Estoy entera.
Soy un entero hecho de los fragmentos que van quedando con cada estallido.
Diminutos fragmentos de lo que fui, de lo que rompí, de lo que rompieron los otros.
Estoy entera, cuando lavo mi cara y salgo sin fuerzas a volver a pelear, imaginando que esta vez, no puedo fragmentarme más.
En cada espacio que hay de partes rotas, siempre entra una porción más de lo que va a dejar cada experiencia.
El secreto es saber hacer resistencia, cuando la tormenta arraza con mi jardín hay que volver a trabajar sobre el suelo removido.
Cuando prohíban hacer cultura, hay que hacer mucha más, hasta inundar la ciudad y molestar a los infames.
Cuando se me prohíba expresar el amor, hay que doblar la apuesta, hasta que el primer corazón rígido se doblegue y caiga rendido ante el primer acto de ternura.
Estoy entera ante el miedo, que creció en la infancia y que sale ante la amenaza de la existencia de los malvados.
Estoy entera para caer con la certeza de quien no puede romperse más.
Grietas, como tierra seca esperando a la lluvia, esperando a la flores lilas crecer desde abajo así cómo en el pasto, en un llamado de vida, rompiendo el paisaje con su encanto, que solo es visible para los que andan despiertos.
Estoy entera para escribir los poemas inconclusos, prender la llama y déjala arder en mi oscuridad, acercarme a ella cuando hace frío. Recordarme que no estoy sola. Que nunca lo estaré.
Escabarndo el pozo del pozo para ver si hay oro en él.
La entereza con que me sostengo y me hago herida es un canto a la vida.
Brotar dignidad del dolor y seguir. Avanzar y perder partes que me unían a otras. Soltarlas. Dejar hueco, esperar a que se vuelvan a llenar. Quedarme con lo mejor, lastimarme con lo peor, y volver a formar mis enteros.
Estoy dispuesta a plantarme de cara al futuro y hacerle saber que siempre voy a armarme aunque me falten partes fundamentales, hasta que mi cuerpo sea polvo y se disuelva en el tiempo.
Daniela Peralta