en el desfiladero de la ciudad siguiente estaba viendo un débil rastro de neblina? ¡Pshaw! Era todo mi imaginación.

En la oficina el click de la sonda parecía haber elevado el ritmo de su tono. Morgan no se había movido de su asiento. Su cabeza hundida entre sus hombros, sacaba las hojas fuera de las máquinas de escribir con un dedo de cada mano.

Parecía adormecido, pero no; continuamente, eficientemente, las dos máquinas matraqueaban línea tras línea, implacablemente y sin esfuerzo, como la muerte misma. Había algo acerca del monótono movimiento de las teclas que me fascinaba. Caminé y me paré detrás de su silla, leyendo sobre su hombro las cosas que tipiaba, letra por letra.

Ah, aquí había otro:

"Flash Xebico CP

"No habrá más boletines desde esta oficina. Lo imposible ha pasado. Ningún mensaje ha llegado a esta oficina durante los últimos veinte minutos. Fuimos aislados del exterior y hasta de las calles de afuera.

"Voy a estar con el cablegrama hasta el final.

"Este es el fin. Desde las 4 P.M. de ayer la niebla ha cubierto toda la ciudad. Siguiendo los reportes del sacristán de la iglesia, dos partidas de rescate fueron enviadas a investigar las condiciones en las afueras de la ciudad. Ninguna de las partidas regresó y no hemos recibido palabra de ellas. Casi con certeza se puede decir que nunca regresarán.

"Desde mi máquina puedo mirar abajo, a la calle. Por la posición de esta habitación, en el piso trece, se puede ver casi toda la ciudad. Ahora veo solamente una espesa capa de negrura donde habitualmente había luz y vida.

"Me temo grandemente que los gemidos que se escuchan constantemente desde las afueras de la ciudad son los gritos de muerte de los habitantes. Los sonidos crecen constantemente en volumen y cada vez se acercan más al centro de la ciudad.

"La niebla aún cubre todo. Está más densa que antes, y su condición ha cambiado. En vez de una impenetrable muralla de vapor oloroso y opaco, ahora se ven remolinos y contorsiones de una masa informe que se retuerce como si agonizara. Ahora la masa se parte y puedo ver atisbos de las calles.

"La gente está corriendo para un lado y para el otro, gritando con desesperación. Un alboroto de sonidos llega hasta la ventana, y por encima de todo está el inmenso silbido de vientos invisibles e imperceptibles.

"La niebla nuevamente cubre toda la ciudad y el silbido se acerca más y más.

"Ahora está directamente bajo esta oficina.

"¡Dios! Hace un instante la bruma se abrió y pude vislumbrar las calles allá abajo.

"La niebla no es un simple vapor. ¡Vive! Al lado de cada grito y lamento humano hay una figura, un aura de extraños matices y colores. ¡Cómo las formas están trepando! ¡Tal y cómo un ser viviente!

"Los hombres y mujeres están caídos, de bruces. Las figuras de la niebla los cubren amablemente. Están de rodillas sobre ellos. Ellos están... no me atrevo a decirlo.

"Los cuerpos han sido desarrapados de sus vestimentas. Están siendo consumidos, por partes.

"Una piadosa capa de vapor ha cubierto nuevamente la escena. No puedo ver más.

"Debajo mío la niebla está cambiando de colores. Parece alumbrado por fuegos infernales. No, no es así. He cometido una equivocación. Los colores vienen de arriba, son reflecciones del cielo.

"¡Arriba! ¡Arriba! El cielo entero está en llamas. Colores como nunca antes habían sido vistos por hombres o demonios. Las llamas se mueven, han comenzado a entremezclarse; los colores se reconfiguran. Son tan brillantes que mis ojos no los soportan.

"Ahora están comenzando a arremolinarse, provocando círculos como espirales. Es como un calidoscopio de brillo sobrenatural.

"He hecho un descubrimiento. No hay nada dañino en las luces. Irradian fuerza, alegría. Pero por su gran potencia, hace daño.

