sábado, diciembre 29

La libertad de Krishnamurti

« Comprometerse con la libertad y descubrir qué es el amor; esas son las dos únicas cosas que importan: la libertad y esa cosa llamada "amor". Sin libertad total no puede haber amor, y un hombre serio se compromete tan sólo con estas dos cosas y con nada más. La libertad implica que la mente se libera a si misma de todo condicionamiento, ¿no es así? O sea, que se libera de ser hindu, sikh, musulmana, cristiana o comunista; la mente debe tener completa libertad, por que esta división entre los hombres, como hindúes, budistas, musulmanes, cristianos, o norteamericanos, comunistas, socialistas, capitalistas, y demás, ha traído desastres, confusión, desdicha, guerras.

Por lo tanto, es indispensable que, en primer lugar, la mente se libere del condicionamiento. Quizá digan ustedes que eso no es posible. Si dicen que no es posible, entonces no hay salida. Es como un hombre que vive en una prisión y dice: "No puedo salir." Todo cuanto puede hacer es decorar la prisión, pulirla, hacerla mas cómoda, mas conveniente, limitarse a si mismo, y limitar sus actividades dentro de las cuatro paredes de su propia hechura. Hay muchos que dicen que eso no es posible, todo el mundo comunista dice que no es posible; por lo tanto, dicen, condicionemos a la mente de otra manera, lavemos primero el cerebro y luego condicionemoslo de acuerdo con el sistema comunista. Y con las personas religiosas han hecho exactamente lo mismo, les han lavado el cerebro desde la infancia condicionándolas a creer que son hindúes, sikhs, musulmanes, católicos.

Las religiones hablan de amor y libertad, pero insisten en condicionar a la mente. Por lo tanto, si ustedes dicen que el hombre es incapaz de liberarse de su condicionamiento, entonces no tienen problema: aceptan la prisión y viven en la prisión, con las guerras, la confusión, los conflictos, las desdichas, la zozobra y la angustiosa soledad de la existencia con su odio su violencia y su brutalidad; y eso es lo que efectivamente hacen. Pero si dicen "Debe ser posible librar a la mente de su condicionamiento", entonces podemos investigarlo, estamos juntos; no hay una autoridad que los conduzca a ello, ni quien les habla los toma de la mano llevándolos paso a paso, por que cuando hay libertad no hay autoridad alguna. La libertad se halla tanto al principio como al final, y si aceptan una autoridad al principio, serán siempre esclavos al final. En consecuencia, tenemos que investigar juntos en libertad; por favor comprendan esto. Quien les habla no les esta diciendo lo que deben hacer, no se coloca en la posición de una autoridad. Ustedes han tenido autoridades, todas las que pueden aguantar, con todos sus absurdos e inmadureces; pero si están investigando (y no hay autoridad cuando investigan), entonces podemos emprender el viaje juntos, sin que sean conducidos. Un verdadero científico no se compromete con algún gobierno; no tiene nacionalidad, no trabaja con un propósito egoísta. Como científico puro, investiga objetivamente hasta el final sin proyectar su personalidad, su nacionalidad, sus ambiciones.

Investiguen pues esta cuestión de la libertad, pero no intelectualmente, sino de hecho, con la sangre, con la mente, ¡con el corazón! Es sólo en libertad que podemos vivir, y sólo cuando hay libertad hay paz. Entonces, en esa libertad, la mente tiene una paz inmensa para moverse; pero una mente que no es libre, que está amarrada a una creencia, a una ambición, a alguna familia o algún pequeño dios mezquino de su propia invención, una mente así jamás puede comprender la extraordinaria belleza o el amor que surgen de esta libertad. Y esta libertad sólo puede darse naturalmente, fácilmente, cuando empezamos a comprender el condicionamiento; y uno no puede percatarse de este condicionamiento cuando esta apretadamente sujeto por las cuatro paredes de su religión particular o por sus ambiciones. Para investigar este condicionamiento, primero tenemos que darnos cuenta de él. Darnos cuenta; esto significa observar, mirar, mirar los propios pensamientos. Pero cuando nosotros miramos lo que hacemos es condenar o justificar, o decimos "eso es natural". No miramos sin optar, sin escoger; no nos damos cuenta de nuestro condicionamiento. Lo miramos escogiendo, con agrados y desagrados respecto de lo que es placentero o no placentero. Pero no nos percatamos realmente, sin preferencia alguna, de nuestro condicionamiento, viéndolo tal como es.


