sábado, diciembre 31

Más allá de los sueños

« (…) Lo siento, amor mío. Pero hay cosas que tengo que decirte;

Te pido perdón por las cosas que a veces no te doy. No te volveré a comprar bocadillos con salsa picante... los más grandes. No te haré sonreír tanto... Sólo quiero envejecer a tu lado, para que podamos reírnos viendo cómo se nos arruga el cuerpo, juntos hasta el final, en el lago de nuestro cuadro. Ése es nuestro cielo.

¿Sabes? cuando no estamos juntos echo de menos muchas cosas : libros, siestas, besos... ¡discusiones!... Oh Dios, las hemos tenido buenas...Gracias por eso. Gracias por cada detalle, gracias por mi hijo, por la primera vez que lo vea. Gracias por ser alguien de quien siempre he estado orgullosa. Por tu coraje, por tu dulzura... por lo guapo que siempre has sido, porque siempre quiero acariciarte. Dios... eres mi vida. Te pido perdón por las veces que te he fallado, en especial, por las que faltan (…) 

Las buenas personas acaban en el infierno porque no saben perdonarse a si mismas. Yo no podría perdonarme si te lastimara, pero te perdono a ti, porque cualquier mujer preferiría el infierno al cielo con tal de estar contigo ».

Adaptación de "Más allá de los sueños".

Camino del encuentro ★ ••


«
  Es preciso tener fuerza para ser firme, 
๑ pero es preciso tener coraje para ser gentil.
Es preciso tener fuerza para defenderse, 
๑ pero es preciso tener coraje para bajar la guardia.
Es preciso tener fuerza para ganar una guerra, 
๑ pero es preciso tener coraje para rendirse.
Es preciso tener fuerza para estar en lo cierto, 
๑ pero es preciso coraje para tener duda.
Es preciso fuerza para mantenerse en forma, 
๑ pero es preciso coraje para mantenerse en pie.
Es preciso tener fuerza para sentir el dolor de un amigo, 
  pero es preciso coraje para sentir los propios dolores.
Es preciso tener fuerza para esconder los propios males, 
  pero es preciso coraje para demostrarlos.
Es preciso tener fuerza para soportar el abuso, 
๑ pero es preciso coraje para hacerlo parar.
Es preciso tener fuerza para quedarse solo, 
 pero es preciso tener coraje para pedir apoyo.
Es preciso tener fuerza para amar, 
 pero es preciso tener coraje para dejarse amar.
Es preciso tener fuerza para sobrevivir, 
๑ pero es preciso coraje para vivir »


 

Piedra de sol

« (...) —¿La vida, cuándo fue de veras nuestra?,
¿cuándo somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, todos somos
la vida —pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos—,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que se pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
la vida es otra, siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh vida, pan de todos (...) »


Octavio Paz

viernes, diciembre 30

Homenaje Póstumo

« No hay algo como morirse para que a uno le echen flores »

« Mi padre solía decir que no quería flores en su entierro, que prefería recibirlas en vida. Pero ser coronado en vida es algo complicado de conseguir; a menos que el homenajeado se esté muriendo. Las flores a las que se refería mi padre eran la metáfora del reconocimiento. La muerte hace buenas y honorables a las personas. Salvo excepciones, incluso los enemigos se vuelcan en elogios al difunto. Pero los muertos no oyen algo, no sienten ni padecen, no se emocionan de alegría por las palabras que se dedican a ensalzar su figura. Los muertos no leen el periódico, ni siquiera por curiosidad, al día siguiente de su propia defunción.

Yo he heredado la manera de pensar de mi padre. No me imagino a alguien convertido en ceniza y pendiente de lo que digan de él. Sin embargo, muchas personas pasan la vida entera buscando una plaza exclusiva en el reino de la posteridad. No lo entiendo. Hasta la fecha, nunca he hecho planes de futuro más allá del fin de semana y de algún viaje que proyecto con tiempo suficiente para ahorrarme algunos euros en el pasaje de avión. Rehúyo hacer planes para el último viaje. Me resulta triste y absurdo. Sé que me iré con lo puesto y que nada de lo que conservo con tanto esmero y cariño me acompañará al otro mundo.

Trato de ponerme en el lugar de los famosos que fallecen de modo imprevisto. A los que encuentran solos en la habitación misteriosamente dormidos para siempre. Los que fueron alabados y denostados el mismo día, unas horas antes. Los que súbitamente desaparecen y dejan con la palabra en la boca a sus amigos y también a sus detractores. A partir de ese instante preciso en que se traspasa la frágil e inquietante frontera que separa la vida de la muerte, quienes lo criticaron y abandonaron se suman al reconocimiento póstumo. El pésame de los hipócritas. 

Trato de ponerme en su lugar, el lugar de los que ya no están, y siento su misma rabia. Su sorda y muda impotencia. Aunque me consuelo al pensar que quizás su muerte sea un postrero acto de venganza. Una venganza definitiva.

Los que estamos vivos no escarmentamos. Ni siquiera los que no creen en la vida eterna se resisten a permanecer en el olvido después de la muerte. En el fondo nos creemos únicos, inmortales y eternos. Tal vez esa postura sea el único modo de funcionar en el corto tránsito de la existencia. Quizás sea necesario engañarse a uno mismo para no abandonarse al destino. Pero el engaño no puede perpetuarse hasta el extremo de querer sobrevivir al tiempo límite que tenemos asignado. Creo que el ser humano, en general, compite con la gloria y sólo reconoce el éxito ajeno cuando recae en alguien que deja de ser un contrincante para siempre ».