"Como veo, se acercan cada vez más. Millones de millas con la velocidad de la luz. Sí, es una luz como de una quintaesencia de todas las luces. Bajo la misma la niebla se disuelve en calina radiante, un espectro de cientos de luces, un arco iris fatuo.

"Ahora puedo ver las calles. ¡Están llenas de gente! Las luces se acercan, están sobre mí. Me envuelven..."

El mensaje se detuvo abruptamente. El cablegrama desde Xebico estaba muerto. Bajo mis ojos en el angosto círculo de luz verdecina de la lámpara, se detuvo la impresión, en el medio de la página.

La estancia se llenó con una solemne quietud, un silencio vagamente impresionante, potente.

Miré a Morgan. Sus manos habían caído fríamente a sus costados, mientras su cuerpo estaba peculiarmente encorvado. Moví la lámpara, para iluminar su rostro. Sus ojos estaban fijos.

Con un súbito presentimiento, di un paso a su lado y llamé a Chicago a través del cablegrama. Luego de un segundo, respondió.

¿Por qué? Había algo malo ahí. Chicago estaba reportando que el cable Dos no había sido utilizado en ningún momento de la noche.

- ¡Morgan! - grité - ¡Morgan! Despierta, no era verdad. Alguien nos estuvo embaucando. Porque... - en mi ímpetu lo aferré del hombro.

Su cuerpo estaba muy frío. Morgan había estado muerto durante cuatro horas. ¿Pudo ser que su mente sensitiva y dedos automáticos habían continuado grabando impresiones luego del fin?

Nunca lo sabré, ya que nunca más volví a trabajar en el turno nocturno. Busqué en un atlas mundial y nunca encontré ninguna ciudad con el nombre Xebico. Lo que fuera que mató a John Morgan seguirá siendo un misterio ».


H. F. Arnold

Siddharta

« Cada uno da lo que tiene. El guerrero da fuerza; el comerciante, mercancía; el profesor, enseñanza; el campesino, arroz; el pescador, peces.

-Muy bien. ¿Y qué es, pues, lo que tú puedes dar? ¿Qué es lo que has aprendido? ¿Qué sabes hacer?
-Sé pensar. Esperar. Ayunar.
-¿Y eso es todo?
-¡Creo que es todo!
-¿Y para qué sirve? Por ejemplo, el ayuno... ¿Para qué?

-Es muy útil, señor. Cuando una persona no tiene qué comer, lo más inteligente será que ayune. Si, por ejemplo, Siddharta no hubiera aprendido a ayunar, hoy mismo tendría que aceptar cualquier empleo, sea en tu casa o en cualquier otro lugar, pues el hambre le obligaría. Sin embargo, Siddharta puede esperar tranquilamente, desconoce la impaciencia, la miseria; puede contener el asedio del hambre durante mucho tiempo y, además, puede echarse a reír. Para eso sirve el ayuno, señor ».

Hermann Hesse

Mengele

« Por razones de higiene, a la entrada de las cámaras de gas había rejillas de hierro. Ahí los funcionarios limpiaban el barro de sus botas. Los condenados, en cambio, entraban descalzos. Entraban por la puerta y  salían por las chimeneas, después de ser despojados de los dientes de oro, la  grasa, el pelo y todo lo que pudiera tener valor.  Allí, en Auschwitz, el doctor Josef Mengele hacía sus experimentos. Como otros sabios nazis, él soñaba con criaderos capaces de generar la  súper raza del futuro. Para estudiar y evitar las taras hereditarias, trabajaba con moscas de cuatro alas, ratones sin patas, enanos y judíos. Pero nada excitaba tanto su pasión científica como los niños gemelos. Mengele repartía chocolatines y afectuosas palmadas entre sus cobayos infantiles, aunque en la mayoría de los casos no resultaron útiles al progreso de la Ciencia. Intentó convertir a algunos gemelos en hermanos siameses y les abrió las espaldas para conectarles las venas: murieron despegados y aullando de dolor. A otros trató de cambiarles el sexo: murieron mutilados. A otros les operó las cuerdas vocales, para cambiarles la voz: murieron mudos. Para embellecer la especie, inyectó tintura azul en gemelos de ojos oscuros: murieron ciegos » .