¿Han observado alguna vez un árbol o una nube, o a un pájaro posado sobre el césped o en una rama? ¿Han observado lo que realmente ocurre, lo que realmente sienten cuando ven un árbol o a un pájaro o a una nube? Por favor, descubran. Ustedes ven a un pájaro y lo nombran, o dicen: "Ese pájaro no me gusta", o "¡que pájaro tan hermoso!". Cuando ven, pues, al pájaro, no están viendo en absoluto al pájaro; las palabras, los pensamientos de agrado o desagrado, les impiden mirar. Pero existe una percepción clara y sin opción alguna para poder mirar algo sin la interferencia de lo que uno ya conoce, después de todo, estar en comunión con otro sólo es posible cuando escuchamos sin aceptar o negar algo, sólo escuchando. Del mismo modo, mírense a si mismos como en un espejo, vean lo que realmente son, no lo que deberían ser o quisieran ser. No nos atrevemos a mirar; si alguna vez miramos, decimos; "¡Qué feo soy!" o "¡qué iracundo soy!", esto o aquello. Mirar, ver, y escuchar sólo es posible cuando estamos libres de pensamientos, emociones, juicios, y condenas.

Probablemente jamas hemos mirado a nuestra esposa o a nuestro marido sin la imagen que tenemos de ellos. Por favor, observen esto en sus propias vidas. Uno tiene una imagen de ella, o ella tiene una imagen de uno, y la relación es entre estas dos imágenes, y estas imágenes se han formado a través de muchos años de placer y de riñas, amarguras, ira, criticas, enojos, irritación, y frustración. Y así es como miramos las cosas, a través de las imágenes que nos hemos formado de ellas. Ustedes escuchan al que les habla, pero tienen una imagen de el: por lo tanto, prestan atención a la imagen y no están en contacto directo con él ni con cualquier otra cosa en la vida. ¿Saben qué ocurre cuando uno está en contacto directo con algo? Desaparece el espacio; el espacio que separa a dos personas desparece, y por tanto hay una paz inmensa. Y esto es posible cuando hay libertad, libertad con respecto a la formación de imágenes, a los mitos, a las ideologías, de manera tal que estamos en contacto directo. Entonces, cuando uno está directamente en contacto con lo real, hay una transformación.

Ustedes saben lo que esta sucediendo en el mundo. La gente experimenta, toma drogas; y cuando uno toma ciertas drogas, desaparece el espacio entre el observador y lo observado. ¿Han contemplado alguna vez una ramo de flores sobre una mesa? Si lo han mirado atentamente, habrán visto que hay un espacio entre ustedes y la cosa observada. El espacio es tiempo, y la droga elimina químicamente ese espacio y tiempo, por lo tanto uno se vuelve extraordinariamente sensible y, al ser muy sensible percibe mucho más, por que entonces está en contacto directo con la flor. Pero un contacto así es transitorio y uno tiene que seguir tomando droga tras droga. Cuando nos observamos a nosotros mismos, vemos cuán limitados estamos por nuestros condicionamientos, creyendo en tantas cosas; como un salvaje, tenemos demasiadas supersticiones para estar directamente en contacto con algo. Pero si están directamente en contacto, verán que entonces no hay observador en absoluto. Es el observador el que crea la división.


Cuando uno está furioso, la furia es aparentemente es algo distinto de la entidad que dice "estoy furioso". La furia es, entonces, diferente del observador. Pero ¿es así? ¿Acaso el observador no es, él mismo, la furia?. Y cuando esta división llega totalmente a su fin, el observador es, entonces, lo observado; en consecuencia, ya no es posible la furia. La furia y la violencia existen solamente cuando tiene lugar esta división entre el observador y lo observado. Es una cuestión muy compleja que requiere muchísima investigación, penetración, discernimiento. Sólo cuando estamos libres de todo conflicto, hay paz, y desde esa paz adviene el amor. Pero uno no puede conocer esa cualidad del amor a menos que la mente se percate de si misma y , habiéndose desembarazado de su condicionamiento, sea, por lo tanto, una mente libre »
 
 
Nueva Delhi, 19 de Noviembre de 1967
Jiddu Krishnamurti