Garriga Vela

jueves, diciembre 29

The notebook

« Recuerdo cada instante que pasamos juntos, y todos ellos fueron maravillosos. No puedo escoger un momento que significara para mí más que otro. Todo el verano fue perfecto, la clase de verano que todo el mundo debería tener oportunidad de vivir. ¿Como iba a elegir uno en particular?. Los poetas casi siempre describen el amor como un sentimiento que escapa a nuestro control, que vence a la lógica y al sentido común. En mi caso fue exactamente así. No esperaba enamorarme de ti y dudo mucho que tú tuvieras previsto enamorarte de mí. Pero cuando nos conocimos, ninguno de los dos pudo evitarlo. Nos enamoramos a pesar de nuestras diferencias y, al hacerlo, creamos un sentimiento singular y maravilloso. Para mí, fue un amor que solo puede existir una vez, y por eso cada minuto que pasamos juntos ha quedado grabado en mi memoria. Nunca olvidaré un solo instante de nuestra relación ».


 

miércoles, diciembre 28

Diarios

« ¿Quién no cree en esto o en aquello? ¿Quién no se desangra en la lucha? ¿Quién no llora pensando en el mar? ¿Quién no duerme en un lecho de amapolas? ¿Quién no posee un silencio, un tiempo, una música? ¿Quién no baila su propio ritmo? ¿Quién no tiene un sexo para alegrarse, una palabra en que sentarse, una manía para tener vergüenza? ¿Quién no tiene vergüenza de ser? ¿Quién no está enojado con la muerte? Yo »

Alejandra Pizarnik

Kaddish por el hijo no nacido

« Y dejad de decir por fin, dije con toda probabilidad, que Auschwitz no tiene explicación, que Auschwitz es el producto de fuerzas irracionales, inconcebibles para la razón, porque el mal siempre tiene una explicación racional, es posible que el propio Satanás sea irracional, como lo es Yago, pero sus criaturas sí son racionales, todos sus actos se derivan de algo, igual que una fórmula matemática; se derivan de algún interés, del afán de lucro, de la pereza, del deseo de poder y de placer, de la cobardía, de la satisfacción de este o de aquel instinto, y si no, pues de alguna locura al fin y al cabo, de la paranoia, de la manía depresiva, de la piromanía, del sadismo, del asesinato sexual, del masoquismo, de la megalomanía demiúrgica o de otro tipo, de la necrofilia, qué sé yo de qué perversión de las muchas que hay o de todas juntas quizá, porque, dije con toda probabilidad, porque prestad atención, porque lo verdaderamente irracional y lo que no tiene explicación no es el mal, sino lo contrario: el bien »


Imre Kertész

Universally Speaking


« Yo simplemente vi la corriente del amor fluir »

martes, diciembre 27

Mi visión del mundo

« El verdadero valor de un hombre. 
Se determina según una sola norma: 
en qué grado y con qué objetivo 
se ha liberado de su Yo »

Albert Einstein

lunes, diciembre 26

Elogio

« El conocimiento de hechos curiosos no sólo hace menos desagradables las cosas desagradables, sino que hace más agradables las cosas agradables. Yo encuentro mejor sabor a los melocotones y a los albaricoques desde que supe que fueron cultivados inicialmente en China, en la primera época de la dinastía Han; que los rehenes chinos en poder del gran rey Kaniska los introdujeron en la India, de donde se extendieron a Persia, llegando al Imperio romano durante el siglo I de nuestra era; que la palabra 'albaricoque' se deriva de la misma fuente latina que la palabra 'precoz', porque el albaricoque madura tempranamente, y que la partícula inicial 'al' fue añadida por equivocación, a causa de una falsa etimología. Todo esto hace que el fruto tenga un sabor mucho más dulce ».

Bertrand Russell

sábado, diciembre 24

Rayuela

« Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo de aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua ».

Julio Cortázar

El porvenir está abierto

« Para acabar, me gustaría repetir una vez más: intenten ustedes ver el mundo como lo que seguramente puede considerarse que es, como un lugar hermosísimo que, cual si fuese un jardín, nosotros tenemos la facultad de mejorar y cultivar. Y al hacerlo, procuren ustedes utilizar la humildad de un jardinero experto; de un jardinero experto y por eso mismo consciente de que muchos de sus intentos fracasarán »

Karl Popper

Algún día

« Un día se fue la luz. Freitas no estaba y Osorio, el “grumete”, había salido a hacer unos recados. Fernando fue a buscar un lámpara de petróleo, la encendió y la puso encima de mi mesa. Poco antes de la hora de partida, me alcanzó una notita que decía “Le pido que se quede”. Yo permanecí expectante. Por entonces ya había notado el interés de Fernando hacia mí; y yo, lo confieso, también le encontraba cierta gracia… Recuerdo que estaba de pie, a punto de ponerme el abrigo, cuando él entró en mi despacho. Se sentó en mi silla, dejó sobre la mesa la lámpara que traía y comenzó de pronto a declararse como Hamlet a Ofelia: “¡Oh, querida Ofelia!, mido mal mis versos, carezco de arte para medir mis suspiros, pero te amo en extremo. ¡Oh, hasta el último extremo, créeme!». Quedé muy conmovida, como es natural, y sin saber qué decir ni hacer, acabé por ponerme el abrigo y despedirme apresuradamente. Fernando se levantó con la lámpara en la mano para acompañarme hasta la puerta. Pero, de repente, apoyó la lámpara sobre la divisoria de la pared, me tomó sorpresivamente por la cintura, me abrazó y, sin decir una palabra, me besó, me besó apasionadamente, como un loco. […] Días más tarde, como Fernando parecía ignorar lo que había sucedido entre nosotros, resolví escribirle una carta pidiéndole una explicación; lo que dio origen a su primera carta-respuesta, con fecha 1.° de marzo de 1920 ».