Eduardo Galeano

jueves, enero 24

Deustches Réquiem

« Poco diré de mis años de aprendizaje. Fueron más duros para mí que para muchos otros ya que a pesar de no carecer de valor, me falta toda vocación de violencia. 

Comprendí, sin embargo, que estábamos al borde de un tiempo nuevo y que ese tiempo, comparable a las épocas iniciales del Islam o del Cristianismo, exigía hombres nuevos. Individualmente, mis camaradas me eran odiosos; en vano procuré razonar que para el alto fin que nos congregaba, no éramos individuos.

Aseveran los teólogos que si la atención del Señor se desviara un solo segundo de mi derecha mano que escribe, ésta recaería en la nada, como si la fulminara un fuego sin luz. Nadie puede ser, digo yo, nadie puede probar una copa de agua o partir un trozo de pan, sin justificación. Para cada hombre, esa justificación es distinta; yo esperaba la guerra inexorable que probaría nuestra fe. 

Me bastaba saber que yo sería un soldado de sus batallas. Alguna vez temí que nos defraudaran la cobardía de Inglaterra y de Rusia. El azar, o el destino, tejió de otra manera mi porvenir: el primero de marzo de 1939, al oscurecer, hubo disturbios en Tilsit que los diarios no registraron; en la calle detrás de la sinagoga, dos balas me atravesaron la pierna, que fue necesario amputar. 

Días después, entraban en Bohemia nuestros ejércitos; cuando las sirenas lo proclamaron, yo estaba en el sedentario hospital, tratando de perderme y de olvidarme en los libros de Schopenhauer. Símbolo de mi vano destino, dormía en el reborde de la ventana un gato enorme y fofo.

En el primer volumen de Parerga und paralipomena releí que todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su nacimiento hasta el de su muerte, han sido prefijados por él. 

Así, toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria, toda muerte un suicidio. 

No hay consuelo más hábil que el pensamiento de que hemos elegido nuestras desdichas; esa teología individual nos revela un orden secreto y prodigiosamente nos confunde con la divinidad. ¿Qué ignorado propósito (cavilé) me hizo buscar ese atardecer, esas balas y esa mutilación? No el temor de la guerra, yo lo sabía; algo más profundo. Al fin creí entender. 

Morir por una religión es más simple que vivirla con plenitud; batallar en Éfeso contra las fieras es menos duro (miles de mártires oscuros lo hicieron) que ser Pablo, siervo de Jesucristo; un acto es menos que todas las horas de un hombre » 


Jorge Luis Borges

miércoles, enero 23

Los objetos nos llaman

« Cierto día, un compañero de colegio señaló en la calle a una mujer, diciéndome:
-Mírala, está muerta.

A mí me parecía imposible que una difunta se moviera con aquella naturalidad entre la gente. De hecho, sabía que era mentira, pero resultaba excitante creérselo, así que le seguí el juego. Mi amigo me aseguró que era capaz de distinguir a una mujer muerta entre mil mujeres vivas.

-Pero ¿En qué lo notas?
-En nada en concreto y en todo a la vez. Si te fijas, van envueltas como en una burbuja de paredes invisibles. Cuando seas capaz de percibir esa burbuja, aprenderás a distinguirlas.

