sábado, diciembre 29

El gato negro

« Ni espero ni solicito crédito por la historia extraordinaria y, sin embargo, más familiar que voy a referir. Tratándose de un caso en el que mis sentidos se niegan a aceptar su propia evidencia, yo debería estar realmente loco si así lo creyese.

Sin embargo, no estoy loco y con toda seguridad, no estoy soñando. Pero mañana puedo morir y quisiera hoy poder aliviar la carga de mi espíritu.

Mi inmediato deseo es mostrar al mundo, de forma clara, sucinta y sin comentarios, una serie de simples acontecimientos domésticos que, por sus consecuencias, me han aterrorizado, torturado y destruido.

A pesar de todo, no trataré de esclarecerlos. A mí casi no me han producido otro sentimiento que el de horror, pero a muchas personas les parecerán menos terribles que barrocos. Tal vez más tarde haya una inteligencia que reduzca mi fantasma al estado de lugar común.... Sentía una auténtica pasión por los animales y mis padres me permitieron poseer una gran variedad de ellos. Pasaba con ellos casi todo el tiempo y nunca me consideraba feliz como cuando les daba de comer o los acariciaba....

Me casé joven, y tuve la suerte de descubrir en mi mujer una disposición de ánimo que no era distinta a la mía. Habiéndose dado cuenta de mi gusto por los animales domésticos, no perdió ocasión alguna para proporcionarme algunos muy agradables. Tuvimos pájaros, una carpa rojo dorada, un magnífico perro, conejos, un mono pequeño y un gato.

Era este último un animal muy grande y bello, completamente negro y de una sagacidad muy sorprendente...

Plutón, llamábase así el gato, era mi amigo predilecto. Sólo yo le daba de comer y adonde quiera que fuese me seguía por la casa.... Día a día me hice más taciturno e irritable, más indiferente a los sentimientos ajenos. Empleé con mi esposa un lenguaje brutal, y con el tiempo le afligí incluso violencia personal.

Como es natural, mis pobres animales debían de notar el cambio de mi carácter. No solamente no les atendía lo suficiente, sino que les maltrataba. Sin embargo, por lo que se refiere a Plutón, aún desperaba en mí la consideración suficiente para no pegarle...

Una noche, en ocasión de regresar a casa completamente ebrio, de vuelta de una de mis frecuentes guaridas de la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia.

Lo cogí, pero él, horrorizado por mi violenta actitud, me hizo con los dientes una leve herida en la mano. Se apoderó de mí repentinamente un furor demoníaco ».
 
Edgar Allan Poe