Fernando Pessoa

Mediterranean I

« This same inexhaustible sea with impenetrable
same blue look I stepped into when so young I
had no reason for a life more than to hold on to
the one I had, wife, daughter, and two sons, older,
if seven and ive, just, can be measure of more than
a vulnerable innocence. The back wheel of bike,
when brake failed, caught elder son´s heel and used
it to stop, stripping the skin off almost to the bone.

I packed the place with ointment and bandaged it, not
waiting to see how bad it might be, and for days son
went on hop and hand holds spider fashion until,
blessedly, it was well again. Oh life, oh miracle of
day to day existence, sun, food and others!
Would
those who lived with me then believe how much
I loved them? Know how dumbly, persintently, I cared?
»



Meditarráneo I

« Este mismo mar inagotable con el mismo
azul impenetrable al que entré cuando era tan jóven y
no tenía otra razón para la vida que aferrarme a la
que ya tenía, esposa, hija, y dos hijos, mayores,
si siete y cinco, acaso, pueden ser medida de algo más que
una inocencia vulnerable. La rueda trasera de la bicicleta,
al fallar del freno, atrapó el talón del hijo mayor y lo usó
para parar, arrancando la piel casi hasta el hueso.

Rellené el lugar con ungüento y lo vendé, no
queriendo ver qué tan grave podía ser, y por días el hijo
saltó sobre un pie con las manos encogidas como arañas hasta
que, milagrosamente, estuvo bien de nuevo. ¡Oh vida, oh
milagro de la existencia día a día, comida, sol y otros!

Quienes vivían entonces conmigo ¿sabían cuánto los amaba?
¿Sabían qué tan torpe, persistentemente, me importaban?
»


Robert Creeley
 
 

Demian

« Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque creen que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría ».


Hermann Hesse

viernes, diciembre 23

Un mundo feliz

« … Me interesa la verdad. Amo la ciencia. Pero la verdad es una amenaza, y la ciencia un peligro público. Tan peligroso como benéfico ha sido. Nos ha proporcionado el equilibrio más estable de la historia. El equilibrio de China fue ridículamente inseguro en comparación con el nuestro; ni siquiera el de los antiguos matriarcados fue tan firme como el nuestro. Gracias, repito, a la ciencia. Pero no podemos permitir que la ciencia destruya su propia obra. Por esto limitamos tan escrupulosamente el alcance de sus investigaciones; por esto estuve a punto de ser enviado a una isla. Sólo le permitimos tratar de los problemas más inmediatos del momento. Todas las demás investigaciones son condenadas a morir en ciernes. Es curioso -prosiguió tras breve pausa- leer lo que la gente que vivía en los tiempos de Nuestro Ford escribía acerca del progreso científico. Al parecer, creían que se podía permitir que siguiera desarrollándose indefinidamente, sin tener en cuenta nada más. El conocimiento era el bien supremo, la verdad el máximo valor; todo lo demás era secundario y subordinado. Cierto que las ideas ya empezaban a cambiar aun entonces. Nuestro Ford mismo hizo mucho por trasladar el énfasis de la verdad y la belleza a la comodidad y la felicidad. La producción en masa exigía este cambio fundamental de ideas. La felicidad universal mantiene en marcha constante las ruedas, los engranajes; la verdad y la belleza, no. Y, desde luego, siempre que las masas alcanzaban el poder político, lo que importaba era más la felicidad que la verdad y la belleza. A pesar de todo, todavía se permitía la investigación científica sin restricciones. La gente seguía hablando de la verdad y la belleza como si fueran los bienes supremos. Hasta que llegó la Guerra de los Nueve Años. Esto les hizo cambiar de estribillo. ¿De qué sirven la verdad, la belleza o el conocimiento cuando las bombas de ántrax llueven del cielo? Después de la Guerra de los Nueve Años se empezó a poner coto a la ciencia. A la sazón, la gente ya estaba dispuesta hasta a que pusieran coto y regularan sus apetitos. Cualquier cosa con tal de tener paz. Y desde entonces no ha cesado el control. La verdad ha salido perjudicada, desde luego. Pero no la felicidad. Las cosas hay que pagarlas. La felicidad tenía su precio. Y usted tendrá que pagarlo, Mr. Watson; tendrá que pagar porque le interesaba demasiado la belleza. A mí me interesaba demasiado la verdad; y tuve que pagar también ...» 


Aldous Huxley

Un empleo

« Este mediodía he visto a varios mendigos peleándose en la puerta del supermercado. Se disputaban el puesto de trabajo que dejó vacante el hombre que la semana pasada desapareció de repente, después de varios meses de permanecer arrodillado junto a la entrada. Me ha sorprendido la competencia que existe entre ellos por apoderarse de los lugares más privilegiados del barrio. La puerta de supermercado y de la iglesia son los puestos que tienen mayor demanda. Yo creía que el gremio de los mendigos era solidario, pero he descubierto que ocurre lo mismo que en el resto de los trabajos.

A menudo me quedo quieto a la salida del supermercado con las bolsas de la compra en la acera, como si esperara a alguien. Nadie sospecha de mí. A ninguno de los mendigos se le pasa por la cabeza que estoy aprendiendo el oficio. Me he fijado que la cortesía es fundamental para pedir limosna. No es necesario atosigar a los clientes ni remangarse el pantalón para mostrar las heridas; simplemente hay que mirarlos y esbozar una sonrisa de agradecimiento, aunque pasen al lado sin mirarnos.