A los pocos días de esta conversación, iba dando patadas a las piedras por mi calle, cuando vi a una mujer dentro de la burbuja. La burbuja la puse yo seguramente, pero la mujer era completamente real. La seguí con disimulo hasta la Avenida de América, y luego por Francisco Silvela, hasta llegar a una ferretería en la que entró para salir al poco del brazo de un sujeto muy alto, con bigote a lo Clark Gable. El hombre estaba vivo, desde luego, y no trataba a la mujer como a un cadáver. Al contrario, se acercaba a su cuerpo cuanto le era posible, desplazando la pared de la burbuja hacia el otro lado, y le besaba el cuello a través de esa membrana que parecía no detectar. Entraron en un bar que hacía esquina con la calle de Méjico y se comieron un bocadillo de calamares cada uno. Cuando ella alargaba el brazo para tomar de la barra el vaso de cerveza, sacaba la mano de la burbuja sin romperla, del mismo modo que algunos objetos son capaces de penetrar en una pompa de jabón.

Comencé a centrar mi atención en él. Parecía el prototipo de individuo mundano que por entonces yo mismo aspiraba a ser. Una persona con clase, pensaba ingenuamente, debe moverse con la misma naturalidad entre los muertos y los vivos. Aquel hombre actuaba con una soltura increíble y sabía en qué momento tenía que abrocharse o desabrocharse el botón de la chaqueta o pasarse el dedo índice por el extremo del bigote, como para recoger, más que una miga de pan, un pensamiento. Al salir del bar, él la tomó de la cintura y la atrajo hacia sí con tal violencia que la sacó sin darse cuenta de la burbuja. Entonces abandoné la persecución con la idea romántica de que el amor consiste en rescatar al otro de la muerte, y decidí esperar mi oportunidad.

A los pocos meses llegó al barrio una chica nueva, con burbuja. Era muy joven para estar muerta, pero lo consulté con mi amigo y me dijo que las había de todas las edades.

-Una prima mía de tres semanas está muerta también.
-¿Y qué dicen sus padres?
-No lo saben. La mayoría de la gente no ve la burbuja.

Me enamoré como un loco, y, cuando logré reunir el dinero suficiente, la invité a un bocadillo de calamares en el bar de Francisco Silvela esquina a Méjico. Luego intenté acercarme para rescatarla de la burbuja, pero no se dejó. Y al día siguiente, cuando pasé cerca de un grupo en el que se encontraba ella, noté que me señalaba con expresión de burla. Estaba presumiendo de haberme sacado un bocadillo de calamares, que para nosotros era una fortuna. Entonces, pese a mi timidez, me acerqué al grupo y, apuntándole al pecho con el dedo, le dije:

-Estás muerta. No vayas a creerte que no lo sé.

Todas sus amigas se alejaron un poco, como con miedo a contagiarse y, desde entonces, arrastró una vida solitaria, que yo tampoco intenté aliviar, aunque me lo pedía con los ojos. Se casó con un muerto de hambre con el que asiste a misa de difuntos todas las semanas. Cuando paso por el barrio y me acerco por allí a ver a mis padres, se hace la encontradiza para que la libere de la burbuja en la que sigue atrapada. Pero ahora, aunque quisiera, no podría porque yo mismo he ido encerrándome durante todos estos años dentro de una membrana transparente y flexible de la que sólo podría rescatarme una mujer viva ».

Juan José Millás

El guerrero pacífico

« Entendí que mi vida sentimental es una mierda pero también vi que “la gente que es más difícil de amar generalmente es la más lo necesita” y que a pesar de estar completamente solo, de tener mi corazón vacío en estos momentos, debo saber aprovecharlo. Conocerme a mi mismo y apreciar lo que tengo: saber quién soy ».


Santa

« Conque la quiera a usted un hombre, uno nada más, pero hondo, hasta los huesos, hasta después de la muerte, un hombre que no le eche a usted en cara lo que es usted, y por usted viva; un hombre que la adore y que la abrace y la defienda y la sostenga; que se enorgullezca de que usted le paga con un poquito de cariño, un poquito, una miseria, su idolatría tan grande; que la ponga por encima de las estrellas y se la incruste en el alma, le vele el sueño, le adivine el pensamiento, y así le diesen más años que a Matusalén, pocos se le hicieran para seguir queriéndola, ¡ay, Santita!, entonces sí que conocería usted la gloria en vida y no volvería a saber para qué sirven las lágrimas ni lo que son las penas, las tristezas, las vergüenzas y los arrepentimientos ».

Federico Gamboa

martes, enero 22

Los geniecillos dominicales

« ¿Adónde iba tanto hombre, tanta mujer, vestidos todos, cosa increíble, vestidos todos hasta con coquetería, afeitados o peinados, polvos y brillantina, raya del pantalón pasable, chompa lavada, así, por legiones, moléculas disparatadas, tristes de verdad, o más bien resignados, o tal vez aguantadores, hacedores de colas, buena gente que comía lentejas, fanáticos de Gary Cooper, con hijos, con problemas, con su pasado en pantalón corto, sus fotografías en la cartera, sus amores y espasmos terribles, su gripe, sus muebles a plazos? » 









Julio Ramón Ribeyro

Saberlo antes

« La realidad nos enseña, a golpe de pulso, que en nuestra vida puede haber momentos, casi segundos, que pueden cambiarlo todo. En parte, esa es la magia de estar vivos: poder cambiar nuestro universo en muy poco tiempo. Y porque la vida es cuento, y además uno que no sabemos muy bien cómo catalogar, existe la literatura, que nos enlaza a un universo desconocido en principio, para hacernos ver que, por mucho que lo neguemos, siempre hemos sabido la verdadera respuesta a lo que nos estaba sucediendo. Quizá por eso soy tan aficionado a la lectura de relatos breves, que como píldoras que contengan una enfermedad o una adicción, nos regalan en pocas palabras toda la sabiduría que está implícita en nuestra existencia. ¿Palabras demasiado poéticas? Puede ser, pero nadie podrá echármelo en cara, hasta que no haya leído de lo que aquí os voy a hablar, porque si de algo se puede decir que habla esta obra es de eso, de la fantasía que recorre nuestra realidad y de esos pequeños momentos que, sin pretenderlo, cambia nuestro modo de ver el mundo.

21 relatos que nos guían por el lado oscuro, por otro iluminado, por la infinidad de lados que conforman al ser humano, para no dejarle volver a su existencia anterior nunca más. Así es el poder de lo escrito, así es el poder de “Saberlo antes” » 

Manuel Ballesteros

La boda


« Los preparativos de la boda de la nena nos tuvieron muy ocupados durante un par de semanas, según recuerdo. Había una gran ilusión, con mi mujer estábamos muy contentos. La nena había conocido a un buen partido por internet y aunque no se habían visto en persona, la relación llevaba ya seis meses. El muchacho hablaba conmigo por chat y nos enviaba fotos de sus viajes y peripecias. Nacido en Londres, vivía en Madrid. Era de buena familia y tenía buena posición económica. Quién iba a decir que de la alegría total pasaríamos a la decepción en un dos por tres.

Recuerdo la primera noche que vi a la nena conectada al chat hasta la madrugada. Reía a carcajadas, era feliz. Recuerdo nítidamente su sonrisa transfigurada por el reflejo del monitor. Tuvimos que decirle que disminuyera un poco, que nos parecía un vicio. Nos hizo caso. Poco después nos contó que tenía novio por internet. Nena, le dije, por favor no te ilusionés mucho; amor de lejos, amor de pendejos. Ella sonrió con la suficiencia propia de la juventud. Dijo que sentía en el corazón que era real y eso bastaba. Supimos entonces que el enamorado cibernético se llamaba Andy.

Después de que nos contara lo del romance por internet, el propio Andy pidió hablar conmigo. Accedí con desconfianza, pero el muchacho parecía sincero y además era buen mozo. Nos hablamos incluso por skype, yo con mi inglés imperfecto y él con su español chapuceado. Con la nena chateaba también por video y en algunas ocasiones lo saludé en pantalla. Nos encontrábamos por facebook y ahí veía yo fotos y comentarios de sus aventuras por España. Incluso teníamos un número de España al que la nena se comunicaba para hablar con Andy.