No pertenezco a esa clase de personas que constantemente andan quejándose de la crisis. No he cambiado ninguno de mis hábitos, aunque mis jefes hayan reducido sus gastos conmigo. No soy fatalista. Pero, por si acaso, los días laborales me demoro a la salida del supermercado observando el comportamiento de los mendigos y los días festivos me detengo en la puerta de la iglesia para comprobar la caridad de los feligreses. Luego, a solas en casa, hago cuentas. Me pongo a calcular las horas que tendría que pasar a la intemperie para alcanzar el sueldo que gano trabajando. Si supiera hacer malabarismos con bolos o pelotas podría colocarme en un semáforo y sacar bastante más dinero en menos tiempo, pero nunca he sido habilidoso con estas cosas. En el caso de que me quedara sin trabajo, mi futuro estaría en la puerta del supermercado. He eliminado la iglesia porque me parece hipócrita y oportunista acordarme de ella sólo cuando la necesito; aunque bien pensado eso es lo que hacen la mayoría de los creyentes con Dios.Me satisface el oficio de mendigo. Desde siempre me ha gustado estar quieto y en silencio. Además, creo que mi mirada infunde confianza. Estoy seguro de que podría sacar un buen sueldo en el supermercado del barrio, aunque me da cierto apuro pedir limosna a mis propios vecinos. Pero la comodidad de tener el trabajo al lado de casa es una ventaja a tener en cuenta. Me tranquiliza pensar que, si el futuro se tuerce, siempre me queda la opción de pedir limosna; aunque no sería tan fácil, porque soy un hombre pacífico incapaz de pelear por un miserable puesto de trabajo ».


Literatura
Garriga Vela

jueves, diciembre 22

El anillo de Clarisse

« Si el sujeto es un hormigueo de fragmentos, es también la tensión que lo impulsa a superar y organizar dicho estado; su identidad, como la del hermano Medardo de Hoffmann, consiste en el proceso de su unificación, que jamás concluye pero tampoco se abandona ».

Claudio Magris

Memorias de una soledad

 « De pronto, los amigos dejaron de llamarme por teléfono. Tampoco  alguien me visitaba. A mí no me gusta molestar y raras veces descuelgo el teléfono ni me presento por sorpresa en la casa de nadie, así que me dediqué a sobrevivir en soledad [...] »


« Cuando salía a la calle, en vez de ir pensando en mis cosas me mostraba atento a todo lo que me rodeaba. Buscaba entre los transeúntes una cara conocida, una sensación familiar, pero no encontré más que la mirada huidiza de los desconocidos. Al llegar la noche, me tumbaba en la cama y miraba el techo con los ojos abiertos. Me preguntaba qué error había cometido para que me hicieran el vacío  por meses de esa manera, pero no encontré respuesta que justificara tales acciones.

No soy una persona obsesiva ni paranoica, al contrario, la experiencia me ha enseñado que no hay que preocuparse demasiado por las reacciones de las personas, porque cada una de ellas es un mundo repleto de pensamientos y yo no puedo colarme en la cabeza de alguien más. Pero en este caso, el aislamiento al que me estaban sometiendo era tan absurdo como cruel. Por las noches revisaba mi conducta de las últimas semanas, hasta que las semanas se convirtieron en 5, 6, 7 , 8 meses, y los meses en años y yo seguía paseando de forma solitaria por las calles buscando en vano una mirada cómplice.

Al cabo de cinco años, yo continuaba de forma encerrada en un calvario plagado de sospechas. Durante ese largo periodo de tiempo no me había desahogado con alguien. Entonces se me ocurrió pensar que los demás podían opinar de mí lo mismo que yo de ellos. Creer que los había abandonado, que algún detalle me había molestado enormemente y que no deseaba volver a reanudar las relaciones amistosas. 

Tal vez me respetaban tanto que no se atrevían a interrumpir mi soledad. Esa soledad que luego uno se forja y que por dentro nos devora como una termita. Pensé que la actitud de los demás no era fruto del resentimiento, ni tenía algo que ver con algún castigo o venganza. No era olvido ni desdén, quizá era respeto. Nada más y nada menos. Como si supieran algo de mí mismo que yo aún ignoraba. Que necesitaba estar en soledad, descansar o no descansar, pero estar uno solo, tan solo como un muerto. 

Desde entonces  pasaron, como digo, más de ocho  meses, yo diría años. Ahora me trato con otras personas que he ido conociendo en las calles de las ciudades vacías. Sé que llegará el día en que también ellos desaparecerán como pasa con todo: que brota, vive y se extingue. Y yo no haré algo por remediarlo. Ya no.


Me quedaré mirando el horizonte por el que huyen los fantasmas. Luego volverán otros que ocuparán el espacio que aquellos dejaron. Así es la vida. Una sucesión de días y fantasmas que al final se acaban difuminando en la soledad. De vez en cuando suena el teléfono. Suena el timbre de la puerta. Sonrío, como suelo hacer al cruzarme por el pasillo con los recuerdos.


Ellos se fueron para convertirse en los habitantes de mi soledad ».

Garriga Vela
Los habitantes de la soledad

miércoles, diciembre 21

La mecánica del corazón

« Cuando tengo mucho miedo, noto que la mecánica de mi corazón patina hasta tal punto que parezco una locomotora de vapor en el momento en que sus ruedas chirrían en una curva. Viajo sobre los raíles de mi propio miedo. ¿De qué tengo miedo? De ti, en fin, de mí sin ti. El vapor, pánico mecánico de mi corazón, se filtra por debajo de los raíles »

Mathias Malzieu

martes, diciembre 20

El amante de Lady Chatterley

« - Pero ¿crees en algo?
- ¿Yo? Bueno, intelectualmente, creo en tener buen corazón, un pene alegre, 
una inteligencia viva, y valor para decir “¡mierda!” delante de una dama ».