Yo había escuchado sobre las estafas nigerianas, y al saber que el muchacho efectivamente era británico y también efectivamente estaba en España como decía, me tranquilicé. El que siempre desconfió fue mi hijo Javier, hermano de la nena. Pero Javier y la nena siempre estaban peleando, así que no lo tomé en serio. Por ese tiempo en la empresa me encargaron un proyecto muy absorbente; llegaba a casa tarde y me iba temprano. A veces al llegar a la casa encontraba a la nena chateando en el estudio, le daba un beso en la frente y me iba directo a dormir.

Ahora al ver en perspectiva creo que pasé por alto muchas cosas. La nena a veces andaba por la casa como zombie, como sin vida. Sólo se le iluminaba su rostro cuando chateaba con Andy. Javier la molestaba y se reía de ella, pero también estaba preocupado. Yo no le di mayor importancia, supuse que un amor juvenil por internet no pasaría de ahí.

Cuando finalicé el proyecto y pude descansar, me vine a enterar que el tal Andy le había propuesto matrimonio a la nena y que ella había aceptado ilusionada. Mi mujer estaba de acuerdo y también estaba ilusionada. Javier no quería hablar del asunto, siempre que hablábamos sobre ello en la cena se iba a su cuarto a oír música. Entonces hablé de nuevo por el chat con el tal Andy, y me dijo que sí, que se quería casar con mi hija. Pero que quería casarse aquí, en Guatemala. Él vendría dos semanas antes y toda su familia vendría en un jet privado para la boda.

A mí me pareció una locura, pero la nena y mi mujer estaban tan ilusionadas y convencidas que no pude luchar contra ellas. Me les uní. Empezamos a preparar la boda. Como una medida de precaución hice que hubiera un matrimonio civil discreto, con pocos invitados. Les dije que sólo así lo haríamos. Una vez efectuado el matrimonio civil, y con el dinero del novio, haríamos una gran fiesta. Me dejé llevar por la alegría y la ilusión de la nena. Hasta Javier se terminó sumando, aunque con algo de dudas también entró en la jugada de buena gana. Le mandamos a hacer un vestido precioso a la nena. Se miraba linda. Concertamos el salón e invitamos unas treinta personas.

Pero mi ilusión se vino abajo cuando una noche conversamos con mi mujer sobre el dinero de la fiesta y de lo que vendría después. Ella había enviado cuatro mil dólares al muchacho, porque él hizo un viaje a Italia y se quedó varado después de un desafortunado asalto. No me había contado porque yo estaba trabajando mucho y no quería molestarme. Luego había enviado otros cuatro mil dólares para reservar unas vacaciones en Europa. Supuestamente Andy pondría las otras dos terceras partes y había pedido ese dinero como muestra de nuestra confianza. En un email había enviado los supuestos tickets de avión y reservas de hotel en línea. Los vi y supe entonces que habíamos sido estafados y que el desenlace iba a ser doloroso.

Me dolió haber perdido ese dinero. Pero me dolió más la ingenuidad de mi mujer y de la nena. Me dolió no haber impedido todo eso por no estar presente. No dormí en varias noches. No me atreví a decirles que no habría nada. Yo ya lo sabía viejo, me dijo Javier cuando se lo conté. Yo ya lo sabía. Una semana antes de que supuestamente viniera Andy hubo un último desembolso que mi mujer hizo a escondidas. Le envió otros dos mil dólares por unas supuestas maletas que se habían ido a otro país.

Cuando se llegó el día de ir a traer a Andy al aeropuerto, me rompió el corazón ver a la nena tan ilusionada. Por supuesto Andy nunca apareció. La llamó diciéndole que no podría venir sino hasta el día de la boda. La nena se entristeció, pero lo perdonó. Yo había bloqueado ya las cuentas de banco, así que mi mujer no pudo enviarle el dinero que pidió el tal Andy por no se qué problemas migratorios.

El día anterior a la boda yo llamé a todos los invitados y les dije que no habría boda, que se había pospuesto. No le dije nada a la nena ni a mi mujer. Cuando nos vestimos para ir a la ceremonia, más parecía que nos estuviésemos vistiendo para ir a un funeral. Andy le envió un mensaje de texto todavía antes de que nos fuéramos al salón. Él llegaría puntual, como había prometido. Ya estaba en Guatemala, decía. Pero la nena no se alegró, respondió como autómata.

Fuimos entonces al salón donde se iba a celebrar la boda. Las mesas puestas, el sonido y la comida listos. Estuvimos ahí, en silencio, por largo rato. La nena no lloró sino hasta que fue la hora en punto de la ceremonia. La abracé. Mi mujer no sabía qué hacer, se miraba más avergonzada que triste. Javier se quedaba mirando fijamente a la nada. En un momento decidí levantarme y abrir una botella de champaña. La agité y tiré el contenido a todos encima. Javier entonces agarró también otra botella y respondió. La nena dejó de llorar y tomó otra e hizo lo mismo. Finalmente se sumó mi mujer. Parecíamos equipo de béisbol celebrando entre risas. Después de mojarnos en champaña abrimos la botella que quedaba e hicimos un brindis. Por la tonta enamorada, dijo la nena.

En el camino de regreso a casa todos íbamos en silencio, todavía mojados en champaña. Era de noche. La nena miraba por la ventanilla con la mirada perdida. Todo parecía tan real, papi, me dijo de repente. Tan real. Seguimos en silencio durante todo el camino hasta llegar a casa. Hacía un poco de frío ».


José Joaquín López

lunes, enero 21

No soy Stiller

« Vivimos en la era de las reproducciones. La mayoría de las imágenes que tenemos del mundo, no las hemos visto con nuestros propios ojos, o mejor dicho, las hemos visto con nuestros propios ojos, pero no en su propio lugar: somos auditores, espectadores y conocedores de lejos. Se puede no haber salido nunca de esta pequeña ciudad y tener todavía intacta en el oído la voz de Hitler, ser capaz de reconocer al sha de Persia a tres metros de distancia, saber cómo brama el monzón en el Himalaya o qué aspecto tiene el mar a mil metros de profundidad. Hoy en día todo el mundo puede estar al corriente de todo, y, sin embargo, yo no he estado nunca en el fondo del mar ni me he acercado (como los suizos) a la cima del Everest. Con la vida interior del hombre ocurre lo mismo. Todo el mundo está enterado de todo. ¿Cómo diablos he de poder demostrar a mi abogado que no debo el conocimiento de mis instintos de asesino a C.G. Jung, el de los celos a Marcel Proust, el de España a Hemingway, el de París a Ernst Jünger, el de Suiza a Mark Twain, el de Méjico a Graham Greene, el del terror a la muerte a Georges Bernanos, el de la imposibilidad de llegar a nada a Kafka y gran cantidad de otras cosas a Thomas Mann? Y ni siquiera hay necesidad de haber leído a todos estos autores, los llevamos dentro a través de nuestros amigos, que, a su vez, viven perpetuamente de plagios. ¡Qué época ésta! Ya no significa algo decir que uno ha visto peces espada o que ha amado a una mujer mulata. Todo eso se puede haber visto una buena mañana en una película documental. Tener ideas es algo imposible. Resulta ya muy raro encontrar en esta era un cerebro que se limite a un solo tipo de plagio, y ello es prueba de personalidad, ver el mundo a través de Heidegger y sólo a través de él; nosotros, los demás, flotamos en una cocktail que contiene un poco de todo, sabiamente mezclado por Eliot, y de todo sabemos un poco, pero muy poco, de manera que ni siquiera nuestros relatos del mundo tangible demuestran nada. Para nosotros ya no existe actualmente ninguna terra incógnita (excepto Rusia) ».


Max Frisch