D.H.Lawrence

Captatio benevolentiae

« Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero, no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación? »

Don Quijote de la Mancha
Cervantes 

La fundación

« La primera visión del sol de Trántor fue la de una mota dura y blanca, perdida completamente en una miríada de otras iguales, y sólo reconocible porque estaba señalada en la guía de la nave. Las estrellas eran numerosas allí, en el centro de la Galaxia. Pero a cada salto, su brillo se incrementaba, haciendo que el resto se apagara, se enrareciera y empalideciera.

Un oficial se acercó diciendo:

- El mirador estará cerrado durante El resto del viaje. Prepárense para aterrizar.
Gaal le siguió, y agarró la manga del uniforme blanco con el distintivo de la nave espacial y el sol del imperio.
Preguntó:
- ¿No podrían dejarme? Me gustaría ver Trántor.
El oficial sonrió y Gaal se sonrojó ligeramente.
Se le ocurrió pensar que hablaba como un provinciano.
El oficial dijo:
- Aterrizaremos en Trántor mañana por la mañana.
- Me refería a que quiero verlo desde El espacio.
- Oh, lo siento, muchacho. Si esto fuera una nave de recreo no habría inconveniente, pero estamos bajando en picado, de cara al sol. Seguramente no te gustaría quedarte ciego, quemado y afectado por la radiación todo al mismo tiempo, ¿verdad?
Gaal se alejó de él.
El oficial siguió hablando:
- De todos modos, Trántor no sería más que una mancha gris, muchacho. ¿Por qué no haces un viaje espacial turístico cuando llegues a Trántor? Son baratos.
Gaal miró hacia atrás.
- Muchísimas gracias.
Era infantil sentirse decepcionado; pero el infantilismo afecta casi con la misma facilidad a un hombre que a un niño, y Gaal tenía un nudo en la garganta. Nunca había visto Trántor extendido ante él en toda su magnitud, tan grande como la vida, y no había creído tener que aguardar aún más »
 
 
Isaac Asimov

lunes, diciembre 19

El hombre mediocre


« El temor a lo desconocido pone a los hombres en una actitud mental favorable a todas las maldades y a todas las violencias. La imaginación del ignorante forja los mitos que lo hacen esclavo, paralizando su voluntad con las cadenas del terror susperticioso. EL hombre turbado por el miedo pierde el deseo de conocer la verdad y poco a poco, intoxicada su fantasía por los errores que ella misma intenta, llega a odiar la verdad ».






 

José Ingenieros

Atrevimiento

« Toda una vida para decir “Te quiero”. Y todo por culpa de un juego... O quizá gracias a un juego.“¿Te atreves?” “Me atrevo”. Se atreven a todo, desde lo mejor a lo peor. Ridiculizan los tabúes, se saltan las prohibiciones, se enfrentan a la autoridad, ríen, se hacen daño. Son capaces de todo... excepto de reconocer que se quieren.

Después de unos cuantos desafíos, el juego se ha convertido en lo más bonito, lo más intenso de la vida. Juegan, se quieren... El juego, el amor... El amor, el juego... Pero es mucho más simple ser sólo amigos por un rato. La vida pasa, el juego sigue cada vez más intenso, como la pasión... Y cada vez que contestan “Me atrevo” están diciendo “Te quiero más que a mi vida”.  ¿Capaz o incapaz? »

domingo, diciembre 18

La vanguardia

« Un día visitando un cole vi a una niña concentradísima dibujando. 
Le pregunté: "¿Qué dibujas?". Y me contestó: "La cara de Dios".
"Nadie sabe cómo es", observé. "Mejor
dijo ella sin dejar de dibujar-,ahora lo sabrán" »

Ken Robinson

Fragmentos sobre la historia


« [La utilidad de la historia] consiste, sobre todo, en la comparación que un hombre de Estado o un ciudadano puede hacer entre las leyes y costumbres extranjeras y las de su país. Ello estimula la emulación de las naciones modernas, en las artes, la agricultura y el comercio.

Los grandes errores pasados sirven mucho en todo género de actividades. Nunca se expondrá demasiado los crímenes y las desdichas. Se puede, dígase lo que se quiera, evitar que se repitan. La historia del tirano Christiern puede impedir que una nación confíe el poder absoluto a un tirano; y el desastre de Carlos XII ante Pultava advierte a un general que no debe penetrar profundamente en Ucrania si carece de víveres.

Una ventaja que la historia moderna tiene, con respecto a la antigua, es la de enseñar a todos los poderosos que desde el siglo XV siempre se ha producido la unión contra una potencia demasiado preponderante. Este sistema de equilibrio no fue nunca conocido por los antiguos y tal fue la razón de los éxitos del pueblo romano que, al haber formado una milicia superior a la de los otros pueblos, los subyugó sucesivamente desde el Tíber hasta el Eufrates. Es necesario hacer a menudo presente las usurpaciones de los Papas, las escandalosas discordias de sus cismas, la demencia de sus disputas por controversias, las persecuciones, las guerras engendradas por esta demencia y los horrores que ellas han producido. Si no se divulgara este conocimiento entre los jóvenes, si sólo hubiera unos pocos sabios al tanto de esos hechos, el público sería tan imbécil como lo era en tiempos de Gregorio VII ».
 
 
 

sábado, diciembre 17

Fiebre y lanza

« … A veces nos sucede eso con lo que se niega o se calla, con lo que se guarda y se sepulta, va difuminándose sin remedio y llegamos a descreer que en verdad existiera o se diera, tendemos a desconfiar increíblemente de nuestras percepciones cuando ya son pasado y no se ven confirmadas ni ratificadas desde fuera por alguien, renegamos de nuestra memoria a veces y acabamos por contarnos inexactas versiones de lo que presenciamos, no nos fiamos como testigos ni de nosotros mismos, sometemos todo a traducciones, las hacemos de nuestros nítidos actos y no siempre son fieles, para que así los actos empiecen a ser borrosos, y al final nos entregamos y damos a la interpretación perpetua, hasta de lo que nos consta y sabemos a ciencia cierta, y así lo hacemos flotar inestable, impreciso, y nada está nunca fijado ni es definitivo nunca y todo nos baila hasta el fin de los días, quizá es que no soportamos las certezas apenas, ni siquiera las que nos convienen y reconfortan, no digamos las que nos desagradan o cuestionan, o duelen, nadie quiere convertirse en eso, en su propio dolor y su lanza y su fiebre » 

Tu rostro mañana  
Javier Marías

Causalidad


« Con la vara que mides serás medido ».

Como agua para chocolate

« Mi abuela tenía una teoría muy interesante; decía que todos nacemos con una caja de fósforos adentro, pero que no podemos encenderlos solos. Necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno, por ejemplo, vendría del aliento de la persona que amamos; la vela podría ser cualquier tipo de comida, música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que encenderá uno de los fósforos. Por un momento, nos deslumbra una emoción intensa. Una tibieza placentera crece dentro de nosotros, desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, hasta que llega una nueva explosión a revivirla. Cada persona tiene que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre al alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento. Si uno no averigua a tiempo qué cosa inicia esas explosiones, la caja de fósforos se humedece y ni uno solo de los fósforos se encenderá nunca »


Laura Esquivel

viernes, diciembre 16

Mi cuarto

« He emprendido y llevado a cabo un viaje de cuarenta y dos días alrededor de mi cuarto.(…) El placer que encuentra uno en viajar por su cuarto está al abrigo de la envidia inquieta de los hombres; es independiente de la fortuna.(…) 

Mi cuarto está situado bajo el grado cuarenta y cinco de latitud, con arreglo a las medidas del padre Beccaria; su orientación es de Levante a Poniente; forma un cuadrilátero alargado que tiene treinta y seis pasos de perímetro siguiendo la rasante del muro. Mi viaje será más largo aún que esta medida, pues con frecuencia atravesaré la habitación a lo largo y a lo ancho o la cruzaré diagonalmente sin sujección a regla ni método. Incluso haré zig-zags y recorreré todas las líneas posibles en geometría si la necesidad lo exigiera. No me gustan las personas que son tan dueñas de sus pasos y de sus ideas, y que dicen: “Hoy haré tres visitas, escribiré cuatro cartas y terminaré este trabajo que he empezado“. No, no hay alguno más atrayente, a mi modo de ver, que seguir la pista a las ideas, como el cazador persigue la pieza sin seguir un determinado camino. Por eso, cuando viajo por mi cuarto, difícilmente sigo una línea recta; voy desde mi mesa hacia un cuadro colocado en un rincón; desde allí me dirijo oblicuamente para ir a la puerta; pero aunque mi intención al partir sea la de llegar hasta allí, si encuentro mi butaca en el camino, no titubeo entonces y me acomodo en ella inmediatamente ».

Lecturas
Vila Matas

Un lugar limpio y bien iluminado

« Era tarde y todos habían salido del café con excepción de un anciano que estaba sentado a la sombra que hacían las ho­jas del árbol, iluminado por la luz eléctrica. De día, la calle estaba polvorienta, pero por la noche el rocío asentaba el polvo y al viejo le gustaba sentarse allí, tarde, porque aunque era sordo y por la noche reinaba la quietud, él notaba la diferencia. Los dos camareros del café notaban que el anciano estaba un poco ebrio, y, aunque era un buen cliente, sabían que si tomaba demasiado se iría sin pagar, de modo que lo vigilaban.

—La semana pasada trató de suicidarse —dijo uno de ellos.
—¿Por qué?
—Estaba desesperado.
—¿Por qué?
—Por nada.
—¿Cómo sabes que era por nada?
—Porque tiene muchísimo dinero.

Estaban sentados uno al lado del otro en una mesa próxi­ma a la pared, cerca de la puerta del café y miraban hacia la terraza, donde las mesas estabpn vacías, excepto la del viejo sentado a la sombra de las hojas, que el viento movía ligera­mente. Una muchacha y un soldado pasaron por la calle. La luz del farol brilló sobre el número de cobre que llevaba el hombre en el cuello de la chaqueta. La muchacha iba descu­bierta y caminaba apresuradamente a su lado.

—Los guardias civiles lo recogerán —dijo uno de los ca­mareros.
—¿Y qué importa si consigue lo que busca?
—Sería mejor que se fuera ahora. 
Los guardias han pasado hace cinco minutos y volverán.
El viejo sentado a la sombra golpeó con el vaso en el pla­tillo 
que tenía a su lado y el camarero joven al oírle se le acercó.

—¿Qué desea usted?
El viejo lo miró.
—Otro coñac —dijo.
—Se emborrachará usted —dijo el camarero. El viejo lo miró. El camarero se fué.
—Se quedará toda la noche —dijo a su colega—. 
Tengo sue­ño y nunca puedo irme a la cama antes de las tres de la maña­na. 
Debería haberse suicidado la semana pasada.

El camarero tomó la botella de coñac y otro platillo del mostrador que se hallaba en la parte interior del café y se en­caminó a la mesa del viejo. Puso el platillo sobre la mesa y llenó la copa de coñac.

—Debía haberse suicidado usted la semana pasada —dijo al viejo sordo. 
El anciano hizo un movimiento con el dedo.

—Un poco más —murmuró.
El camarero terminó de llenar la copa hasta que el coñac desbordó 
y se deslizó por el pie de la copa hasta llegar al pri­mer platillo.
—Gracias —dijo el viejo.
El camarero volvió con la botella al interior del café y se sentó nuevamente a la mesa con su colega.
—Ya está borracho—dijo.
—Se emborracha todas las noches.
—¿Por qué quería suicidarse?
—¿Cómo puedo saberlo?
—¿Cómo lo hizo?
—Se colgó de una cuerda.
—¿Quién lo bajó?
—Su sobrina.
—¿Por qué lo hizo?
—Por temor de que se condenara su alma.
—¿Cuánto dinero tiene?
—Muchísimo.
—Debe tener ochenta años.
—Si, yo también diría que tiene ochenta.
—Me gustaría que se fuera a su casa. Nunca puedo acostar­me antes de las tres. 
¿Qué hora es ésa para irse a la cama?
—Se queda porque le gusta.
—Él está solo. Yo no. Tengo una mujer que me espera en la cama.
—El también tuvo una mujer.
—Ahora, una mujer no le serviría de nada.
—No puedes asegurarlo. Podría estar mejor, si tuviera una mujer.
—Su sobrina lo cuida.
—Lo sé. Tú dijiste que le había cortado la soga.
—No me gustaría ser tan viejo. Un viejo es una cosa as­querosa.
—No siempre. Este hombre es limpio. Bebe sin derramarse el liquido encima. 
Aun ahora que está borracho, míralo.
—No quiero mirarlo. Quisiera que se fuera a su casa. 
No tiene ninguna consideración con los que trabajan.

El viejo miró desde su copa hacia la calle y luego a los camareros.
—Otro coñac —dijo, señalando su copa. 
Se le acercó el ca­marero que tenía prisa por irse.
—¡Terminó! —dijo, hablando con esa omisión de la sintaxis que la gente estúpida 
emplea al hablar con los beodos o los extranjeros—. No más esta noche. Cerramos.
—Otro —dijo el viejo.
—¡No! ¡Terminó! —Limpió el borde de la mesa con su ser­villeta y meneó la cabeza.
El viejo se puso de pie, contó lentamente los platillos, sacó del bolsillo 
un billetero de cuero y pagó las bebidas, dejando una peseta de propina.

El camarero lo miraba mientras salía a la calle. El viejo ca­minaba un poco tambaleante, aunque con dignidad.
—¿Por qué no lo dejaste que se quedara a beber? —preguntó el camarero que no tenia prisa. Estaban bajando las puertas metálicas—. Todavía no son las dos y media.

—Quiero irme a casa.
—¿Qué es una hora?
—Mucho más para mi, que para él.
—Una hora no tiene importancia.
—Hablas como un viejo. Bien puede comprar una botella y bebérsela en su casa.
—No es lo mismo.
—No; no lo es —admitió el camarero que tenía esposa—. 
No quería ser injusto. Sólo tenía prisa.
—¿Y tú? ¿No tienes miedo de llegar a tu casa antes de la hora de costumbre?
—¿Estás tratando de insultarme?
—No, hombre, sólo quería hacerte una broma.
—No —el camarero que tenía prisa se irguió después de 
haber asegurado la puerta metálica—. Tengo confianza. Soy todo confianza.
—Tienes juventud, confianza y un trabajo —
dijo el camarero de más edad—. Lo tienes todo.
—¿Y a ti, qué te falta?
—Todo; menos el trabajo.
—Tienes todo lo que tengo yo.
—No. Nunca he tenido confianza y ya no soy joven.
—Vamos. Deja de decir tonterías y cierra.
Soy de aquellos a quienes les gusta quedarse hasta tarde en el café
dijo el camarero de más edad—, con todos aquellos que no desean irse a la cama
con todos los que necesitan luz por la noche.
—Yo quiero irme a casa y a la cama.

—Somos muy diferentes —dijo el camarero de más edad. Se estaba vistiendo para irse a su casa—.No es sólo una cuestión de juventud y confianza, aunque esas cosas son muy hermosas. Todas las noches me resisto a cerrar porque puede haber al­guien que necesite el café.

—¡Hombre! Hay bodegones que están abiertos toda la noche.
—Tú no entiendes. Este es un café limpio y agradable. Está bien iluminado. 
La luz es muy buena y también, ahora, las ho­jas hacen sombra.
—Buenas noches —dijo el camarero más joven.
—Buenas noches —dijo el otro ».


Ernest Hemingway
(1899-1961)

Momo

« Le parecía estar encerrada en una caverna rodeada de riquezas incontables que se hacían cada vez mayores y amenazaban asfixiarla. Y no había salida. Nadie podía llegar hasta ella y ella no se podía hacer notar, tan aplastada estaba bajo una montaña de tiempo.

Incluso llegaron horas en que deseaba no haber oído nunca la música ni haber visto los colores. No obstante, si le hubiesen dado a elegir, no habría renunciado a ese recuerdo por nada del mundo. Aunque se hubiera muerto por ello. Pues eso era lo que vivía ahora: que hay riquezas que lo matan a uno si no puede compartirlas »
 
 
 
 
 
Michael Ende

Noches blancas

« ¿Entristecer con mi presencia su felicidad, ser un reproche, marchitar las flores que se puso en los cabellos para ir al altar? ¡Jamás, jamás!¡Que su cielo sea sereno, que su sonrisa sea clara! Yo te bendigo por el instante de alegría que diste al transeúnte melancólico, extraño, solitario… ¡Dios mío! ¿Un instante de felicidad no es suficiente para toda una vida? »

Fiódor Dostoievski

jueves, diciembre 15

Un punto azul pálido




Y en particular esa es la razón por la cual ya no vivimos en un jardín:
-Nos enteramos de mucho: Somos los guardianes de la propia vida.

miércoles, diciembre 14

Un café y un amor

« El café no es una bebida. Bueno, sí.
Es un líquido y entra por la boca.
Pero no es una bebida.
En este país nadie toma café o mate porque tenga sed.
Es más bien una costumbre, como rascarse.
El café es exactamente lo contrario que la televisión:
te hace conversar si estás con alguien, 
y te hace pensar cuando estás solo.


Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es "hola"
y la segunda: "¿un café?".
Esto pasa en todas las casas.
En la de los ricos y en la de los pobres.
Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas,
y pasa entre hombres serios o inmaduros.
Pasa entre los viejos de un geriátrico
y entre los universitarios  mientras estudian.


Es lo único que comparten los padres y los hijos
sin discutir ni echarse en cara.
Periodistas y radicales ceban mate o beben café sin preguntar.
En verano y en invierno.
Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos: 
los buenos y los malos.


Cuando tienes un hijo, 
le empiezas a dar mate o café cuando te pide.
Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes.
Sientes un orgullo enorme cuando un pedacito de tu sangre 
empieza a beber mate o café.
Se te sale el corazón del cuerpo.


Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce,
muy caliente, dos tres, con cáscara de naranja,
con miel , con un chorrito de limón.


Cuando conoces a alguien por primera vez, te tomas un café.
La gente pregunta, cuando no hay confianza: 
"¿Dulce o amargo?".
El otro responde: "Como lo tomes tú".
Los estados de México tienen las letras llenas de café
El té y el café es lo único que hay siempre, 
en todas las casas. Siempre.


Con inflación, con hambre, con militares, con democracia,
con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas.
Y si un día no hay yerba para hacer té, un vecino tiene y te da.
El té y el café nunca se le niega a la gente.


Éste es el único país del mundo en donde la decisión de 
dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre 
ocurre un día en particular.
Nada de pantalones largos, circuncisión, 
universidad o vivir lejos de los padres.
Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad 
de tomar por primera vez un café, solos.
No es casualidad.
No es porque sí.


El día que una chica pone sus pensamientos al fuego
 y toma su primer café o té  sin que haya alguien en casa, 
en ese minuto, es que ha descubierto que es adulta.


El sencillo café no es algo más y algo menos
que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar renovar esos cafés 
porque la charla es buena.
Es querible la compañia.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar. 
Tú hablas mientras el otro bebe
y hay sinceridad para decir: 
¡Espérame, voy a preparar otro café!
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente: 
"¿está caliente, verdad?".


Es la modestia de quien prepara el mejor café.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la gustosa obligación de decir "gracias", al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir »


Lalo Mir

Good bye Veracruz ★•


domingo, diciembre 11

Después de todo

« Después de todo, la muerte es una gran farsante.
La muerte miente cuando anuncia que se robará la vida, 
¡como si pudiera cortar la primavera!

Porque al final de cuentas,
la muerte solo puede robarnos el tiempo,
las oportunidades de sonreír,
de comer una manzana,
de decir algún discurso,
de pisar el suelo que se ama,
de encender el amor de cada día.

De dar la mano, de tocar la guitarra,
de transitar la esperanza.
Sólo nos cambia los espacios.
Los lugares donde extender el cuerpo,
bailar bajo la luna  o cruzar a nado un río.
Habitar una cama, llegar a otra vereda,
sentarse en una rama,
descolgarse cantando de todas las ventanas.
Eso puede hacer la muerte.

Pero... ¿Robar la vida?
Robar la vida no puede.
No puede concretar esa farsa...porque la vida...
La vida es una antorcha que va de mano en mano,
de hombre a hombre, de semilla en semilla,
una transferencia que no tiene regreso,
un infinito viaje hacia el futuro,
como una luz que aparta irremediablemente las tinieblas »


jueves, diciembre 8

Sal con una chica que escriba

Sal con una chica que no lee 
(Charles Warnke)

« Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas.


Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Propónle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, propónle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes algo, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado taaaan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que otra vez te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburridísimaa indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Habla con un castor. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. 


Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay algo peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo, porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso, pero extraño a ti. 


Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de tu sofística vacía un truco muy, muy barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo continuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no serás más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. "Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil ". 


La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. 


Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. 


Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio »


Sal con una chica que lee 
(Rosemarie Urquico)



« Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la mujer lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, el endulzante y  la crema deslactosada han adquirido una textura un tanto natosa y flotan encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos, el que tú le regalaste.

Invítale otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia en su país o Sofía en su mundo, y si quisiera ser alguna de ellas.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. 


Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace. Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Ella sabe perfectamente que detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, miedo, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la saga Crepúsculo, por supuesto.

Si te llegas a encontrar una chica que lee, manténla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas, días..., pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué  rayos tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día junto con The Lion King. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces.  Te mereces una mujer capaz de darte la vida más feliz que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, excusas, horas trilladas y promesas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, sal con una chica que le guste escribir ».


Un año 4 meses
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